Analizar la construcción del Estado contemporáneo implica
conocer la cultura política que se iba extendiendo por Occidente y en base a
ella la estructura constitucional que se fue diseñando para aplicar el nuevo
gobierno basado en la soberanía nacional, la representación y la separación de
poderes en defensa de los derechos del hombre y el ciudadano. Fue la tarea más
singular del siglo XIX.
1. QUÉ ES LO CONTEMPORÁNEO
Históricamente se asocia
lo
contemporáneo a
los procesos revolucionarios que cambiaron en Occidente el modelo político, económico y social que regía las sociedades, que por eso denominamos del Antiguo Régimen, para diferenciarlas del Nuevo que se inicia entonces y que se comenzó a
gestar en
el ámbito
atlántico.
No todos los
occidentales hemos realizado la misma periodización en el análisis
de la
contemporaneidad. Los anglosajones, teniendo en cuenta la revolución inglesa del siglo XVII
que tanta trascendencia tuvo en la llegada del Nuevo Régimen, distinguen entre
Modern History que llegaría hasta la Primera Guerra Mundial, y la contemporaneidad, que se iniciaría
con
ella, y es que carecen de los procesos traumáticos que sufrió el
continente en el siglo XIX, carecen del
referente de la revolución para hablar de
contemporaneidad, a no ser que la retrotrajeran
a finales del XVII.
También hay dificultad para ponerle un punto final a la época contemporánea. Nos corresponde ponerle un final, ateniéndonos al uso histórico del término y comenzar a
usar otras denominaciones para
las épocas actuales.
España está entre los países en los que la revolución marcó claramente el inicio de algo
nuevo en el tránsito del siglo XVIII
al XIX. Desde la misma invasión napoleónica, guerra y revolución fueron la
puerta de entrada a nuestra contemporaneidad.
2. LA ÉPOCA DE LAS REVOLUCIONES. IDEAS Y PROCESOS EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO CONTEMPORÁNEO. LA NUEVA CULTURA POLÍTICA
2.1. La revolución inglesa.
El ciclo
revolucionario
que marcó
el imaginario
de los ilustrados del siglo XVIII fueron los dos momentos revolucionarios ingleses en 1640 y
1688.
Con los Tudor, en el siglo XV, el poder monárquico quedó centralizado al final de la guerra
de las Dos Rosas, llegándose a la Monarquía absoluta, aunque se respetó la tradición de la Carta Magna, que implicaba colocar la
ley
por encima del Rey.
Los conflictos con el Parlamento comenzaron en el siglo XVI, cuando la expansión inglesa necesitó reunir más a menudo al Parlamento para aprobar los gastos extraordinarios según
la tradición aceptada. Con Jacobo I de Escocia
se rompió con la tradición y el
Estado pasó a ser propiedad de la casa gobernante ocasionándose un conflicto entre los
órganos del Estado que desembocó en la guerra civil. Carlos I siguió la tradición de su
padre y disolvió el Parlamento cuando le negó los tributos extraordinarios, pero en 1628
el pueblo se negó a pagar los impuestos y tuvo que volver a reunirlo. Fue la ocasión para que los Comunes hicieran una Petición de Derechos que se basaba en que la nación no podía ser
obligada a soportar pagos forzados e impuestos que no habían
sido votados por
el Parlamento.
Tampoco nadie podría ser detenido ni privado de sus bienes sino por decisión judicial
conforme a las leyes. Carlos I cedió para conseguir el dinero solicitado para luego violar
su palabra. Entonces los Comunes declararon enemigo capital del Estado, traidor de las libertades
de Inglaterra y enemigo del país a todo aquel que contribuyera o sugiriera hacerlo sin autorización del Parlamento y el Rey volvió a disolver los Comunes, buscó
apoyo en los Lores y gobernó once años como rey absoluto. Las dificultades del gobierno forzaron al Rey a convocar nuevas elecciones comprando o coaccionando a los votantes, sin embargo la mayoría de los componentes del Parlamento eran constitucionalistas y se
consiguió crear un informe denunciando los abusos del Rey, a lo que se sumaron diversas propuestas de reformas, conocida como la Gran
Protesta y
rechazada por
el Rey. Se
produjo entonces una revuelta generalizada. El Rey se hizo con
un ejército mercenario
y los parlamentarios reunieron un ejército radical, disciplinado e ideológico, considerado
una unión de hombres libres del pueblo de Inglaterra para defender la libertad y los derechos fundamentales del pueblo. La guerra civil se prolongó entre 1642 y 1653 con tres
periodos.
Al Rey se le juzgó y condenó por tirano y criminal y fue ejecutado. A partir de ahí
comenzó el gobierno revolucionario cuya primera intención fue buscar otro Rey; sin embargo,
el predominio de
los radicales del
Ejército
llevó a la proclamación
de la
República, la abolición
de los Lores y el establecimiento de un
Parlamento unicameral. El poder supremo pertenecía al Parlamento y el poder Ejecutivo lo ejercía un Consejo de Estado.
En este modelo revolucionario, denominado “Gobierno de Asamblea”, el gobierno quedó en manos del Parlamento, la Asamblea, donde se reúnen y confunden todos los poderes.
Duró
hasta el 20 de abril de 1653 cuando Cromwell protagonizó un auténtico golpe de Estado
militar, disolviendo
el Parlamento, que
quería
perpetuarse. Comenzó así
el gobierno personal de Cromwell, con reformas como la racionalización y simplificación legal, el matrimonio civil, el fin de los privilegios eclesiásticos, la codificación del Derecho.
La Restauración llegó con la muerte de Cromwell, pero no fue una contrarrevolución; El
Parlamento no dejó de su mano la política exterior, la religión o el comercio. En el nuevo
reinado el problema llegó con la tolerancia del Rey con los católicos que representaban
en toda Europa el absolutismo. La Monarquía vulneraba los derechos de los ingleses al
no
convocar el Parlamento sino cuando fue estrictamente
necesario. A la muerte de
Carlos II, en 1685, Jacobo II siguió la misma política. La esperanza pasó a ser su hija,
protestante. La división final se produjo cuando el Rey tuvo un nuevo hijo y se llegó a
temer una regencia católica. Se dice que entonces nacieron los partidos políticos
en Inglaterra: los Tories, anglicanos, conservadores, enemigos tanto del catolicismo como del
puritanismo, que
querían una
Corona fuerte
y no admitían
la resistencia
a la autoridad. Los Whigs eran puritanos que
proponían la
tolerancia
religiosa, un Parlamento fuerte, el pacto social y el derecho de resistencia a la autoridad.
Ambos partidos
se unieron
en 1688 para
derrocar
a Jacobo
II; pidieron
ayuda a Guillermo de Orange, esposa de su hija María, y permitieron al Rey irse para restaurar
tras su partida los derechos tradicionales de los ingleses y la antigua constitución. La corona pasó a su hija María con la exigencia de que su marido, Guillermo de Orange,
fuera también proclamado rey. Todas
las condiciones impuestas para el traspaso de la Corona se formularon bajo la forma de una Declaración de Derechos que puso fin a la
Gloriosa Revolución
(1688-1689), quedando sentadas las bases del moderno sistema constitucional inglés. Esta parte de la revolución, la segunda revolución, se produjo de
forma pacífica. Se estableció que no se pudieran cargar impuestos que no hubieran sido
aprobados
por
el Parlamento.
Se estableció
la libertad
de culto,
excepto
para
los católicos. Fue la época en que se produjo la
unificación definitiva de Inglaterra y Escocia. La Constitución (entendida como todo este proceso legal que se fue construyendo a lo
largo del tiempo y que se mantenía vigente) comenzó a ser reconocida ya como un hito histórico. La estabilidad que produjo esta nueva situación favoreció el desarrollo. Era la
sociedad más avanzada desarrollándose la cultura y un
nuevo pensamiento.
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