1. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
La guerra se inició como una represión de los británicos a los colonos rebeldes para
convertirse
más tarde
en una contienda generalizada
entre Gran Bretaña y varias
grandes potencias extranjeras.
El gobierno británico creía que Boston era el foco del conflicto y que castigando a esa
ciudad portuaria
sometería a
los
rebeldes.
Los primeros choques entre los colonos y las tropas reales tuvieron lugar el 18 de abril de 1775, cuando los soldados británicos trataban de incautarse de armas y municiones rebeldes.
La lucha se inició en Lexington y continuó en la ciudad de Concord, con el triunfo de los rebeldes. En su huida hacia Boston, los británicos se vieron acosados por los rebeldes.
Cada colonia aportó una milicia local que carecía de entrenamiento, de uniformes, de la
disciplina propia de los soldados profesionales y sólo contaban con armas ligeras, pero eran más numerosos y en estas primeras escaramuzas vencieron también al ejército real
en Saratoga. En junio de 1775 las tropas reales, con un refuerzo de soldados llegados por mar, derrotaron por primera vez a los colonos en Bunker Hill. En mayo de 1775 las
noticias de los enfrentamientos habían llegado a Filadelfia, donde se hallaba reunido el
Segundo Congreso Continental que asumió las responsabilidades de un gobierno de todas las colonias. El Congreso decidió establecer un ejército regular para coordinar
todas las
fuerzas nombrando comandante
en jefe a George Washington, rico
terrateniente de Virginia. El Congreso autorizó la invasión de Canadá, emitió papel moneda para sustentar a las tropas y nombró una comisión que pudiera negociar con otros países. Los colonos se declaraban abiertamente en guerra contra la metrópoli. El 4
de julio de 1776 el Congreso votó a favor de la independencia
de los Estados Unidos.
En el verano de 1775 la situación estaba totalmente fuera de control. En agosto de 1775 el rey Jorge III proclamó a las colonias en rebeldía, en octubre las acusó de levantarse
para
conseguir la independencia. En diciembre se declaró el bloqueo marítimo, de forma
que los buques británicos podían confiscar todos los barcos que pretendieran comerciar
o auxiliar a
los
norteamericanos.
En principio, los británicos creyeron que muchos de los colonos permanecerían fieles a la
Corona, pero solo entre un 15% y un 20% fueron leales a la Corona británica. Los indios
se dividieron ante el conflicto.
Al iniciarse el conflicto Gran Bretaña parecía tener todas las bazas
posibles para ganar
rápidamente la contienda. Su armada era la mayor del mundo y poseían un ejército
profesional, bien entrenado. Pero las desventajas británicas eran muy grandes. Tenían que dirigir las operaciones desde el continente, con los consiguientes problemas en las comunicaciones y el avituallamiento del ejército, combatían en un terreno desconocido,
de gran
extensión, donde las maniobras
y desplazamientos
constituían graves problemas. Otra desventaja importante para los británicos era la de no poder enfrentarse a un
ejército en batallas organizadas. Al carecer los norteamericanos de un ejército profesional, la mayor parte de la contienda se desarrolló en ataques de guerrillas locales, con
un gran apoyo de la población
que les acosaba, les impedía avituallarse y les cortaba el paso. Lo que en un principio parecía una tarea fácil se convirtió para los británicos en
un infierno.
En el verano de 1776 William Howe, general en jefe del ejército británico al frente de
30000
hombres, llegó al puerto de Nueva York con la intención de aislar a Nueva
Inglaterra del resto de los rebeldes. En una campaña que duraría dos años, el general y
su hermano el almirante Richard Howe llevaron a cabo una campaña en la que se
mezclaban las acciones de guerra y
los intentos de pacificación.
En agosto de 1776 el ejército de George Washington fue derrotado en Long Island. Howe
ocupó
Nueva Jersey y distribuyó
sus tropas por
varias ciudades
de la
zona
para convencer a los rebeldes de que estaban perdiendo la guerra. Muchos de los colonos
leales a los británicos que permanecían escondidos se unieron a las tropas de Howe, y otros varios miles de colonos
aceptaron la oferta de indulto si juraban lealtad a la Corona. Éste fue uno de los momentos en que los norteamericanos estuvieron
a punto de
perder la
guerra. Pero la política de pacificación
de
los hermanos Howe se vio perjudicada
por los saqueos de los soldados británicos y el
triunfo
de
Washington al tomar los
puestos avanzados de Trenton en diciembre de 1776 y Princeton en enero de 1777. El ejército de Howe tuvo que retirarse de las orillas del río Delaware, lo que permitió a las milicias patrióticas volver a conquistar
las zonas abandonadas.
Los británicos continuaban
en la creencia de que
si aislaban
Nueva Inglaterra
conseguirían terminar con el foco principal de los rebeldes y ganar la guerra. Con este
fin,
en 1777 movilizaron a 8000 hombres, al mando del general Burgoyne, que debía dirigirse desde Canadá hacia el sur; en las cercanías de Albany debían reunirse con las
tropas mandadas por el teniente coronel Barry St. Leger, que se desplazarían hacia el este y con las del general Howe, que desde Nueva York
debía ir hacia el norte.
Pero Howe, en vez de colaborar en el plan, pensando que muchos de los colonos de los
estados del centro continuaban fieles a la Corona, decidió tomar la ciudad de Filadelfia,
sede del
Congreso. El
11 de
septiembre,
Washington
se enfrentó con Howe en Brandywine,
cerca de Pensilvania y el 4 de octubre en Germantown. Los británicos vencieron
en ambas batallas, pero
el ejército norteamericano
demostró que
podía
enfrentarse a los británicos en un combate organizado. Al llegar a Saratoga, el ejército de
Burgoyne, debilitado por
las emboscadas, los sufrimientos y el hambre se enfrentó a más
de
diez mil soldados americanos al mando del general Horatio Gates, y tuvo que rendirse.
2. LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA GUERRA. LA BATALLA DE SARATOGA
Tras la derrota inglesa en Saratoga en octubre de 1777, la contienda tomó un carácter
internacional al firmar las colonias un tratado con Francia en 1778, y con España en
1779. Desde el comienzo de la guerra, Francia había estado suministrando a los rebeldes
en secreto armas y dinero para vengarse de su derrota en la Guerra de los Siete Años y con la esperanza de recuperar sus antiguos territorios. En 1780, Rusia firmó la Liga de
Neutralidad Armada con el resto de las potencias marítimas de Europa, dejando a Gran Bretaña aislada por primera vez en su historia.
Las campañas militares se desplazaron hacia el sur, donde Gran Bretaña creía tener suficientes apoyos, se mantuvieron a la defensiva en Nueva York y Rhode Island y
abandonaron Filadelfia.
La retirada de
Filadelfia le
proporcionó a Washington
la oportunidad de
atacar a los británicos con un ejército
mejor organizado y más
disciplinado. La batalla tuvo lugar el 28 de junio de 1778 sin que ninguno de los dos
ejércitos venciera, pero para los americanos significó una victoria por haberse enfrentado
sin ser derrotados a las bien
entrenadas tropas británicas.
En el invierno de 1778-1779 los británicos consiguieron victorias importantes en el sur, tomaron Savannah, Augusta y restablecieron el gobierno de la Corona en Georgia. En
1780 consiguieron conquistar Carolina del Sur, venciendo a un ejército al mando de Abraham Lincoln que supuso la mayor derrota de los patriotas en toda la guerra. Pero
las
victorias de los británicos no sirvieron para pacificar y consolidar los territorios
conquistados. Los saqueos de los casacas rojas y las represalias de los leales a la Corona
contra los revolucionarios hicieron que muchos de los habitantes de Carolina del Sur y Georgia apoyaran la revolución.
Los americanos lograron organizar un nuevo ejército en el sur que trató por todos los medios de dividir las fuerzas del enemigo. En enero de 1781 la destrucción de la legión británica Tory de Tarlenton hizo que los británicos abandonaran su base en Charleston, reunieran sus tropas en Carolina del Norte para pasar a Virginia y dejaran el terreno libre para que los patriotas recuperaran
el sur
en la primavera y verano de 1781.
En Virginia, los británicos eligieron Yorktown como cuartel general. Fuerzas conjuntas
americanas y francesas reunieron un ejército muy poderoso al mando de Washington y el conde
de Rochambeau para atacar a los británicos. Una flota francesa impidió a la armada inglesa prestar apoyo al general Cornwallis, que en octubre tuvo que rendirse con sus 8000 hombres. La guerra continuó durante unos meses más, pero la victoria de Yorktown
significó el triunfo de los norteamericanos.
Una vez ganada la guerra, los americanos tuvieron que negociar una paz complicada por
las alianzas a las que habían llegado durante la contienda con Francia y España. Los diplomáticos enviados a Europa para la negociación, decidieron negociar solamente con
Gran Bretaña y consiguieron que reconociera unos límites muy ventajosos para el nuevo país. Una vez conseguido el preacuerdo con Gran Bretaña los embajadores americanos negociaron con Francia, que aceptó el acuerdo con algunas reticencias y España. En el tratado de Versalles firmado en septiembre de 1783 se reconocía la independencia de los
Estados Unidos por parte de la Corona
británica.
La mayor parte de los realistas permanecieron en Estados Unidos después de la guerra, aproximadamente 37000 marcharon a Canadá, donde el gobierno británico creó para
ellos en 1784 la provincia de New Brunswick, algunos se exiliaron en Inglaterra y en las
Indias occidentales.
3. DEL MODELO CONFEDERAL A LA FEDERACIÓN
Cuando
los británicos
iban ganando la
guerra, se reunió de
nuevo el Congreso
Continental de Filadelfia y el 4 de julio de 1776 aprobó el Acta de Independencia basada
en un borrador elaborado por Thomas Jefferson, John Adams y Benjamín Franklin. Los principios en
los
que fundamentaron el Acta de Independencia tenían su origen en
Locke, quien había demostrado que todo sujeto posee derechos naturales y que, en el
caso
de que éstos fueran violados, el pacto social entre el soberano y el pueblo quedaba
deshecho. El Acta de Independencia también tenía influencias de Rousseau.
El proceso político siguiente pasó por profundas divisiones entre los delegados de los
distintos
Estados. Los federalistas pretendían que se instaurara un fuerte gobierno central,
con
mayor poder
en manos
del ejecutivo; los más radicales se sentían
republicanos confederales y demócratas y se oponían tanto a la monarquía como a un
gobierno que limitara el poder de los grupos locales.
Ya desde mediados de 1775 los rebeldes habían conseguido controlar políticamente la mayor parte del territorio. Las trece colonias se denominaban a sí mismas Estados,
habían
expulsado a los gobernadores
británicos, cerrado los
tribunales
e iban
preparando Constituciones propias que desplazaran las cartas otorgadas por la Corona
británica. La primera Constitución estatal ratificada fue la de New Hampshire, en 1776,
seis
meses antes de la Declaración de Independencia. Poco después Virginia, Carolina
del Sur
y Nueva Jersey redactaron
nuevos
textos
constitucionales mientras
que en Connecticut y Rhode Island continuaron rigiéndose por sus cartas otorgadas de las que habían eliminado cualquier alusión
a la Corona.
En 1777 el Congreso aprobó los Artículos de la Confederación y Unión Perpetua, que se ratificarían en marzo de 1781 pasando a denominarse Congreso de la Confederación. Los
Artículos de la Confederación establecían, entre otras cuestiones, que el Congreso era la única institución
por encima de los trece Estados, pero afirmaba la prioridad de los
Estados separados sobre el gobierno de la Confederación y limitaba los poderes del
gobierno central a dirigir las relaciones exteriores, a declarar la guerra; a establecer los pesos y medidas y a ser árbitro final en las disputas entre los Estados miembros; cada uno de los Estados tenía un
voto en el Congreso de la Confederación
y una delegación
de dos a siete
miembros
que eran designados
por
los órganos
legislativos
locales. Se
requería la aprobación de nueve Estados para admitir a otros en la Confederación y se
aprobó por adelantado la
admisión de Canadá.
El deseo de mantener su independencia llevó a los colonos a no querer establecer un gobierno nacional poderoso. Cada Estado actuaba
de forma soberana.
En cuanto a la política exterior, cada uno defendía sus intereses
de forma que para que los
tratados fueran eficaces las potencias extranjeras tenían que firmarlos con cada
Estado, lo cual era un peligro ya que existían serias amenazas de las potencias vecinas que aún tenían colonias.
Durante la guerra, el país había contraído una enorme deuda, el Congreso Continental había
recurrido a la emisión de papel moneda para financiar la contienda que perdió rápidamente su valor, la inflación se disparó y los soldados se lamentaban de que sus pagas llevaban muchísimo retraso.
No todos los Estados tenían la misma capacidad para gestionar sus asuntos públicos. La mayor parte de los Estados del sur, con
la excepción de Carolina del Norte y Georgia, que
prosperaron, decidieron no pagar sus deudas lo que significó una grave depresión de las
economías privadas y un
importante deterioro del crédito público.
Los artículos de la Confederación no sirvieron para establecer el nuevo Estado ya que no eran suficientes para afrontar todos los problemas del país. Se basaban en la buena voluntad, no
podían
garantizar los
compromisos
adquiridos ni
hacer respetar los tratados de paz. El poder federal era muy débil, existía un vacío en la legislación y era
necesario crear una administración interior y una hacienda capaz de hacer frente a la
fuerte
deuda exterior.
7.1. La Convención de Filadelfia.
Ante este cúmulo de problemas parecía inevitable que
se revisaran los artículos de la Confederación. En mayo de 1787 se reunió la Convención en Filadelfia como Convención Federal, con la asistencia de todos los Estados (menos el
de Rhode Island), representados por sus hombres más notables. Como presidente fue
elegido George Washington, por su reconocido prestigio militar y político.
En principio, los dirigentes políticos creían que debía darse nuevos poderes al Congreso
para
enmendar los artículos de la Confederación, y conceder al Congreso autoridad para regular el comercio y establecer impuestos. La delegación de Virginia, representada por
Madison, inició el debate con propuestas radicales que no eran una revisión de los artículos de la Confederación sino un proyecto para un cambio muy significativo del gobierno. Los representantes de los Estados grandes apoyaban la propuesta de Madison, propugnando la creación de un nuevo gobierno nacional mucho más poderoso que fuera capaz de resolver todos los problemas pendientes en cuanto al comercio, las relaciones exteriores, el crédito, etc.
El Plan de Virginia proponía la creación de dos cámaras, una elegida por sufragio universal
y otra
elegida
por
la primera. La
representación
en ambas
debía
ser proporcional a la
población. El ejecutivo y el judicial debían
ser elegidos y nombrados por las Cámaras, que podían decidir sobre la constitucionalidad de las leyes votadas por los distintos Estados.
Muchos de los delegados rechazaron el plan de Madison porque suponía ir mucho más allá de los que en un principio habían proyectado, pero ganaron
la batalla al conseguir
la aprobación
sobre
los
puntos fundamentales como
el referido a la creación de
un poderoso gobierno central.
La primera dificultad fue conseguir el consenso entre las propuestas de los grandes y los pequeños Estados. Finalmente, una comisión formada por un miembro de cada Estado presentó un informe, conocido como la Transacción de Connecticut que fue aceptado: se
crearían dos Asambleas, una como Cámara proporcional a la población; la segunda, el
Senado con dos senadores por Estado independientemente de la población de éste. Se crearía una Federación, la soberanía popular pasaría de los Estados a dicha Federación;
los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial que emanaban del pueblo se mantendrían totalmente separados y se controlarían mutuamente. El ejecutivo sería ejercido por un presidente elegido por cuatro años, mediante un sufragio indirecto. El poder judicial se
confió a un Tribunal supremo de nueve jueces, designados por el presidente de acuerdo
con
el Senado, y sería el encargado de dirimir los conflictos entre el Congreso y el presidente. El Congreso, compuesto por el Senado y la Cámara de Representantes,
ostentaría el poder legislativo y podría proponer enmiendas a la Constitución, que a su
vez tendrían que ser ratificadas por los
Estados. En este nuevo modelo político, los
representantes de los Estados del norte pidieron ventajas en materias comerciales, y los
del
sur lucharon por
conservar la
esclavitud.
8. LA FEDERACIÓN: LA CONSTITUCIÓN
La Constitución fue redactada durante el verano de 1787, aprobada por la Convención el
17
de septiembre de 1787 y enviada para su ratificación a los trece Estados el 28 de septiembre del mismo año.
En los debates para la ratificación del texto constitucional los antifederalistas estaban en contra de
instituir
un fuerte gobierno central que
consideraban
parecido
a una monarquía, puesto que concentraba el poder a expensas de la libertad de los Estados; además, consideraban que no sería posible gobernar una república tan extensa sin caer en la tiranía al eliminar la soberanía independiente de cada uno de ellos. Creían que la
nueva Constitución
iba
en contra de los
principios revolucionarios
y de los de
la Confederación. Pero los
federalistas se oponían a estos argumentos al afirmar que no negaban el principio de soberanía sino que lo trasladaban a todo el pueblo. Así se creaba
una
nueva forma de relación
del
gobierno con
la
sociedad.
Jefferson,
antifederalista, manifestó
que no
podía
considerar completo el texto
constitucional
mientras no
se le añadiese
una Declaración de
Derechos, como compensación por haber cedido ante cuestiones importantes en las que no estaba de acuerdo con los federalistas. Madison propuso una serie de enmiendas que constituían
una
garantía
de las libertades humanas. Aseguraban la tolerancia religiosa, la
libertad de
pensamiento,
de prensa,
de reunión
y la libertad
del pueblo para
llevar armas,
constituyendo el conjunto más completo de garantías que ninguna sociedad había tenido
hasta el momento.
Las instituciones políticas inglesas se tuvieron presentes en todo momento, hay que recordar que la mayor parte de los revolucionarios americanos se habían formado en la
metrópoli y en cierto modo, se sentían
culturalmente británicos.
9. LA INFLUENCIA DE LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA
La Constitución americana supuso un antes y un después en la vida política del mundo
occidental. La formación de un nuevo país, con una constitución democrática en la que
se plasmaban de
forma
práctica los principios
enunciados
por
los
filósofos
de la
Ilustración mostraba a los
europeos que
era posible romper con
el absolutismo
monárquico y el conjunto de normas obsoletas del Antiguo Régimen. También a las colonias iberoamericanas llegó el eco de la revolución y tuvo una gran importancia a la hora de
plantear su independencia.
La propaganda del
proceso
revolucionario se extendió gracias a los
diplomáticos americanos y a los militares europeos que habían
luchado en la revolución. En 1789, en Inglaterra, Irlanda, Bélgica, Suiza y las Provincias Unidas se iniciaron protestas poca antes de que estallara la revolución
francesa. En todo
el continente se vivía un
ambiente de levantamiento en contra del orden establecido.
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