3. LA AGRICULTURA
La agricultura tuvo un papel fundamental en la Revolución Industrial. En Gran Bretaña o los Países Bajos ante la demanda de alimentos por la presión demográfica que tuvo lugar en el
siglo XVIII se introdujeron nuevas técnicas agrícolas, otros cultivos y más
tarde el empleo de máquinas para
mejorar el rendimiento del campo.
En muchos
países
se crearon las
primeras
escuelas de agricultura,
sociedades
de agricultores, se difundieron las nuevas técnicas y los gobiernos apoyaron las ideas
fisiocráticas que consideraban el campo como única fuente de riqueza. El cambio de mentalidad dio lugar a considerar el campo como una buena inversión y se emplearan
capitales en modernizar
la agricultura. Incrementando de
forma
importante
la productividad
y la mejora en los cultivos y en la
calidad de los alimentos.
La Revolución Industrial aportó nuevos, útiles, maquinaria y hábitos que cambiarían los sistemas de producción de las tradicionales labores del campo. Los trabajos agrícolas se facilitaron con
la invención de
un nuevo utillaje y la
utilización
de máquinas. Se
introdujeron
cultivos como el trébol, las plantas forrajeras, el maíz y sobre todo la
patata, que
proporcionó un alimento
básico
para
las
dietas
más
humildes
y un mayor rendimiento a la tierra. La sustitución del barbecho por sistemas de rotación permitió el
aumento de las cosechas y el cultivo de los forrajes permitieron el fomento y la cría selectiva
de ganado y la
producción masiva de carne, lana y piel.
La población del campo disminuyó a causa de la mecanización y estas personas se instalaron
en las ciudades para
trabajar en las fábricas o emigraron a otros países.
4. EL PAPEL DE LOS CERCAMIENTOS EN LA REVOLUCIÓN AGRÍCOLA
En Gran Bretaña, como en el resto de los países occidentales, existían extensiones muy
grandes
de tierras
comunales
sin explotar. A principios del
siglo
XVIII,
algunos terratenientes decidieron obtener el máximo rendimiento de sus tierras y aprovecharon para cercar sus propiedades, incluyendo las tierras comunales. Lo que en principio parecía
un abuso se convirtió
en un procedimiento
legal cuando los
terratenientes
presentaron demandas por esas tierras al Parlamento y se les concedió la propiedad si
eran apoyados por
las tres cuartas partes de los otros propietarios de una parroquia. Perdieron su acceso a los terrenos las gentes sin recursos y los pequeños propietarios también fueron perjudicados teniendo que vender y abandonar sus pequeños campos por la competencia de los grandes. A
partir de estas reformas Gran Bretaña se convirtió
en uno de los mayores productores agrícolas de Europa.
España, a la llegada del liberalismo, tenía enormes extensiones de tierras de labor en
manos de
la Iglesia o vinculadas a mayorazgos,
que no
podían ser vendidas ni
enajenadas
y de las que
no se obtenía el rendimiento adecuado. En
1836
se desamortizaron estas tierras, en su mayor parte fueron vendidas en pública subasta y
adquiridas por capitalistas que no invirtieron para mejorar los cultivos, y estos terrenos quedaron en una situación aún
peor que cuando estaban vinculados.
En Italia había grandes territorios agrícolas propiedad de la aristocracia urbana que
apenas servían para alimentar al ganado. Sus dueños no se preocuparon de introducir
reformas durante mucho tiempo y para su explotación cedían las fincas a campesinos
que sacaban de ellas escaso rendimientos.
En Rusia las técnicas agrícolas siguieron siendo similares a las empleadas en la Edad Media y la
servidumbre
continuó vigente. Los siervos que
trabajaban la
tierra
se levantaron
en muchas ocasiones, llegando a situaciones extremas.
En Francia, al contrario de lo que sucedió en Inglaterra, la mayor parte de los pequeños
o medianos agricultores vieron acrecentadas sus propiedades después de la revolución francesa por la abolición de derechos feudales, el reparto de fincas de los emigrados y de
la
Iglesia y el cambio del régimen jurídico de los campesinos. Pese a no existir grandes
capitales invertidos, poco a poco las nuevas técnicas agrícolas se pusieron en práctica
permitiendo
el abastecimiento
del
mercado interior
no pudiéndose afirmar que
la agricultura contribuyera al despegue industrial.
5. LA REVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA
Después de miles de años de un crecimiento muy lento, sometido a retrocesos por las
catástrofes naturales, guerras, epidemias o crisis de subsistencias, a
partir del siglo XVIII
la
población europea empezó a crecer
de forma sostenida y a un ritmo muy rápido. El
número de habitantes pasó de los 110 millones en 1700 a 187 millones hacia 1800 y a
más de
400
millones
a comienzos del siglo XX, todo
ello
a pesar
del fuerte flujo migratorio hacia
ultramar.
Las causas del desarrollo parecen ser varias. Se dio un descenso importante de la
mortalidad, especialmente de la mortalidad
infantil, atribuid a las
mejoras en la alimentación gracias a los avances de la agricultura, a la construcción de redes de alcantarillado y la limpieza de las calles, al abastecimiento de agua potable en las
ciudades y a la generalización de la higiene personal.
Sin duda tuvieron
una gran importancia los progresos de la medicina y de la cirugía. El
uso de antisépticos en
cirugía y la generalización
de las medidas higiénicas evitó muertes
y contagios innecesarios, pasando los hospitales de ser lugares donde los enfermos iban a morir a centros de curación.
El crecimiento de las ciudades desde principios del siglo XVIII a mediados del siglo XIX fue otro fenómeno ligado al aumento de población. La explicación a este crecimiento urbano se encuentra en la emigración de los obreros agrícolas y la oferta de trabajo en las fábricas.
Otra consecuencia del
crecimiento demográfico
fue la emigración de aquellos que
buscaban oportunidades en otros países. En poco más de un siglo, de 1800 a 1930,
abandonaron el
viejo continente unos
40 millones de europeos. El
aumento
de la
población y la sustitución de la mano de obra explica la búsqueda de tierras en otros continentes. Además, la revolución de los transportes facilitó los viajes tanto por tierra como por mar. Los principales países receptores de emigrantes fueron EE.UU. y Canadá en América del Norte y Argentina y Brasil en América del Sur.
6. EL TRABAJO EN LAS FÁBRICAS
Antes de la
Revolución
Industrial, las energías aplicadas al trabajo habían
sido la
humana y la animal, peor con la utilización de la energía liberada por la combustión de carbón
se inició un nuevo sistema de producción, en el que la fábrica sustituía a los antiguos talleres.
Richard Arkwright, inventor de la water frame, fundó en 1771 la primera fábrica en Inglaterra, la Cromford Mill, y la situó a orillas del río Denvert para utilizar la energía
hidráulica. Esta primera industria reunía los trabajadores, la fuente de energía y las
máquinas en un solo lugar. Arkwright
redactó el primer código de comportamiento en las fábricas, para imbuir disciplina a los obreros y conseguir así una mayor productividad
para
obtener beneficios. Fue un primer intento para racionalizar una nueva forma de
trabajo.
Durante muchos años paralelamente a la instalación de las fábricas subsistieron los
talleres familiares donde se trabajaba a tiempo parcial, con mano de obra barata para completar la
producción de las grandes industrias.
Los grandes talleres
artesanales con obreros
especializados también
continuaron
trabajando hasta la plena mecanización de las fábricas a mediados del siglo XIX; algunos de sus
obreros, los que no se adaptaban a las nuevas
condiciones
fabriles, fueron los que más se enfrentaron, con
levantamientos
organizados, a esta
mecanización que les
arrebataba su trabajo.
Las transformaciones tecnológicas y la organización del trabajo iniciada en el siglo XVIII no produjeron
sus frutos en la economía global hasta la
segunda
década
del
siglo XIX.
7. LA REVOLUCIÓN DE LOS TRANSPORTES
Hasta el siglo XIX no llegarían a aplicarse las nuevas tecnologías a los transportes y también
fue en Gran Bretaña donde se iniciaron las innovaciones en este sector.
Gran Bretaña contaba con un importante sistema fluvial con caudalosos ríos navegables, especialmente útil para el traslado de carbón y otros materiales pesados. Las grandes
obras para mejorar el sistema fluvial inglés se iniciaron en 1761. También se mejoró la red de ríos navegables. Por tierra se renovaron
los
caminos y se utilizó también
el tren.
La revolución en los transportes se produce con la aplicación de la máquina de vapor al ferrocarril y a los barcos.
Se inició en 1825
cuando Stephenson
construyó
una locomotora impulsada por vapor y logró que se moviera sobre raíles, después de muchos
años de intentos que no habían dado resultados. En 1856, ya en la II Revolución
Industrial el convertidor de Bessemer para la producción de acero fue fundamental en este proceso; a partir de entonces el acero se utilizó para la elaboración de locomotoras, raíles, cascos
de barcos
y toda clase de
máquinas, impulsando
definitivamente la
industria metalúrgica. La
construcción
del ferrocarril constituyó el invento más
importante
de su época y supuso un gran estimulo
para
todas las actividades
económicas.
Las consecuencias de la utilización
del
ferrocarril fueron de gran importancia al abaratar el traslado de mercancías, productos agrarios y ganado, facilitando la especialización de cultivos para la exportación y dando salida a los excedentes. Dio lugar a la articulación
de
mercados nacionales e internacionales, la apertura del comercio y la posibilidad de
multiplicar los intercambios. En el terreno militar
facilitó el transporte rápido de tropas y
pertrechos y desde el punto de vista
social promovió la
movilidad de las personas.
En el transporte marítimo y fluvial, los nuevos barcos tuvieron una mayor facilidad para adaptar las máquinas de vapor que los ferrocarriles. Los primeros vapores se utilizaron para
el transporte interior
por
canales
y ríos, luego por
las
líneas costeras
y transoceánicas. Después, la utilización
de máquinas de vapor en los barcos se impuso de forma definitiva hacia 1880; los nuevos barcos compitieron aún mucho tiempo con los
clippers, barcos de vela que
alcanzaban elevadas velocidades en navegación de altura
que sobrevivieron
hasta las primeras décadas del siglo XX.
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