lunes, 24 de junio de 2013

Las Consecuencias de la expansión romana

El sometimiento de amplias zonas del Mediterráneo, no se acompañó de una paralela adecuación de las instituciones republicanas, propias de una ciudad-estado, a las necesidades de un imperio. Tampoco el orden social supo adaptarse a los radicales cambios económicos. Todo esto precipitará una múltiple crisis política, económica, social y cultural, que, iniciada hacia mitad del siglo II a.C., sólo se concluirá, a fines del siglo siguiente, con la liquidación de la República y con la fundación de un régimen monárquico.

Transformaciones Políticas.

El delicado equilibrio entre las tres instituciones básicas de la república fue puesto en entredicho como consecuencia de la profunda conmoción causada por la segunda guerra púnica. Su desenlace significó un aumento del papel rector del senado. Tras la victoria, Roma se lanzó a una política de expansión por el Mediterráneo, para lo que no contaba con una infraestructura idónea. Fue el Senado el que condujo dicha expansión. Incluso, el tribunado de la plebe, perdió su carácter “revolucionario” para convertirse en un instrumento más de poder de la institución.
En cuanto a las asambleas, existían fuertes limitaciones al ejercicio de su teórica soberanía, que permitían convertirlas en dóciles instrumentos del poder del senado. La dispersión de los ciudadanos hacía muy difícil el ejercicio del voto para quienes vivían fuera de Roma. Su composición quedó restringida al proletariado urbano, fácil objeto de control y manipulación.
El senado, aunque sólo era un consejo asesor, se elevó sobre asambleas y magistraturas, para decidir en otros los ámbitos de política interior y exterior, así como en el decisivo campo de las finanzas.
Los senadores se convirtieron en una aristocracia agraria, ya que debido a una lex Claudia, en el año 219 a.C., les excluyó de las actividades ligadas al comercio marítimo y a los negocios de capital mueble, por considerarlas indignas de su rango, fijándolos así a la economía agraria.
El estamento senatorial destacó del resto de la sociedad con rasgos típicos, como el monopolio del poder político y la limitación de la actividad económica a la propiedad inmueble; y con signos exteriores como la túnica orlada con una franja ancha de púrpura, sandalias doradas, anillo de oro, etc. con esta diferenciación los senadores se separaron del resto de las clases más acomodadas como son los caballeros (equites), en la que hasta entonces se hallaban incluidos.
Dentro del propio estamento senatorial, se produjo, en la primera mitad del siglo II a.C., un proceso de restricción, que limitó el efectivo control del poder a un número reducido de familias. Esta oligarquía, denominada nobilitas[1], monopolizó la investidura de la más alta magistratura. El pueblo aceptó el sistema, al que se sentía ligado por vínculos de dependencia social y moral con los miembros de la aristocracia.
En el interior del senado, el modo de hacer política estaba regulado por un juego de alianzas entre individuos, familias y grupos, movidos por intereses personales, familiares y sociales. Una clase restringida, convertida en oligarquía cerrada, puso a su servicio los instrumentos constitucionales del Estado para materializar sus intereses particulares.
El senado, introdujo una serie de medidas dirigidas a controlar las conductas de sus miembros, y a frenar la posibilidad de “carreras” espectaculares que pusieran en peligro la cohesión y la necesaria igualdad del grupo. En el año 180 a.C., la lex Villia regulaba el acceso a las magistraturas. Estas medidas de protección fueron extendidas a otros campos, como el de la corrupción electoral o la ostentación incontinente en el ambiro de la vida privada.
Esta política interior no puedo extenderse al ámbito de la política exterior. Era sin duda, la actividad pública fuera de Italia la meta política más ambicionada, ya que en el exterior no se llevaban a cabo las medidas de control que si se realizaban a los magistrados de la ciudad de Roma. El sistema de gobierno provincial, fue el que más claramente puso de manifiesto la discrepancia entre la estructura político-social de Roma y el inmenso ámbito de dominio del imperio.


El Sistema de gobierno provincial
Las provincias eran administradas por un pretor, con poder civil y militar, que gobernaba con la colaboración de un cierto número de ayudantes. Ante el aumento del número de provincias, se prefirió conferir el gobierno de las provincias a antiguos cónsules o pretores, con el nombre de procónsules y propretores, respectivamente.
Las comunidades recibieron diferentes estatus, de acuerdo con las características que habían revestido su sumisión a Roma. Las tareas del gobernador apenas iban más allá de asegurar la explotación económica de la provincia bajo presupuestos de paz y seguridad. El senado confió el cobro de los impuestos y la explotación de los recursos provinciales a compañías privadas (los publicani).
El sistema de gobierno provincial fue oportunista e inadecuado. El poder del gobernador en su provincia era absoluto, sin las limitaciones constitucionales impuestas a los magistrados que cumplían sus funciones en Roma. Los súbditos apenas contaban con recursos legales para defenderse. El senado se vio incapaz de juzgar y condenar los comportamientos indignos de sus propios miembros en territorios muy alejados de Roma. El único recurso de los súbditos fue dirigirse a personajes influyentes del orden senatorial y buscar su protección como patronos. Sólo en el año 149 a.C., con la lex Calpurnia, se creó un tribunal permanente para juzgar los delitos de extorsión. Pero los tribunales estaban compuestos de senadores, sin medios ni voluntad para condenar a miembros de su propio estamento.
Los aliados Itálicos.
La confederación itálica se resintió de la inadecuación de las estructuras  a las nuevas necesidades de gobierno. Las relaciones se basaban en dos principios fundamentales: la autonomía interna de las ciudades aliadas, y el convencimiento de los aliados a gozar de unas ventajas como contrapartida a las limitaciones impuestas por Roma.
En la época de la expansión, el gobierno aumentó sus exigencias hacia la confederación. La contribución de soldados aliados a las guerras del siglo II a.C. superó a la de los propios romanos, en cambio, su participación en los beneficios fue muy inferior.
Las capas dirigentes de las comunidades itálicas se beneficiaron de las nuevas posibilidades de enriquecimiento, pero el conjunto de la población experimentó las consecuencias negativas del desarrollo económico. Fue creciendo en los habitantes de las comunidades itálicas el convencimiento de que la alianza no compensaba la pérdida de autonomía.

Transformaciones económicas y sus repercusiones sociales.

La expansión de Roma en el siglo II a.C., significó una masiva afluencia de riquezas. Ese capital fue invertido de acurdo con las directrices y tendencias más evolucionadas del pensamiento helenístico. El orden social tradicional fue incapaz de acomodarse paralelamente al nuevo desarrollo económico.
La crisis de la pequeña propiedad agrícola.
La agricultura constituía la base económica de la sociedad romana. La devastación del territorio italiano en la segunda guerra púnica significó la runa de muchas parcelas agrícolas. En la Italia meridional, donde el Estado confiscó tierras a aquellos que habían apoyado a Aníbal, se fundaron colonias en el primer decenio del siglo II a.C. Pero fue en las tierras arrebatadas a los galos en el valle del Po donde se concentró la política de colonización, como solución militar y social. Esta política fue muy limitada, sobre todo en el tiempo, ya que una vez que se agotó el objetico de pacificación y reforzamiento de la frontera septentrional, se abandonó.
Las razones de esta pobre política hay que buscarla en la presión del capital. Una vez acabada la guerra, la activa política exterior hizo afluir a Roma un ingente número de riquezas; estos beneficios, desigualmente repartidos, contribuyeron a acentuar las desigualdades sociales. Sus beneficiarios fueron las clases acomodadas y, en primer término, la oligarquía senatorial. La más estrecha comunicación con las gormas económicas imperantes en el mundo helenístico y la ampliación de los mercados al conjunto del Mediterráneo encauzaron las inversiones hacia un  nuevo tipo de agricultura capitalista, que causó la ruina de la pequeña propiedad agrícola.
Muchos campesinos habían muerto en la guerra contra Aníbal, y sus tierras quedaron abandonadas. Los supervivientes se vieron en la imposibilidad de rehacer sus haciendas. El campesino estaba obligado a prolongadas ausencias para participar en las campañas militares. Su propiedad se veía perjudicada por el abandono; la reanudación de la explotación requería unos medios económicos que el campesino no tenía, sólo podría conseguir este capital, mediante préstamos, que en ocasiones, le era imposible devolver. Cargado de deudas, no tenía otra solución que malvender su campo a los grandes propietarios, dispuestos a comprar, y emigrar a Roma con su familia, esperando encontrar allí otras posibilidades de subsistencia.
De este modo se transformó el modo de explotación agrícola; en lugar de una economía de subsistencia, se extendió ahora la empresa agrícola racional, denominada la Villa.
La agricultura de la villa se caracteriza y se define por el carácter de la producción, destinada, no al consumo directo, sino a la venta. El propietario es absentista. Esto supone una organización racionalizada de trabajo y una especialización en productos determinados y rentables, teniendo en cuenta las necesidades del mercado y las posibilidades de ganancia. Es fundamental el trabajo esclavo, que caracteriza el modo de producción de etas propiedades. El propietario procura sacar la mayor rentabilidad posible, no mediante un aumento de la producción, sino con la bajada de los costes.
El desarrollo de la Esclavitud.
La esclavitud se desarrolló en consecuencia de los cambios que sufre la economía la orientación de la agricultura hacia una economía de mercado exigía la disposición de una mano de obra barata.
Las fuentes de la esclavitud no se reducían a los prisioneros de guerra. Se completaban con otras de mayor o menos importancia, como la piratería, la propia descendencia de los esclavos, la venta de niños, pero, sobre todo, con mercados regulares, cuyos centros estaban distribuidos a lo largo de todo el Mediterráneo.
El esclavo era considerado un simple objeto, desprovisto de personalidad jurídica y perteneciente en su totalidad a otro individuo. El rasgo fundamental de la esclavitud es su carácter de meros instrumento de producción, con medidas de control y vigilancia contra las posibles reacciones de resistencia y rebeliones.
La formación del proletariado rural y urbano.
Las ventajas económicas de las nuevas orientaciones de la agricultura tuvieron un desastroso reflejo en el ámbito social. La creación de grandes masas de proletariado rústico y urbano que desestabilizaron la sociedad.
Fruto de la crisis de la pequeña propiedad agrícola, se produjo un éxodo hacia la ciudad y en especial, hacia Roma. Las posibilidades de trabajo no podían absorber la oferta continuamente creciente no sólo de campesinos romanos sino también de aliados itálicos. La consecuencia fue la formación de un proletariado urbano, la plebs urbana, que hubo de soportar los problemas de este crecimiento demográfico irracional.
Las asambleas populares continuaban siendo un organismo vital dentro del mecanismo político, se elegían a los magistrados y se votaban las leyes. La extensión de la ciudadanía y del ager hizo cada vez más difícil el desplazamiento a Roma de buen número de ciudadanos. La consecuencia fue la trasformación de estas asambleas en reuniones de habitantes de la Urbe, en su mayor parte, proletariados desclasados.
Los miembros de la nobleza senatorial, utilizaron los más diversos medios para aumentar su popularidad sobre la plebs urbana. Esta plebs urbana se convertiría en un elemento fundamental de la realidad social y política de la república.

Los Publicani y el orden Ecuestre.
Las otras ramas de la actividad económica experimentaron también un decisivo impulso como consecuencia de las nuevas relaciones políticas y económicas con todos los países del ámbito mediterráneo.
En las manufacturas, las guerras púnicas desarrollaron extraordinariamente el artesanado. Se desarrolló una notable industria metalúrgica. Por otra parte, la corriente de riquezas procedente de las guerras de conquista y de la explotación de las provincias favoreció una mayor especialización y refinamiento. Aunque Roma nunca fue una ciudad industrial, actuó como polo de atracción de un comercio internacional y ofreció nuevas posibilidades para muchas familias arruinadas por la crisis de la pequeña propiedad.
Pero sobre todo, el final de la segunda guerra púnica y la intervención en Oriente, supuso una apertura del comercio a las nuevas posibilidades de desarrollo. Ofreció un amplio campo de negocios, ligado al tráfico de mercancías, productos agrarios, materias primas y manufacturas, pero también, se incrementaron los negocios monetarios y otras actividades conexionadas con el capital mueble. Surgió en Roma una nueva clase capitalista.
Pero Roma no desarrolló al compás de su extensión, un aparato de funcionarios que cuidara de la gestión de los intereses económicos del Estado y de los servicios públicos. Fue necesario recurrir a empresarios privados, que recibían en arriendo del Estado las tareas públicas, con posibilidad de lucro. De ahí, el nombre que recibe esta nueva clase: los publicani. Esto interesaba a distintos grupos sociales, en dos vertientes principales: por un lado, las contratas de servicios estatales –proveedores de ejército y ejecutores de obras públicas, entre otros- y por otro lado, los arrendamientos y la recaudación de impuestos, derechos de aduana y tributos en las provincias.
Las primeras empresas privadas se remontan a la segunda guerra púnica. El volumen creciente de negocios trajo consigo la necesidad de una colaboración entre varios empresarios. Así fueron formándose compañías para las grandes actividades económicas estatales y, en especial, para el arriendo de todos los ingresos públicos de una provincia en su conjunto.
Estos hombres de negocios pertenecían a la clase acomodada de Roma. Eran el grupo más rico, y eran incluidos en las listas del censo como equites, en las centurias de caballeros, por encima de la primera clase propietaria. En el ejército, servían en la caballería con un caballo del Estado o, en número todavía mayor, con armamento y caballo propio. La lex Claudia había excluido a los senadores del comercio y la banca; posteriormente, otras disposiciones legales los aislaron de las clases más acomodadas, al obligarles a entregar el caballo del Estado y a votar al margen de las centurias de los caballeros. Este aislamiento de la clase senatorial sirvió indirectamente para caracterizar a los caballeros como estamento definido de la sociedad romana, no tanto por separación de ellos del estamento senatorial, como por la diferenciación de la clase senatorial del resto de la sociedad.
El fundamento económico de la posición social de senadores y caballeros se basaba en el latifundio. Pero la consideración de la tierra como base y medida de importancia social, dirigía los capitales, conseguidos con otras actividades, a la agricultura. Las actividades mercantiles y comerciales, así como la especulación monetaria y el arriendo de contratas estatales eran otros medios de inversión, libres para los caballeros, pero no del todo vedados para los senadores, que las practicaban a través de intermediarios.
Pero fueron los ingresos procedentes de la política exterior los que con mayor fuerza contribuyeron al enriquecimiento  de la oligarquía. Había muchos medios de ganancias para los senadores, en su carácter de detentadores del poder político y militar; también para los caballeros estaban abiertos los recursos económicos de las provincias, no sólo a través del desarrollo de actividades comerciales y de transporte marítimo, sino, sobre todo, por el arrendamiento de la recaudación de ingresos e impuestos estatales.
En resumen, si existe una diferenciación en la cúspide de la sociedad romana, son más numerosos los intereses que los unen que aquéllos que los separan, frente al abismo que los distingue del resto de la sociedad.  Esta coincidencia de intereses no podrá evitar que surjan discrepancias, por la inflexibilidad del sistema y por la falta de mecanismos para superar eventuales conflictos. Uno de ellos era el sistema de adjudicación de los arriendos públicos, en manos de los senadores; otro, la composición, exclusivamente senatorial, de los tribunales creados por la lex Calpurnia, que juzgaban los abusos de poder y extorsiones económicas. Los caballeros, en la explotación de las provincias, estaban también expuestos a procesos criminales y se sintieron amenazados por el poder judicial de los senadores. Ello conducirá a un proceso de diferenciación política entre los dos grupos; de deterioro de las relaciones y de abierto enfrentamiento, después.

Transformaciones Religiosas y Culturales

Los romanos habían sufrido la influencia de la civilización griega desde tiempos remotos, primero, a través de los etruscos y, posteriormente, de forma directa, a partir del siglo III a.C., cuando ocuparon la Magna Grecia.
Con la intervención romana los contractos entre romanos y griegos se multiplicaron. Muchos griegos vinieron a Roma como embajadores o prisioneros de guerra. Así, a mitrad del siglo II a.C., todo el mundo romano estaba abierto a la influencia griega.
Estas relaciones no siempre fueron consideradas positivas. Los aspectos culturales del mundo helenístico, fueron, a veces, sentidos como corrupción y condujeron a un rechazo de los elementos griegos en la sociedad romana. En el periodo  que siguió a la guerra contra Antíoco III, surgió una violenta oposición contra la civilización griega, que encontró en Catón su baluarte.
Catón quiso imponer en la vida pública los mismos principios de austeridad y honradez que dirigían su vida privada, buscando combatir la corrupción. Se llegó al extremo de expulsar de Roma a filósofos y retóricos.
Pero desde la segunda mitad del siglo II a.C., estas tendencias conservadoras quedaron superadas. Las características romanas pudieron desarrollarse para crear una auténtica cultura propia, que, sin renunciar a sus valores tradicionales, absorbió los elementos sustanciales de la civilización griega.



[1] No confundir con la nobilitas del fin del conflicto patricio-plebeyo. A esta nobilitas solo pertenecías aquellas familias con un antepasado cónsul.

24 comentarios:

  1. Hola me gustaría si es posible saber la bibliografía que se ha empleado aquí. Gracias

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  2. Soy puto y me gusta la vaj1n4

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  3. Gracias me sirvio tengo una prueba mañana en la bannana jajaj

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  4. Genial la info,me super sirvio para mi tarea!����

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  5. Gracias por la informacion

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  6. gracias no me sirvió una m*****

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  7. Buenas noches! Cuáles fueron las consecuencias económicas,políticas,y culturales de las conquistas en roma y fuera

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  8. Aquí dice las consecuencias es que me da pereza leer todo 👁👄👁👍

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  9. No me ayudo en nada😪😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭

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  10. Holanda, ¿todo chill?¿todoo correcto?
    Me gusta comer mocholates y helado,pues, son muy ricos...

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  11. Holanda, ¿todo chill?¿todoo correcto?
    Me gusta comer mocholates y helado,pues, son muy ricos...

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  12. AAAAAAAAAAAAAH MUCHO TEXTO

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  13. Solo voy a decir que ya se Beltrán de donde sacas tus wbds de tareas te encontraré hp

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  14. Le ayudo mucho a mi hija 👍

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