5. LA CONSTRUCCIÓN DE LAS GRANDES NACIONES
En la segunda
mitad del
siglo
XIX,
una serie de factores
económicos, sociales e ideológicos crearon un sentimiento de unidad en algunos pueblos con características comunes. Italia
y Alemania obtuvieron
su unidad política bajo una
estructura de gobierno monárquica.
5.1. LA UNIFICACIÓN ITALIANA, 1849-1870.
A mediados del siglo XIX un conglomerado de territorios que habían sido repartidos y reordenados por Napoleón y los congresistas
de
Viena formaban la actual Italia. Desde 1815, la monarquía de Cerdeña, también denominada de Saboya o Piamonte, ocupaba el noroeste de la península y la isla sarda,
actuando de estado-tapón frente a Francia. Hacia el este, la Lombardía y Venecia, pertenecían al imperio austriaco desde 1814. Príncipes austriacos también regían el ducado de la Toscana o los pequeños ducados de Módena, Parma y Lucca. En el centro se hallaban los estados pontificios y en el sur, una rama de los Borbones gobernaba desde 1735
el reino de Nápoles o de las Dos Sicilias.
Estos
estados, además
de diferencias políticas, presentaban enormes contrastes económicos. El norte era la zona más avanzada, con una rica y variada agricultura, además
de una saneada industria textil. Los Habsburgo habían invertido en grandes
obras públicas y creado una amplia red ferroviaria que facilitaba la integración en las
redes
comerciales europeas. En el centro, los Estados Pontificios, separaban este norte modernizado del sur pobre y subdesarrollado.
5.2. El Risorgimento.
El sueño unitario había sido expresado a principios del XIX por los escritos
románticos. Durante los tiempos de Napoleón, floreció un anhelo creciente de resucitar la
grandeza de la antigüedad y del Renacimiento, un resurgimiento que fue
tomando forma apoyado en los movimientos liberales.
Sobre esa
base
ideológica y literaria,
se sustentaron las propuestas políticas
para
la construcción
de la
Italia unificada.
6. LOS INICIOS DEL PROCESO DE UNIFICACIÓN
Las revoluciones románticas y liberales de 1815 y 1830 habían fracasado en Italia. Aun así, la burguesía patriota se había organizado en sociedades secretas. El pensamiento
unitario se fue desarrollando en torno una propuesta, más conservadora, de una unión en torno al Papa, otra, más monárquica, que apoyaba el liderazgo de la casa de Saboya, hasta las concepciones más demócratas y socialistas que aspiraban a la creación de una república. Giuseppe Mazzini fundó en 1831 una asociación política, La Joven Italia, con
el fin de soliviantar a las masas para
expulsar a los austriacos y propiciar la unificación.
Tras
la ocupación
de Ferrara
en 1847 por las tropas austriacas
para
detener la
revolución, los saboyanos
decidieron
apoyar a los milaneses y en pocas
semanas
acordaron la unión
de Piamonte, Lombardía
y Venecia para enfrentarse a los Habsburgo.
Fueron directos al fracaso. Víctor Manuel II de Saboya comprendió la necesidad de buscar el apoyo extranjero y se ocupó de convertir la unidad de Italia en un asunto
internacional. Para ello, se embarcó en la guerra de Crimea (1853-1856) como aliado de Inglaterra y Francia en contra de Rusia, pudiendo exigir en la mesa de negociaciones el
reconocimiento de la
unidad
italiana.
A favor de la unificación estaban los empresarios y comerciantes de toda la península
que abogaban por una infraestructura viaria común y la supresión de las barreras
aduaneras. El primer ministro del Piamonte, Cavour, supo armonizar la confluencia de
intereses políticos y económicos para hacer
posible la unificación.
Nombrado por Víctor
Manuel II
primer ministro del
Piamonte, adoptó
una política económica librecambista. Consiguió aumentar la red de ferrocarriles, la construcción de puertos y apoyó decididamente al comercio exterior. Tendió a la laicización del Estado. El Piamonte de Cavour se convirtió en el punto de referencia de la burguesía liberal de toda la
península.
Desde Saboya, se propuso alcanzar la unidad italiana. Para ello, necesitaba que la
monarquía saboyana se convirtiera en
una potencia media europea. Con
una
sutil destreza diplomática, primero incitó a los franceses y, a continuación consiguió provocar
deliberadamente a los Habsburgo para asegurarse la adhesión de los primeros.
Napoleón III sentía por Italia un afecto especial. Consideraba la consolidación de las nacionalidades como un avance histórico y ante los liberales franceses, le favorecía
mostrarse en contra de la Austria reaccionaria, acordando, en un encuentro secreto, el apoyo francés a la unificación italiana. Saboya declaró la guerra a Austria en mayo de
1849 mientras el ejército francés cruzaba los Alpes.
Ante la conquista de la Lombardía por los saboyanos, los austriacos desplazaron sus tropas por el Rin. Los italianos, crecidos por
la derrota austriaca de Magenta y Solferino, iniciaron movimientos revolucionarios para
derrocar los gobiernos existentes. Entretanto, la opinión pública francesa estaba impresionada por el alto coste financiero y humano
del
conflicto. En el verano de 1859, cuando la situación era favorable a los italianos, Napoleón decidió
interrumpir
la campaña y firmar con
Austria el Armisticio de
Vilafranca. Los Habsburgo cedían la Lombardía al Piamonte pero mantenían el Véneto bajo su dominio.
Pero la unificación era imparable.
Cavour promovió
revueltas en el centro
de la
península consiguiendo que la Toscana, Módena, Parma y la Romaña se incorporasen al
reino
de Piamonte-Lombardía.
Francia
reconoció el extendido
Estado Piamontés
a cambio de Niza y Saboya. Gran Bretaña, por su parte, respaldó este nacimiento que debilitaba a los austriacos y mantenía a raya
a Francia.
El artífice de la unión del sur de Italia fue Giuseppe Garibaldi (1807-1882). En mayo de
1849 organizó un
grupo de 1500 seguidores para efectuar
una
expedición armada contra los Borbones
y desembarcó en Sicilia, donde se le unieron los revolucionarios locales, iniciando su exilio el gobierno de Fernando II. Cavour, dirigió su ejército a Nápoles, y
conquisto el territorio, evitando que Garibaldi convirtiera el territorio en república. Un plebiscito
confirmaba la unión del norte y el sur, quedando fuera Roma y Venecia.
Formalmente, el 17 de marzo de 1861 se proclamó el reino de Italia bajo la corona de
Víctor Manuel II. En 1866, como reconocimiento a la ayuda italiana a Prusia, tras la
batalla de Sadowa, Austria tuvo que entregar Venecia. Cuatro años más tarde, con la caída del Segundo Imperio francés, se retiraron las tropas galas. El ejército italiano cruzó
la
frontera papal y Roma quedó anexionada al reino de Italia después de un plebiscito.
Enseguida se apreciaron las consecuencias de la unificación, tanto la positivas, como la supresión de aranceles, el uso de la moneda única, un código penal uniforme, como las
negativas, entre las que sobresalía el sentimiento de una unión inconclusa y la brecha
abierta entre el Estado italiano y el papado. Del mismo modo se agudizó el abismo entre el norte y el sur.
7. EL PROCESO DE UNIFICACIÓN ALEMANA, 1862-1870
El Sacro Imperio Romano Germánico había ocupado gran
parte de Centroeuropa. Era un territorio
sin fronteras tangibles, donde no existía el concepto de Alemania. Durante el
Congreso de Viena de 1815 se había constituido la Confederación Germánica con 39 estados, entre los que Austria y Prusia irrumpieron como los más potentes, seguidos de
Babiera, Wuttemberg, Hannover y Sajonia, hasta llegar
a las pequeñas ciudades libres de
Hamburgo y Fráncfort. Sólo
había un órgano común, la Dieta federal presidida por el
emperador de Austria.
Entre los estados del norte y auspiciado por Prusia se estableció en 1834 una unión aduanera, el Zollverain. Los
comerciantes y fabricantes comprobaron las
ventajas de esta alianza,
y en poco tiempo, obviando las divisiones políticas, todo el norte se hallaba
enlazado por una
tupida red
de ferrocarriles que
contribuyó a la
unidad alemana.
El fracaso de la revolución de 1848
llenó de confusión a nacionalistas y liberales.
Pretendieron
la unificación alemana de
un modo constitucional,
pero las luchas
intestinas hicieron patente su incapacidad para garantizar
la ansiada
unidad.
Las nuevas revueltas de mayo de 1849 incrementaron el miedo de la burguesía a una revolución social y Austria y Prusia reprimieron los movimientos en su área lo que no impidió el desarrollo económico, ni la continuación del proceso de unificación en Prusia,
al reorientar las ideas
nacionalistas, liberales y sociales hacia la
unificación pero
alrededor de un nuevo imperio. La tenacidad del canciller prusiano Otto von Bismarck
(1815-1898) alcanzará la confluencia.
El reino de Prusia era
un estado con gran
prestigio internacional gracias a su ejército. En
el Congreso de Viena de 1815, había conseguido extender su territorio al anexionarse Renania. La Constitución promulgada por Federico Guillermo IV en 1850, acabó creando una situación de privilegio para los grandes terratenientes e industriales. La burguesía
liberal, reforzada por el crecimiento económico, creó el partido Progresista Alemán, que
obtuvo un gran peso en el parlamento prusiano. En ese tiempo, Bismarck modernizó el ejército y preparo a Prusia para situarla al frente de un nuevo imperio que contrapesase el poder de Austria y Rusia, involucrándose en tres guerras sucesivas. Estableció un gobierno fuerte que superara las críticas del liberalismo y la acción
diplomática necesaria para
excluir
a Austria de la Confederación Germánica.
7.1. La formación del imperio alemán, 1864-1871.
La puesta en
marcha del programa bismarckiano tuvo su primer acto en 1864. La Dieta de la Confederación Germánica
reclamó los ducados de Schleswig-Holstein y Lauenburgo, de población. Ante la negativa
de Dinamarca, la Dieta propuso entrar en guerra para recuperar los ducados. Bismarck
implicó a Austria en la guerra y consiguió Schleswig y el puerto de Kiel.
Dos años después, las disputas por los derechos de paso y el mantenimiento del orden
interno en los Ducados acabarían en una guerra entre Austria y Prusia, que se resolvió brillantemente a favor de la segunda batalla de Sadowa. La rapidez del ferrocarril y el uso
del
fusil Máuser arrasaron con
las tropas austriacas.
Por unas razones u otras, la mayoría de estados aplaudieron a Prusia. Al firmarse la paz
de
Praga, en agosto de 1866, Prusia se extendió sobre Schleswig-Holstein y la ciudad
libre
de Fráncfort. Bismarck terminó con la Dieta federal, reunió a 21 estados formando
la Confederación Alemana del Norte, evidentemente bajo su control, e Italia recibió Venecia.
Para la nueva Confederación, Bismarck dictó en 1867 una Constitución que sancionaba
al
rey de Prusia como jefe hereditario y ante quien era responsable el gobierno. El
Parlamento se dividía en dos cámaras y era elegido por sufragio masculino.
Pero Francia no iba a consentir la existencia de otro estado fuerte al oeste de sus
fronteras.
A pesar de su debilidad, Napoleón III consideraba que una victoria podría
devolverle el poder frente a la opinión pública gala. Pronto surgió una excusa: el trono de
España. La revolución de 1868 habían derrocado a Isabel II y uno de los candidatos al
trono era
Leopoldo de Hohenzollern, primo del rey de Prusia. Francia protestó, pero
Bismarck manipuló un telegrama enviado por el embajador francés al rey de Prusia. La
injuria obligó a Napoleón a declarar la guerra el 19 de julio de 1870 y el 2 de septiembre, tras la batalla de Sedán, Napoleón izó la
bandera blanca rindiéndose con
todo su ejército. En
París, dos días más tarde, una junta de defensa nacional proclamaba la
III
República.
Las
tropas alemanas sitiaron la capital francesa, que se negó a capitular hasta cuatro
meses después.
El 18 de enero de 1871, en el salón de los Espejos del palacio de Versalles, Bismarck
proclamaba del Imperio alemán. El rey Guillermo I de Prusia recibía el título hereditario
de Káiser
del Segundo Reich. El
general prusiano exigió
una elevada
cantidad en metálico, cinco millones de francos oro, y los territorios de Alsacia y Lorena como
reparación de guerra.
Con
la
unificación
de
Italia
y Alemania
se transformó
una
vez más la
geopolítica
europea.
La
idea de
Bismarck
de
una
unificación sin
Austria,
dejaba
aproximadamente
una
sexta
parte
los
germanos
fuera
del
Reich.
Doce
países
y
diez
nacionalidades
tuvieron
que
diseñar
un
futuro
común
alrededor
de
Austria.
Alemania
asumía
su
nuevo
lugar
en
el
concierto
de las naciones.
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