1. EL NUEVO ORDEN INTERNACIONAL TRAS EL CONGRESO DE VIENA
El 6 de Abril de 1814 Napoleón
firmo su renuncia y en
Francia se restauró la Monarquía.
La Paz de París de firmó el 30 de mayo con un Tratado que anunció una segunda fase de la paz al comprometerse todas las potencias a enviar emisarios a Viena para completar los acuerdos reunidos en un Congreso General.
En Viena se reunieron 90 soberanos reinantes y 53 plenipotenciarios de príncipes o Estados desposeídos que reclamaban su restitución. En el tratado de paz los aliados
decían que había
que
procurar un equilibrio real y duradero en Europa, lo que se regularía en un Congreso sobre bases convenidas de antemano. Se defendía la tradición, la legalidad y la monarquía,
pero
ya
nunca fue posible volver al pasado porque las fuerzas liberadas por la revolución dominaron para siempre la nueva época. A la par que
las nuevas ideas conservadoras, se gestaron las liberales posrevolucionarias que fueron
las grandes triunfadoras, las democráticas y las socialistas junto a
las nacionalistas.
El Congreso fue
convocado
por
Gran
Bretaña,
Austria, Rusia y Prusia.
Entre
los personajes más importantes, al lado del ruso Alejandro I y del austriaco Metternich, destacó el francés Talleyrand. Dio comienzo en octubre de 1814, y duró hasta la firma del acta final el
8 de junio de 1815. Prevalecieron las ideas de Metternich, que se
resumen en el intento de no cambiar nada en
el orden político; Austria además consolidó su posición en el norte de Italia y consiguió una salida al mar a través de las provincias Ilíricas. Pero las fronteras que se aceptaron en Viena, con excepción de las de Polonia, fueron las defendidas por Talleyrand. Gran Bretaña fue la gran beneficiada, reconocida
como
primera potencia marítima.
Previamente había quedado acordado que Austria se anexaría el Véneto y la Lombardía;
que Cerdeña recibiría Génova y Saboya; que Bélgica quedaría unida a Holanda, bajo un
rey holandés y libre de Francia y Gran Bretaña; que la orilla izquierda del Rin formaría parte de la Confederación Germánica, repartida entre Prusia y Baviera. La Confederación
Germánica
(Deutscher Bund) fue una unión creada por el Congreso de Viena para
sustituir a la Confederación del Rin que a su vez había sustituido en 1806 por decisión de Napoleón al Sacro Imperio; se pretendía así asegurar la estabilidad de los múltiples
Estados surgidos de aquel
Imperio; agrupó a 39 Estados alemanes soberanos bajo la presidencia
de la Casa
de Austria, siendo los de Austria
y Prusia los más poderosos. Talleyrand consiguió que Murat fuera
sacrificado y el reino de Nápoles devuelto a los
Borbones para satisfacer a España. Prusia y Rusia se repartieron Polonia; Rusia además consiguió Besarabia y Finlandia. Suecia se anexó
Noruega permaneciendo Bernadotte.
Italia quedó repartida en siete Estados: los reinos de Piamonte y de Lombardía-Véneto,
los
ducados de Parma, Módena y Toscana, los Estados Pontificios y el reino de las Dos Sicilias.
El epílogo final fue la creación el 26 de septiembre de 1815 de la Santa Alianza a
propuesta del zar Alejandro I. Junto con Francisco I de Austria y Federico Guillermo III de Prusia, pretendieron forjar un nuevo régimen de paz y gobierno cristiano en toda la faz de la tierra. El objetivo era conseguir una única nación cristiana con un único soberano, Dios. Pero Metternich prefirió una alianza meramente política, y así lo llevó a
cabo el 20 de noviembre de 1815, tras los Cien Días y la llamada segunda paz de París, para evitar cualquier alteración de la Europa de la Restauración: la Cuádruple Alianza entre Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra, a la que se incorporó Francia en 1818; podría intervenir en cualquier país para detener los
movimientos liberales o revolucionarios, dando origen así a la Europa de los Congresos. Pero la diferencia entre Gran Bretaña y
las políticas reaccionarias del resto lo vuelve inoperante desde mediados de los veinte,
dándose por finalizada
la Alianza
a la muerte del zar
Alejandro en 1825.
Las Asambleas Generales que se produjeron por el sistema de Congresos impuesto en Viena,
suponen
el antecedente
de la Sociedad de
Naciones tras la Primera Guerra Mundial, y de las Naciones Unidas tras la Segunda. Fueron las siguientes: Aquisgrán 1818, que acordó la retirada del ejército aliado de Francia; Troppau, en octubre de 1820,
ocasionada por la agitación revolucionaria en el Sur de Europa; éste se continuó en Laybach de enero a mayo de 1821, con la participación de Austria, Rusia y Prusia, porque los ingleses no quisieron intervenir y los franceses se mantuvieron al margen. En Verona, el 20 de octubre de 1822 se decretó la intervención militar extranjera en España
para
acabar con el Trienio Liberal, encomendada a Francia, iniciándose el 7 de abril del
año siguiente.
La ocasión para materializarse las diferencias entre los miembros de la ya Quíntuple Alianza, y llegar a su final, se produjo por el caso griego, que entre 1821 (alzamiento
contra Turquía), y 1829 (Paz de Adrianópolis), fue la primera divergencia de los aliados, manteniéndose
Austria y Prusia
neutrales
mientras que
Gran
Bretaña y Rusia
se comprometieron en 1826 a obtener la independencia griega, a lo que se adhirió Francia
en el Tratado de Londres de 1827. A partir de ese inicio de disolución, en Inglaterra se
siguió la política de no intervención. En América imperó desde diciembre de 1823 la doctrina “Monroe”, limitando la posible intervención europea en las antiguas colonias
americanas a favor de la restauración de la antigua situación, como parecía imponer la
época. Fue apoyado por
Inglaterra.
Finalmente, las revoluciones de 1830-1832 dieron
al traste
con este sistema internacional, produciéndose un gran impulso del liberalismo y un gran aumento del peso del nacionalismo.
2. LA RESTAURACIÓN EUROPEA Y LOS FUNDAMENTOS MODERADOS DE LAS NUEVAS CONSTITUCIONES: LOS MODELOS PARLAMENTARIOS FRANCÉS Y BELGA
Tras los avatares del continente se llegó a la conclusión de que no se podían obviar los
avances revolucionarios.
Llegaba el momento de la moderación de la revolución para
estabilizarla.
En 1814, después de la primera abdicación de Bonaparte, los aliados consintieron la
restauración de los Borbones en Francia. Los aliados llegaron el 31 de marzo a París, y
en dos meses, el 2 de junio, se promulgó la Charte o nueva Constitución, que fue redactada por el Senado napoleónico.
Talleyrand obtuvo el voto del Senado para que el hermano del Rey estableciera un
gobierno moderado y sensato. Así que la autoridad saliente, el Senado de Napoleón, otorgó legitimidad a
la autoridad entrante.
El futuro Rey aceptó las bases aunque requirió alguna reforma en las mismas, y en Saint Ouen prometió y confirmó algunas conquistas revolucionarias que se incorporaron a la Carta Constitucional.
Pero Luis
XVIII
murió en 1824 y le
sucedió su hermano Carlos X (1824-1830),
convencido restaurador del absolutismo. Quiso la restauración de los mayorazgos y llegó
a conspirar contra su primer ministro, llegando la revolución tras las Ordenanzas de
Julio por el peligro que se sentía de liquidación del sistema.
Fueron los políticos más relevantes de la monarquía de Luis Felipe tras la revolución de 1830
quienes abrieron
el camino a
la
aplicación
del
modelo de gobierno parlamentario en
Francia y de ahí al resto de Europa: Thiers introdujo de hecho un principio no escrito pero básico del mismo: la dependencia ante las Cámaras del propio Rey al escoger a sus
ministros; propuso restaurar antiguas libertades violadas y para ello buscó al príncipe
que
ofreciera garantías políticas y constitucionales y más próximo posible al monarca
depuesto: Luis Felipe era primo de Carlos X y, por lo tanto, Borbón. Se consiguió así la casi-legitimidad para mantener una legitimidad monárquica ajena al voto popular. Dos
días de barricada
en 1848, acabaron
con
esta monarquía.
Si la época revolucionaria se caracterizó
por
el predominio de
la Asamblea,
la restauración se caracterizó por el reequilibrio de poderes a favor del Ejecutivo, en manos
del Rey
y,
a partir de ahora,
también del
Gobierno responsable ante las Cortes y
renovable: el “otro Ejecutivo”.
La Asamblea Única se sustituye por un sistema bicameral; el sufragio pasa a ser directo y censitario; los antiguos secretarios del Rey, ahora ministros del Rey, tienen asiento en el Legislativo y pasan
a ser ante ella responsables, aunque todavía lo recojan
únicamente
los
reglamentos de las Cámaras. En definitiva, el cambio básico es la parlamentarización de la Monarquía.
El constitucionalismo europeo evolucionó entonces hacia una ambigüedad exigida por la
presencia en el sistema constitucional de
una
autoridad tradicional, la Monarquía, que
representaba el orden y la unidad de acción, en el sistema de avance imparable que significaba el liberalismo. Se empezó a ver en la soberanía nacional el instrumento de todas las revoluciones, y temieron por su permanencia frente a las tendencias sociales y
democráticas. Monarquía y Liberalismo no parecían fácilmente conjugables hasta que surgió la nueva
teoría durante la revolución.
3. LA NUEVA CULTURA POLÍTICA TRAS LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Los “ismos”, tanto políticos como sociales, surgieron por Europa tras 1815. Fue causa
relevante de ello el ejército napoleónico que destruyó el viejo orden. Europa se metía en
lo que casi no comprendía: industrialización y democracia.
Ante la extraordinaria ola revolucionaria producida desde finales del XVIII, surgieron los críticos de la revolución; a
partir
de ahí no se hizo esperar una reacción conservadora.
En Inglaterra (Gran Bretaña desde 1707 y Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda desde
1801), su liberalismo se formó en torno a los utilitaristas de Jeremy Bentham, que comenzaron a destacar en 1810. Los utilitaristas eran profundamente racionalistas de tendencia ilustrada y prácticos, como su nombre indica; contrarios absolutamente a la
tradición, proponían cambios radicales si era necesario, pero fueron
evolucionando hacia
los
economistas políticos y la moderación.
A su lado, tuvieron gran influencia en el liberalismo inglés los economistas políticos; fue en esta época cuando se desarrolló el pensamiento político que habían iniciado en su
momento los
fisiócratas franceses y Adam Smith. Fue David Ricardo quien marcó la cumbre
de este pensamiento en 1817 con
sus Principios de
economía
política
y tributación (ley de hierro de los salarios, teoría del valor del trabajo en la que se inspiró
Marx).
En Francia, la corriente conservadora más radical, los “ultramontanos”, rechazó la idea de
contrato social y creyó en un régimen inevitable establecido por Dios. Apoyaron la
monarquía de derecho divino reanudando la tradicional unión del Trono y el Altar. Igual que los ingleses sostuvieron que el orden social natural era el tradicional, el sancionado por la historia.
La Fayette seguía siendo enteramente revolucionario, y en el medio se situaban los monárquicos liberales que
defendían
una monarquía constitucional;
unos
según el modelo revolucionario,
de primera
hora, y otros
que ya
buscaban
una solución moderada.
En Alemania, la humillación sufrida a manos de los ejércitos napoleónicos originó el nacionalismo. Los grandes
del pensamiento alemán lo
predicaron,
liderando intelectual y culturalmente la nueva época que comenzaba con la Restauración. El nacionalismo defendía
la nación como persona social, por lo que las naciones tenían derechos también.
Tanto conservadores como socialistas en Francia buscaron un nuevo orden, mientras en Gran Bretaña triunfaba un fuerte individualismo liberal. La paz de Viena no contó todavía con los trastornos sociales y económicos propios de la época, y el dominio
conservador hasta 1830 llevó a descubrir los defectos de la burguesía, destacándose especialmente su indiferencia
al sufrimiento de los pobres, su
falta
de
sentido social.
Así fue surgiendo el pensamiento social del siglo XIX, a raíz de la indignación que se
producía en
los pensadores sociales
el
que el trabajo fuera considerado como una
mercancía, lo que convertía la libertad burguesa en explotación. El pensamiento social
en el XIX se diversificó en tres corrientes: la liberal, la conservadora y la socialista; ésta luchaba por la igualdad real, económica, y no sólo formal, política. El propio socialismo
antes de Marx fue una forma de romanticismo. Las revoluciones de barricadas, de 1830 y de 1848, ya
fueron
románticas.
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