1. EL DESBORDAMIENTO LIBERAL EN LAS SUCESIVAS OLEADAS REVOLUCIONARIAS Y EL SURGIMIENTO DE NUEVAS NACIONES
1.1 Las revoluciones de 1820 y 1830.
El nuevo ciclo revolucionario. Hubo muchos
descontentos tras la paz posnapoleónica y frente a las políticas reaccionarias de la Santa Alianza: entre ellos los nacionalistas,
demócratas y algunos liberales.
Existían numerosas sociedades secretas de carácter muy diverso, tanto revolucionarias como
ultraconservadoras.
El programa
más general
de los carbonarios pedía
el sufragio general e instituciones representativas, en otro nivel pedían la democracia y la república
y en
el círculo más elevado, pretendían una dirección común de todos los movimientos
europeos y se conocí el credo secreto, el comunismo de Babeuf.
Desde 1815 hubo en Europa una “epidemia de conspiraciones” y entre los gobernantes
de la
Restauración
surgió un miedo extremo
a que se reavivara la
hoguera
de la
revolución. A la
amenaza revolucionaria española
se sumó el progresivo
triunfo en Francia de la izquierda.
Grecia estaba bajo el dominio otomano desde siglos atrás. En 1821 se levantaron contra los turcos, influidos seguramente por la burguesía comercial culta que iba surgiendo, la sociedad
secreta nacionalista que se había formado y el propio patriarca griego de
Constantinopla. En 1822 la Asamblea nacional proclamó la independencia y estableció
una
Constitución como la española de 1812.
A partir
de ese año y hasta 1827, la
colaboración
egipcia
con los
otomanos
fue importante para que los griegos fueran derrotados. El tratado de Londres de ese año,
significó
la
intervención europea a favor de Grecia que consiguió derrotar a la flota
egipcia, y en ese año llegó la derrota turca de Navarino. Sin embargo, la invasión de la zona por Rusia y Francia,
llevó a los ingleses a iniciar negociaciones con el Imperio
Otomano para evitar la caída de Constantinopla en manos rusas. En 1829 se firmó el Tratado de Adrianópolis por el que se reconocía la autonomía de Grecia, Serbia y los principados rumanos de Valaquia y Moldavia. Finalmente, en 1830, Grecia obtuvo la independencia.
En los pequeños Estados Italianos, se produjeron levantamientos en los ducados de
Parma y Módena contra el poder temporal de los Papas y contra Austria. Pretendieron acabar
con el poder absoluto para proceder a la unificación. Pedían Constitución y
Mercado Único. En julio de 1820 se produjo la revolución de Nápoles como eco fiel de la española, dirigida por los carbonarios. El rey de las Dos Sicilias, que prometió una Constitución, dejó que los austriacos aplastasen la revolución entre febrero y marzo de
1821, y que se mantuviesen tropas en el territorio. En esta última fecha, se produjo el
alzamiento en el Piamonte que llevó a la abdicación del Rey Víctor Manuel, siendo nombrado regente Carlos Alberto, miembro de su familia; juró la Constitución española, pero
pocos días después se volvió al viejo orden.
Fue ésta una preocupación
especial de Metternich, que hacía vigilar
a los revolucionarios
de
los distintos Estados. En Los Estados Pontificios se crearon las Provincias Unidas Italianas en 1831, pero no recibieron
ayuda
de Francia
y fueron reprimidos por
Austria. Los Estados Germánicos se reordenaron en la Confederación Germánica que agrupaba a 39 Estados, heredera de la Confederación del Rin. Fue iniciativa de Rusia y Austria para
garantizar
la seguridad
en torno a un gobierno reaccionario.
La única institución conjunta era la
Dieta, un
congreso de delegados que tenía
su sede en Fráncfort
am Main. En varios estados se movilizaron los estudiantes y formaron sociedades secretas para pedir unidad nacional y
Constitución. Consiguieron las abdicaciones de los reyes de
Brunswick, Sajonia, Hesse-Kassel y Hannover; pero Metternich consiguió detener el
proceso con dura represión.
Prusia, presionada por Austria, se resistió también a la revolución, pero canalizó las
aspiraciones liberales con el Zollverein o unión aduanera de los Estados del Norte de
Alemania, que fue fundamental en el desarrollo industrial. Se llevó a cabo en 1834 entre Prusia,
Sajonia, Baviera y otros catorce estados menores; quedó fuera Austria, que
presidía la
Dieta, renunciando así a su posición de jefe de la Confederación. Acabó
siendo la base de la unidad nacional.
En Portugal también se produjo entre agosto y septiembre de 1820 una revolución liberal,
adoptándose
las
reglas
electorales
españolas
para convocar
Cortes Constituyentes; éstas se reunieron en 1821 y originaron la Constitución de 1822, fiel
trasunto de la gaditana. Se organizó una monarquía constitucional bajo el rey Joao VI, con
una
Asamblea única. Pero en 1823
fue
restablecido el absolutismo, como en
España.
En 1826 murió el rey, y su primogénito, Pedro IV, emperador
del
Brasil desde septiembre
de
1822, fecha de la independencia, otorgó la Carta Constitucional y abdicó la corona portuguesa en
su hija Doña María de la Gloria. Introducía en ambos países, el modelo de
Monarquía Constitucional de
gobierno parlamentario, la moderación de la revolución,
además de la excepción de reconocer por única vez en un texto constitucional del XIX el Poder
Moderador del Rey.
Esta carta fue suspendida por la vuelta de D. Miguel, hermano de D. Pedro, desde el
exilio en 1828 a través de un golpe que restauró el absolutismo, comenzando así, como en España, una guerra civil que duró hasta 1834, entre los absolutistas seguidores de D. Miguel, y los liberales que apoyaron a María Gloria. En 1834 se restauró el liberalismo
siguiendo el mismo proceso que en España: en 1836 se retomó la Carta de 1826 para
reformarla en sentido avanzado en 1838; pero en 1842 fue restaurada en su forma
primera
tras
la revuelta de Costa Cabral, y ya
duró hasta
la proclamación
de la
República
en 1910.
Polonia había sido dividida en el nuevo mapa europeo de 1815 en tres partes, austriaca,
prusiana y rusa, y desde entonces se fue gestando un
sentimiento nacional que llevó a la revolución en noviembre de 1830,
favorecida por la movilización del
Ejército hacia Bélgica. Este movimiento
revolucionario dio
origen a un gobierno provisional, una
Constitución y la anexión de Lituania. Pero no tuvo el apoyo europeo, fue reprimida por Austria y Prusia y en
septiembre de 1831 anexionada por Rusia.
En Rusia, concretamente en San Petersburgo, también se sublevó el 17 de octubre de 1820
una
compañía del regimiento de la guardia imperial. Alejandro, partidario de
algunas reformas, acabó entregándose a la política de Metternich, y cuando desapareció en 1825, dejó a su hermano menor Nicolás como heredero, lo que produjo revueltas y manifestaciones a favor del mayor, Constantino. Nicolás, durante su reinado, se dedicó a
evitar la
propagación de las ideas liberales, cerrando por completo las fronteras.
Los acontecimientos de 1830 en Francia se produjeron ya bajo el nuevo reinado de
Carlos X que había sucedió a Luis XVIII en 1824. Desde 1826 en el ámbito económico se
sumó una crisis de subsistencias por la incorporación a la revolución industrial. Las
cuatro ordenanzas de julio de 1830 ocasionaron
el levantamiento de París. Los diputados
que
estaban en París nombraron
rey a Luis Felipe de Orleáns. Así se inició el nuevo reinado burgués.
La revolución del 30 repercutió en Bélgica que aprovechó para separarse de la Holanda protestante, optando por caer bajo la influencia francesa. Se formó así un nuevo reino con las provincias de Flandes y Brabante. Los belgas pidieron en agosto, en Bruselas,
independencia y Constitución, y optaron por Leopoldo de Sajonia-Coburgo, como Rey constitucional.
En Inglaterra, entre 1780 y 1830 se fue desarrollando el proceso de concentración en fábricas de algunas industrias. En esa época, en el resto del país, la industria siguió
realizándose en pequeños talleres. La gran transformación de la economía, de doméstica a fábricas de producción en serie, se produjo después de 1830; eso fue así tanto como
por la eficiencia
agrícola, como por la mejora de las comunicaciones, con caminos de peaje y canales, la
disponibilidad de crédito y la movilidad de la mano de obra. La urbanización ocasionaba nuevas tensiones y la sociedad se polarizaba cada vez más por clases sociales. Fue el rápido crecimiento de las ciudades industriales, después de 1800 lo que originó el nacimiento de la
clase obrera. Las aspiraciones de esta clase fueron articuladas por el denominado “cartismo”, organizado por las sociedades y sindicatos;
pero
todavía no era una clase obrera homogénea.
La Ley de Unión de 1800
fue
más crucial en Gran Bretaña que la
revolución francesa
o la
ley
de la Reforma de 1832, incorporando Irlanda al Reino Unido y por
tanto colocando los problemas
irlandeses en primer lugar del programa político británico, ya que los 100
miembros que representaban a la provincia en Westminster estaban decididos a ejercer influencia decisiva. El derecho al voto lo determinaba la posesión del dominio absoluto de 40 chelines, que en Irlanda pocos los poseían. Casi el 80% de la población irlandesa era católica, pero los católicos no tuvieron derecho a ser candidatos hasta 1829, aunque
sí electores. De las otras iglesias, la
mayor era la presbiteriana en el Ulster. Existían
asimismo diferencias económicas, frente al a cada vez más industrializada Inglaterra,
Irlanda era predominantemente rural.
La Ley de reforma de 1832 significó la adaptación del Reino Unido a las exigencias
parlamentarias y a raíz de esta ley se pudieron aprobar muchas otras de carácter social,
la
abolición de la esclavitud, la de Educación, la reforma matrimonial, la supresión del
diezmo
y desde 1846
el fin del proteccionismo sobre los cereales y el triunfo del
liberalismo. En
1847 se llegó a la ley de 10 horas por presión del cartismo.
En Suiza el ejemplo francés influyó para iniciar
la reforma cantonal en sentido liberal.
2. DESDE LA RAZÓN AL ESPÍRITU: EL ROMANTICISMO
Rousseau fue el profeta del romanticismo. Luego, Kant, Fichte y Hegel profundizaron en la relación del espíritu humano y el universo. Con ellos se desecharon los sentidos como
único
medio
del
conocimiento, llegando a decir que el mundo exterior era un mero producto de nuestra imaginación, incluso la propia naturaleza sería una creación del alma. Los románticos se excusan en Dios y el destino que los ha hecho así. En
ese nuevo
culto al espíritu descubrieron las ventajas de la Edad Media frente al Renacimiento, la
ventaja de las catedrales y castillos. Entre 1810 y 1830 ejerció su máxima influencia el
romanticismo:
En Inglaterra, Wordsworth, Coleridge,
Shelley,
Byron,
Keats fueron nombres célebres. Madame Stäel popularizó en Francia a los alemanes con su obra
Alemania, y entre la María Estuardo de Schiller que llegó a Francia en
1820 y Hernani de Víctor Hugo que la revolucionó en 1830, el romanticismo también allí salió triunfante; se sumaron Lamartine
y Alejandro
Dumas, que
con Hugo fueron los escritores
más eminentes de la época; hay que añadir a Musset, Stendhal, Balzac y Sand como mínimo.
En
pintura, Delacroix y en música Chopin y Liszt que estaban en París, completan un panorama cultural apabullante, lo que no evitó la guerra entablada entre “románticos” y
“clásicos”; no en vano el romanticismo trastocaba todas las reglas.
Víctor Hugo sostuvo en 1830 en su obra Hernani, que el romanticismo era el liberalismo en literatura y que la libertad literaria era hija de la libertad política. Surgía así también la literatura nacional.
En Alemania, Goethe, que se convirtió en la figura más grande de la literatura alemana, finalmente denigró el romanticismo. El romanticismo no siguió una misma corriente política. Abarcó desde Chateaubriand que fue católico y monárquico hasta Víctor Hugo
que
llegó a ser republicano y liberal, e incluso revolucionario. No en vano se trataba de seguir los sentidos y la intuición
frente a la razón
y las reglas establecidas, y hacerlo todo apasionadamente. Era llevar a
todos los ámbitos la defensa de la libertad frente a la
autoridad.
Surgió el concepto de arte democrático popular. Se acudió también a países exóticos, surgieron personajes orientales.
Finalmente, así como en música vivimos todavía de la época romántica: Beethoven,
Haydn, Schumann, Schubert, Chopin, en pintura el romanticismo ha sido reemplazado sucesivamente por
múltiples
movimientos artísticos, como el naturalismo,
el impresionismo o la abstracción. Del mismo modo, el romanticismo fue el sustituto en la creación literaria por el realismo
y el naturalismo; y
en el pensamiento por el
positivismo.
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