Guerra y Revolución (1808 – 1814)
El
nacimiento del liberalismo en España fue una tarea de gran dificultad, y esto,
se vio aumentado por las discrepancias y luchas internar que había en el
interior de cada fracción ideológica.
Este
periodo comienza con la Guerra de Independencia (1808 – 1814) desencadenada por
la invasión napoleónica de la península Ibérica, en concreto de España.
Napoleón había invadido España con la idea de ocupar también Portugal y, de ese
modo, perjudicar los intereses británicos en el continente. Para poder penetrar
en Portugal, Napoleón tenía que pasar con sus tropas por España, por eso, llama
a Carlos IV y a su valido, Manuel Godoy, a realizar el Tratado de Fontainebleau (1807). Por este acuerdo se autorizaba
la entrada y el establecimiento de tropas francesas en España con el propósito
de invadir Portugal.
La
política llevaba a cabo por Godoy fue, en gran medida, erradica. Godoy, al
firmar el acuerdo de Fontainebleau, tenía grandes pretensiones de adquirir
parte de Portugal para el reino de España, e incluso, para él mismo. La
oposición a este valido era creciente, incluso el propio príncipe de Asturias,
Fernando, encabezaba la postura opositora, con una muy mala relación con su
padre, el rey Carlos IV. El partido fernandino, es decir; la oposición, incitó
al propio príncipe a sublevarse y derrocar a su padre. En este contexto se
produce el famoso Motín de Aranjuez.
El Motín de Aranjuez, es un levantamiento
popular ocurrido en 1808 por las calles de esta localidad
madrileña. Se desencadenó debido a varias causas, entre ellas las consecuencias
de la derrota de Trafalgar que recayó fundamentalmente en las clases
humildes. A ello hay que sumarle el descontento popular y las intrigas de la
Corte, donde se iba creando un núcleo opositor en torno al Príncipe de
Asturias, el futuro Fernando VII, formado por aristócratas recelosos del
poder absoluto de Godoy, y escandalizados ante el conocimiento que se tenía de
sus relaciones con la reina María Luisa de Parma; así como el temor del
clero a las medidas desamortizadoras.
La
presencia de tropas francesas en España, en virtud del Tratado de
Fontainebleau se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando
(sin ningún respaldo del tratado) diversas localidades españolas las tropas
francesas controlan, no sólo las comunicaciones con Portugal, sino también con
Madrid, así como la frontera francesa.
La
presencia de estas tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808,
temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en
caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para
América, como ya había hecho Juan VI de Portugal
El 17
de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del
viaje de los reyes, la multitud, dirigida por miembros del partido fernandino,
nobles cercanos al Príncipe de Asturias, se agolpa frente al Palacio
Real y asalta el palacio de Godoy, quemando todos sus enseres. El día 19,
por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y
trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de
golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el
príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, en el que abdica su padre
al mediodía de ese mismo día, convirtiéndolo en Fernando VII.
Los
acontecimientos de Aranjuez fueron los primeros estertores de la agonía
del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado, pero
en cualquier caso, su intervención fue decisiva, puesto que no sólo consiguió
la renuncia de un ministro odiado (ya había ocurrido en el motín de
Esquilache, en 1766), sino también la renuncia de un soberano y el acceso
al trono de un nuevo rey, legitimado por la voluntad popular.
En
resumen, la invasión napoleónica se produce en un momento de crisis interna de
gran envergadura.
Ante el
suceso del motín de Aranjuez,
Napoleón llama a Carlos IV y a Fernando VII a reunión en Bayona, allí obligó a
padre e hijo a abdicar el poder del trono español en la figura que el emperador
viese oportuno. Napoleón eligió para ocupar el trono a su hermano José I
Bonaparte, más conocido como “Pepe
Botella”.
Pero
antes de marchar, Fernando VII, sabía o intuía las pretensiones de Napoleón, y
dejó a las instituciones del reino para no provocar un vacío de poder. Dichas
instituciones, encomendadas por Fernando VII a mantener el orden y la tradición
en España, para evitar un posible “baño de sangre” y una guerra civil, no
cumplen su cometido político.
En esta
situación se desencadenan levantamientos populares (levantamientos del 2 de Mayo) contra la presencia extranjera en
España, en un principio de manera esporádica, más tarde de manera generalizada.
Esta
guerra, es una guerra popular – porque nace desde abajo, del pueblo – y
nacional – porque busca salvar a la nación del invasor -, es aquí cuando se
puede observar que la tarea de los ilustrados de fines del XVIII ha dado
resultado; ya que éstos buscaban la creación de un sentimiento de nación, que
culmina con la declaración del Estado de la Nación, en la Constitución de 1812, constituido por
ciudadanos.
Estos
ilustrados buscaban la creación de unas instituciones de centralización, en
torno a las antiguas instituciones del Reino de Castilla y con influencia de
las instituciones francesas. Se aprecia que esta ideología nacional caló en la
población cuando el “grito de guerra” era “¡España!”.
Fases de la Guerra de Independencia
Se
pueden diferenciar cuatro fases en este conflicto, el cual no solamente fue
llevado a cabo por ejércitos profesionales sino también por ciudadanos de
distintas clases, edades y sexos.
1. Primera
Fase: Avance francés hasta la Batalla de Bailen. (mayo – julio de
1808)
Abarca los
meses iniciales de la guerra. Los primeros movimientos franceses se encaminaron
a sofocar los levantamientos urbanos surgidos por todo el país.
A mediados de
junio se inició el sitio de Zaragoza, cuya resistencia fue
organizada por el general Palafox, que había asumido el mando en el
momento de la sublevación. Pero el curso de los acontecimientos experimentó un
brusco vuelco cuando, el 19 de julio, las tropas del general Dupont, que
tras haber conquistado Castilla, sufren una humillante derrota en la batalla
de Bailén – batalla que se
produce cuando los ejércitos napoleónicos intentan pasar por el desfiladero de
“Despeñaperros” – por manos de la Junta de Granada y Sevilla, al mando del
general Castaños. Era la
primera vez que un ejército napoleónico era derrotado en campo abierto,
por lo que el impacto internacional fue enorme.
José Bonaparte,
que había llegado a Madrid el día 20, en medio de una fría acogida popular,
hubo de abandonar ocho días después la desguarnecida capital, camino de
Vitoria, y las tropas napoleónicas retrocedieron hasta el Ebro.
El 14 de agosto
Verdier se veía obligado a levantar el sitio de Zaragoza, que habla resistido increíblemente
a un ejército muy superior. Para colmo, el 30 de agosto el cuerpo
expedicionario inglés, - al mando de sir Arthur Wellesley,
vencía a las tropas de Junot en Lisboa
Pero el
ejército español no pudo sacar todo el provecho de la victoria. Desorganizado
aun, no consiguió el suficiente avance hacia Norte y perdió un tiempo
precioso. Para entonces el Emperador ya había decidido intervenir: trasladó
250.000 veteranos de la Grand Armée a Bayona
y preparó a conciencia la campaña.
2. Segunda Fase: Llegada de Napoleón y contra-ofensiva de la Grand Armée.
Ante el
descalabro de Bailén, en noviembre de 1808, el propio Napoleón entra en España,
junto a sus principales generales, con un ejército de 250.000 hombres (la Grand
Armée) y desarrollan un avance espectacular: victorias en Tudela, Burgos y
Somosierrra. En menos de un mes Napoleón dispersó a lo mejor del ejército
español y entró de nuevo en Madrid (2 dic.1808). José Bonaparte vuelve a
Madrid, mientras que la Junta Central se refugia en Sevilla y más tarde en
Cádiz. Incluso Napoleón dictó 4 decretos reformistas: abolición de los derechos
feudales, de la Inquisición, reducción de los conventos y nacionalización de
sus bienes.
Napoleón se
marcha a finales de 1808 ante las noticias de rearme de Austria. Desde
comienzos de 1809, los franceses van a dominar toda España en una típica guerra
de desgaste a lo largo de tres años (1809–1811). Por su parte, el ejército
español se componía apenas de 100.000 soldados en pie de combate y algunos
focos aislados de resistencia.
En 1810, casi
todo el territorio peninsular estaba en manos de Francia:
·
Massena trata de conquistar Portugal, donde había desembarcado un ejército
británico de 12.000 hombres al mando de sir Arthur Wellesley (futuro duque de
Wellington). Massena conquisto Ciudad Rodrigo y Almeida en Portugal, pero no
logró su fin: La estrategia aliada consistió en destruir puentes, barcas y
transbordadores. Además se construyó la línea de Torres Vedras
(una colosal fortificación a base de obstáculos naturales a lo largo de 47 Km. con 30.000 ingleses y
30.000 portugueses) que logró proteger
Lisboa.
·
Soult conquistó toda Andalucía desde Jaén hasta poner sitio a Cádiz. Desde
febrero de1810, Cádiz es asediada por 20.000 franceses pero resultó imposible
de conquistar debido a que estaba protegida por una flota conjunta
hispano–británica y un cuerpo del ejército al mando del duque de Alburquerque
–que llegó a Cádiz un día antes que los franceses–. Además los españoles
volaron el puente de Zuazo y el río Santi Petri se convirtió en un foso
insalvable, ya que el gobernador militar de Cádiz destruyó todas las
barcas.
A estas
alturas, sólo quedan libres, Lisboa,
Galicia, Cádiz (donde en 1811 se reúnen las Cortes) y la España insular.
3. Tercera
Fase: La Guerra de desgaste y el
papel de las Guerrillas.
Desde
1809 en los pueblos y ciudades se practica la táctica de guerrillas, forma de
resistencia popular contra el invasor francés.
Hostigaban
por sorpresa al enemigo, mandados por un jefe de cuadrilla. Su mejor arma era el
conocimiento del terreno y el apoyo de la población. Sus objetivos solían ser
pequeñas guarniciones de retaguardia, caravanas de abastecimiento y soldados
rezagados.
Las
guerrillas lograron 3 objetivos:
·
Dificultaron
las comunicaciones entre Madrid y París (40 días)
·
Valiosa
fuente de información para los aliados ingleses. Por ejemplo Wellington, trató
de atacar cerca de Talavera (C. Real) un destacamento francés convencido de que
contaba con 10.000 soldados cuando en realidad eran tres cuerpos de ejército
con más de 50.000 hombres. Gracias a esta información se pudo evitar lo que
habría sido una derrota total.
·
Obligaron
a destinar soldados para la protección de las comunicaciones
4. Cuarta
Fase: La campaña de Rusia y el Fin
de la Guerra.
En
1812, la guerra da un giro definitivo: Napoleón inició la campaña de Rusia y
retiró 50.000 soldados para enviarlos al frente de Rusia. Ello provocó el
desastre francés. El duque de Wellington
desembarcó en Lisboa y derrotó a los franceses en la Albuera
(Badajoz).
En el
verano de 1812 comienza la gran ofensiva
hispano–inglesa: Victorias de Badajoz, Ciudad Rodrigo y Arapiles (22 julio
1812. Salamanca). Esta victoria tuvo resultados decisivos. Un mes después,
Wellington libera Madrid (13 de agosto de 1812). José I huye a Valencia protegido por el
general Suchet. Y Soult abandonó el sitio de Cádiz y toda Andalucía. Pero, José
I contraataca y ocupa de nuevo Madrid el 3 de noviembre de 1812, Wellington se
retiró a Salamanca pero con su ejército intacto.
En
julio–agosto de 1813 se inicia la ofensiva final: un gran ejército formado por
británicos, españoles y portugueses dirigidos por Wellington lanza de nuevo su
acometida: ocupó definitivamente Madrid y obtiene las decisivas victorias de
Vitoria y San Marcial (Irún). José I capitula y pasa a Francia. El territorio
español queda libre de los invasores franceses.
Las Guerrillas
En
plena Guerra de Independencia surgen las guerrillas,
en concreto después de la victoria de Bailén, ya que el ejército español queda
desintegrado.
El
origen de las guerrillas es muy diverso, y tendrá componentes militares,
campesinos y eclesiásticos.
Respecto
a los componentes militares, solía ser que un antiguo grado militar se quedaba
sin unidad y para seguir en la lucha forma una partida guerrillera.
Los
componentes campesinos, normalmente eran de una economía desahogada, es decir;
en contra de lo que se penaba, no se encuentran campesinos pobres, sino los que
tienen propiedades.
Y, por
último, los eclesiásticos, incitaban a la gente a levantarse y sublevarse
contra el invasor francés, e incluso, algún párroco empuño las armas.
En un
principio las guerrillas eran apoyadas por el pueblo, incluso les suministraban
víveres pero con el transcurso de la guerra y de la crisis, se fue creando una
perspectiva negativa. Cada vez que una guerrilla entraba en un pueblo, las
gentes escondían lo poco que les quedaban para que no se lo llevasen los
guerrilleros, ya que había como un “obligación moral” que decía que tenían que
mantenerles, esto con el desarrollo bélico se llegó a percibir como un
“impuesto revolucionario”.
Las
guerrillas nacen de forma más o menos espontánea, aunque esto tiene bastante de
mito. Con el tiempo sufrirán un proceso de coordinación por medio de unas
ordenanzas, prácticamente militares, que obliga a las guerrillas a respetar una
serie de normas.
Con
esta evolución se crearán como unidades dentro de un nuevo ejército, más
ordenado y compacto, formado por portugueses, ingleses y españoles, y
dependerán del propio ejército. Otra evolución que se produce como consecuencia
de esta integración, es que se van creando grados militares dentro de las
guerrillas, y cuando regrese Fernando VII del exilio tendrá que respetarlas.
Esto supone un gran cambio y una gran ruptura con los ejércitos del Antiguo
Régimen, ya que en el anterior régimen, los ejércitos eran de origen nobiliar.
La
ideología de estas guerrillas es diversa y heterogénea. Encontramos tanto
liberales, como absolutistas o ilustrados.
El
papel de la Iglesia es fundamental para el desarrollo tanto de la guerra como
de las guerrillas, ya que es la instancia que legitima la guerra. Por lo tanto
es una guerra de tipo religioso, junto con nacional y popular. En los
documentos, aparece reflejado con el adjetivo de Cruzada.
Panorama Político en la Guerra
Con la
guerra el estado absolutista ha desaparecido, debido al exilio real y al fallo
de las instituciones regia. Teóricamente hay una autoridad: José I Bonaparte,
con su administración, y los militares franceses en zona de conflicto. Solo
existe un pequeño círculo, los afrancesados – personas con ideología liberal e
ilustrada –, que aceptan el cambio de soberano y las reformas que se llevan a
cabo, recogidas en la Constitución de Bayona.
Cuando
Napoleón puso a su hermano, José, en el trono español, lo hacía con el
propósito de tener un soberano que poder controlar a su antojo, pero José I no
salió tan títere como Napoleón pensaba, ya que la pretensión de José I es
llegar a ser rey de los españoles. Para ello crea una constitución, la de
Bayona, y contó con el asesoramiento de un comité de afrancesados. Esta
constitución sería algo intermedio entre una Carta Otorgada y una Constitución
rigurosamente hablando.
Fuera
como fuese, la realidad es que José I quería modernizar el país, por ello el
texto es un texto proto – liberal, que buscaba una sociedad más abierta,
liberal y parlamentaria.
Por lo
tanto, los afrancesados sí tenían un referente político y un texto
constitucional, en cambio, por otro lado, los patriotas tenían un vacío de
poder y autoridad, por lo tanto estaban “obligados” a crear unas Juntas Locales que reciben, además, el
sobrenombre de revolucionarias. Estas
juntas locales revolucionarias,
surgen a la vez que las guerrillas, con un carácter espontáneo. Las forman notables
y autoridades – personas respetadas – y tienen una composición heterogénea (alcaldes,
maestros, notarios, secretarios, abogados, sacerdotes, etc.). Van evolucionando
y coordinándose. Con este desarrollo aparecen órganos superiores como son las juntas provinciales y la junta central (en esta junta predominan
los absolutistas.), esta junta central
residirá en Cádiz – ciudad no ocupada – para tener más libertad de movimientos
y no tener presión francesa. Por lo tanto Cádiz es la única ciudad española con
dos juntas importantes, la junta provincial y la central.
La
junta provincial de Cádiz, es de mayoría liberal, y presionará a la junta
central para tomar decisiones. Otra circunstancia que presionará a la junta
central es el propio ambiente de la ciudad; ciudad abierta, liberal, activa,
comercial, con grandes tertulias, etc. (esto se observa en el libro “El Cádiz de las Cortes” de Ramón Solís).
La
junta central, en 1810, decide crear una Convocatoria
a Cortes Generales, la poder legitimarse. La convocatoria se hace a espejo
de la Asamblea Nacional de Francia de 1789. El sistema de elección es indirecto
y de segundo grado (no democrático) con un sufragio censitario, en el
que se exige unos mínimos de bienes. En aquellas ciudades ocupadas y que no sea
posible elegir a los representantes, se selecciona a los suplentes, es decir; personas de la ciudad de la que no se
puede elegir representante, que resida en la ciudad de Cádiz. Gran parte de la
población que huyo a Cádiz era liberal, y muchos de esos liberales que huyeron
fueron elegidos como suplentes. Esto explica por qué salió en el resultado una
mayoría liberal, mientras que la corriente mayoritaria en el país era la
absolutista.
La
mayoría eran absolutistas porque no conocen el liberalismo y creen en lo que han
vivido. Para ser liberal se tiene que haber leído, y eso en un país tan
analfabeto estaba al alcance de unos privilegiados.
La
mayoría de nobles son absolutistas, al igual que en el clero – sobre todo en el
alto clero – pero esto no indica que no hubiera nobles o clérigos liberales.
Pero la gran baza del absolutismo eran los campesinos, que eran en su gran
mayoría absolutistas. El motivo de esto, en gran medida, porque su fuente
ideológica y de información era la Iglesia, ya que la sociedad del momento, y
en particular, el campesinado, eran muy creyentes en la religión católica, y
son de mentalidad tradicional, conservadora y cerrada.
Estas
cortes van desde 1810 a 1813, y su obra más importante es la Constitución Liberal de Cádiz de 1812.
Esta obra inaugura el liberalismo en España y rompe – temporalmente –
con el antiguo régimen y el absolutismo.
Se realiza a espejo de la Constitución francesa de 1791 y será el espejo de las
Constituciones liberales de Latinoamérica.
Articula
la división de poderes, la igualdad jurídica, la soberanía nacional – que en un
principio se había reflejado como Soberanía Popular, pero se cambia el término
cuando la revolución liberal da un giro hacia el conservadurismo – libertades y
derechos individuales – cuya referencia es la Declaración de Derechos del
Hombre y del Ciudadano de la constitución de 1791 de Francia –, como la
libertad de prensa, de culto (libertad relativa, ya que España sigue siendo un
país confesional cuya religión oficial es el catolicismo), derecho de propiedad
(fundamental para la sociedad liberal burguesa), este derecho estará por encima
de las mismas libertades, principio de Estado-Nación, concepto de ciudadano,
limitación de las órdenes religiosas (ataque a las bases económicas), etc.
España,
con esta constitución, se convierte en una monarquía liberal parlamentaria, con
un sistema liberal no democrático (situación general en todo el siglo
XIX) en base a la propiedad.
Pero
esta constitución estaba incompleta, ya que le faltaba la firma del rey, que
volverá a España en 1814 del exilio. En este momento habrá dos posturas en las
Cortes, los liberales que buscan y quieren la firma del rey, y los
absolutistas, que no desean que el rey sancione esta constitución por
considerarla demasiado ruptura. Los ilustrados desaparecen como elemento
ideológico y se enmarcarán dentro de una de las dos corrientes ideológicas.
El reinado de Fernando VII (1814 – 1833)
En
1814, el rey regresa aclamado por todo el pueblo como “el deseado”. Coincidiendo
con la entrada del monarca en el país suceden acontecimiento claves para volver
al antiguo régimen: el manifiesto de
los persas (1815). Es un documento que sintetiza lo que va a ser
posteriormente el pensamiento carlista, el pensamiento de los absolutistas. En
este documento, los absolutistas instan al rey para que suprimiera la obra de
las Cortes de Cádiz así como la Constitución de 1812. También propone al rey
que proclame unas nuevas cortes que sirvan al absolutismo. El manifiesto de los
persas responde a un pensamiento antirrevolucionario o reaccionario, que no
acepta ningún tipo de cambio y pretende mantener lo viejo sin solución de
continuidad.
Al
igual que los liberales, los absolutistas llevan a cabo una obra de
construcción ideológica. Un pensamiento que servirá luego de base para el
movimiento carlista (por qué es mejor un sistema absolutista a un sistema
liberal). Para ello cuentan con algunos intelectuales como el filósofo Rancio o
el Padre Vélez.
Una de
las críticas que le hacen al sistema liberal es que es extranjero. Pero no
reconocen que una parte de su ideología también proviene de Francia, lo cual es
natural, porque en Francia surge tanto la revolución como la contrarrevolución.
También
va a servir de base teórica a muchos movimientos de carácter tradicionalista
(incluso al franquismo en el futuro). Uno de los ideólogos franquistas es
Menéndez Pelayo, que ha leído a estos autores absolutistas y carlistas.
El
general Elio, que participó en la Guerra de la Independencia y de ideología
absolutista, lleva a cabo un pronunciamiento militar a favor de la
reinstauración del absolutismo.
El
manifiesto y el acto del general Elio (además del apoyo de la mayoría de los
españoles), animan a Fernando VII a retomar la monarquía absoluta. Otro
elemento que contribuye a su decisión es la situación de Europa tras la derrota
de Napoleón.
Para
las potencias europeas, Napoleón era fruto de la Revolución Francesa, por lo
que vieron los intentos revolucionarios y liberales como una gran amenaza.
Vencido Napoleón se proclama en Europa la Restauración (1814 – 1830) que
consiste en restaurar tanto las familias absolutistas como el sistema
propiamente dicho. (Especialmente bajo de dirección de Austria y el general
Metternich).
En el
Congreso de Viena (1814-15) se toman decisiones importantes entre las que
destacan la lucha contra el liberalismo y un nuevo reparto de Europa. Todos los
países se comprometen a luchar contra cualquier rebrote de la Revolución
liberal. Esta lucha se hace en principio por medios diplomáticos (aunque
también hubo acciones militares).
Al
mismo tiempo se produce una reconstrucción del mapa territorial de Europa. Se
trata de acabar con la revolución napoleónica y hacer un nuevo reparto. Las
potencias vencedoras se llevan las mejores zonas. Es un reparto arbitrario, sin
tener en cuenta las nacionalidades ni las reivindicaciones de los diferentes
pueblos. Este reparto anula cualquier posibilidad de movimientos nacionalistas.
Con
esta Europa absolutista, Fernando VII encuentra una complicidad (salvo en
Inglaterra, que mantiene un sistema liberal) con las demás potencias. Cuando el
rey regresa a España, se persigue a los liberales y algunos se ven obligados a
emigrar a Inglaterra.
Retorno
del absolutismo (1814 – 1833)
Se pone
en vigor del viejo aparato estatal e institucional del Antiguo Régimen. El rey
nunca convocó cortes. Gobernó siempre de manera personalista sin ningún
programa.
Hubo
una lucha liberal por intentar aplicar la Constitución de Cádiz y el retorno de
las ideas liberales.
Pasado
los primeros años, cuando la represión era más fuerte, se moderan las medidas
represivas. A partir del año 16/17 nos encontramos con una presencia activa de
los sectores liberales en su lucha contra el absolutismo. Se va a materializar
a través de dos mecanismos: sociedades secretas (masonería) y los
pronunciamientos militares.
Los
liberales son conscientes de que la monarquía absoluta ha vuelto mediante el
apoyo popular, por lo que no es posible derrocar al rey mediante una
revolución. Creen que la sociedad española no está preparada para apoyar una
revolución liberal, por lo que tienen que usar técnicas indirectas.
El
objetivo es controlar las asociaciones masónicas e influir políticamente para
obtener apoyos que se coordinan mediante la red de logias repartidas por toda
España. Es una manera de sentirse protegidos por una estructura política.
Los
pronunciamientos militares se dan gracias, en parte, a la aparición de grados
que no son obtenidos por derecho de sangre y que tienen ideas liberales.
Intentaron llevar a cabo golpes de estado para obligar al rey a firmar la
constitución.
El
Romanticismo tiene mucha influencia a la hora de determinar el pensamiento
idealista del ejército.
España
había dejado de ser un imperio para transformarse en nación (especialmente a
partir del congreso de viene en 1814).
Se van
a producir distintos pronunciamientos en distintos sitios de España, pero todos
fracasan ya que el rey controla la mayor parte del ejército, que es
absolutista. La mayoría de los generales sublevados fueron ejércitos.
Pero en
1820, en Cabezas de San Juan, el coronel Rafael del Riego, encabeza una
revolución que si logra llevarse a cavo. Riego convence a los soldados que sus
enemigos no son sus hermanos sublevados de América (donde se iban a dirigir
para reprimir los movimientos liberarles que se estaban dando allí por orden
del rey), sino la monarquía absoluta, que era el origen de todos los males.
En
principio las unidades que se le unen son muy pocas. Pero al final acaban
sumándole numerosas unidades y derrotan en algunos enfrentamientos a los
ejércitos del rey.
Fernando
VII, temiendo que los revolucionarios pidan su abdicación, decide firmar la
constitución dando lugar al llamado trienio liberal.
El Trienio Liberal (1820 – 1823)
En el
año 1820 se produce un levantamiento militar exitoso encabezado por Riego en
Cabezas de San Juan.
El
papel obstruccionista del rey, la formación de partidas realistas y la división
liberal fueron los tres grandes puntos que predominaron durante el trienio
liberal. Se empezaron a formar los partidos moderado y progresista. Hablaríamos
de doceañistas (progresistas) y antidoceañistas (moderados). Los doceañistas se
llaman así por que defienden la constitución de 1812. La constitución de 1812
implica una contradicción con la mentalidad absolutista del país frente al
liberalismo de la constitución.
En 1820
vuelven los exiliados liberales tras el golpe de Riego. Estos exiliados habían
vivido en Inglaterra y habían estado en contacto con los liberales ingleses,
moderando su liberalismo y convirtiéndose en liberales conservadores. Es un
modelo liberal diferente del francés más moderado y no revolucionario. Es un
liberalismo pactista (la nobleza y el clero pacta con la burguesía).
Estos
liberales van a formar la base del partido moderado y entienden que la
Constitución de 1812 ya no tiene que ser el modelo para la política liberal.
Este grupo busca la colaboración de las otras clases.
Por
esto el trienio liberal se va a caracterizar por una gran inestabilidad
política. Esta falta de entendimiento se va a ver favorecida por la labor
obstruccionista del rey. Durante estos años hay unos procesos electorales. Al
principio salen los doceañistas, pero el rey nombra a un político de los
moderados. Con esto el rey pretende crear tensiones entre los liberales (los
moderados tienen el Gobierno, pero los liberales tienen mayoría). El rey
también intenta obstruir la estabilidad política no firmando las leyes y
devolviéndolas al Gobierno para que se vuelvan a discutir.
Otro
punto a tener en cuenta son las partidas realistas (realistas puros) que son
guerrillas armadas que luchan contra el liberalismo. Son la base del futuro
carlismo. Estas partidas tienen el apoyo clandestino del rey (incluso llega a
financiarlas). Pretenden invalidar las decisiones del Gobierno. Son
absolutistas, pero también tienen un componente económico-social. El año 1822
es un año de muy malas cosechas y de crisis en el campo. Los absolutistas
aprovechan esa situación de crisis, la presión fiscal (impuestos) y el malestar
para culpar a los liberales.
Los
campesinos ven en los liberalismos unos enemigos del campo ya que no entienden
los impuestos directos que estos les imponen.
El
Gobierno intentó llevar a cabo la Constitución de 1812, pero le fue muy
complicado. Incluso en estos años intentan continuar un proceso de
desamortización (con Godoy ya había habido intentos de desamortización). Pero
no lo pudieron llevar a cabo.
Finalmente
el rey hace un llamamiento a Europa para acabar con el liberalismo en España. A
partir de 1814 se crea la Santa Alianza, para defender el absolutismo (en
principios pacíficos, pero también por la fuerza). Les advierte que es
peligrosa la extensión del liberalismo a Europa.
Se
convoca un congreso de la Santa alianza en Verona en 1822. Se decide una intervención
militar en España. Se crea un ejército: los 100.000 hijos de San Luis, con el
duque de Angulema a la cabeza, que penetra en España y acaba con los
liberalitas.
Prácticamente
no hubo ninguna resistencia. Hubo un combate en Cádiz (con Espoz y Mina). Pero
nadie se levantó a defender el liberalismo.
De esta
manera acaba el trienio liberal.
Década Ominosa (1823-1833)
En esta
etapa, lo primero que llama la atención es la fortísima persecución de los
liberales. La persecución es sistemática y muy dura (en torno a 30.000
ejecuciones y 20.000 presos). El caso más paradigmático sería el del propio
Rafael del Riego de una manera muy indigna: en el cadalso. Junto con él, otros
como el Empecinado o Mariana Pineda. Y de nuevo obligan a muchos al exilio
hacia Inglaterra.
Durante
este tiempo, Fernando VII sigue gobernando de manera errática: sin convocar
cortes, sin atender las peticiones de los absolutistas más radicales (que
pedían una limpieza en la administración, la reposición de la Inquisición…).
En la
última etapa del reinado, ante la quiebra económica y el endeudamiento del
Estado, el rey introduce algunos políticos de corte protoliberal: economistas, universitarios,
técnicos, que pretenden cambiar la situación económica. Pero esto solo puede
hacerse o con la contribución de las clases privilegiadas, o con más impuestos
para el campesinado con desamortizaciones.
Estas
ideas no gustaron a los absolutistas radicales y en 1827 en Cataluña tiene
lugar una revuelta absolutista (la Revuelta de los Malcontents). Estos absolutistas han puestos sus esperanzas y su
futuro en el infante don Carlos María Isidro. Es un hombre muy absolutista, muy
religioso y muy antiliberal.
Surge
en España la llamada cuestión sucesoria. Que va a presidir la etapa de 1830 a
1833. Fernando VII había tenido varias esposas y ninguna le había dado hijos
hasta que María Cristina le da una hija: Isabel.
Los
borbones habían aprobado la llamada Ley Sálica según la cual los derechos de
sucesión lo tenían solo los varones. Con arreglo a esa ley, el futuro rey tenía
que ser don Carlos. Pero en los últimos años de vida del rey, que estaba
convaleciente, este dejó la gobernación en manos de María Cristina.
María
Cristina, con el apoyo de sectores absolutistas moderados, presiona al rey para
que derogue la Ley Sálica y nombre como heredera a su hija Isabel. El rey
publica la Pragmática Sanción (ley que permite que las mujeres puedan heredar
la corona y, por tanto, anula la Ley Sálica).
Ambos
sectores intentan presionar al rey para que cumpla sus exigencias. Cuando el
rey muere está en vigor la Pragmática Sanción. Se encarga entonces del gobierno
como regente María Cristina
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