La crisis de la república se subdivide en dos etapas:
-
Del 133 a.C. hasta la dictadura de Sila, en el
79 a.C.
-
Del 79 a.C. hasta el 31 a.C.
Estas dos etapas se diferencian en los medios que se
utilizan para decidir los conflictos. En la primera etapa el enfrentamiento es
protagonizado entre el senado y las asambleas. En la segunda etapa se utiliza
la intervención de las legiones. Empieza aquí las etapas de guerras civiles.
La crisis revolucionaria de los Graco.
La recesión ocasionada por la guerra de Hispania y los
estruendos fracasos sufridos por Roma en las campañas contra celtíberos y
lusitanos pusieron al descubierto la ineficacia del instrumento que había
posibilitado la expansión: el ejército.
Los problemas acumulados tenían que repercutir
necesariamente en la práctica política con la aparición de nuevas y peligrosas
tendencias: la pérdida del control absoluto por parte del senado y el despertar
de las masas como factor político, de la mano de Tiberio Graco.
Esta época está presidida por la actividad e influencia
política de Escipión Emiliano, cabeza visible de una poderosa facción
senatorial.
En esta época se produce una serie de crisis y de revueltas
como: la crisis de la milicia romana, provocada por la crisis de la pequeña
propiedad, que ocasionaba que muchos campesinos, al perder sus tierras, dejaran
de ser propietarios y por lo tanto, dejaran de ir al ejército; las revueltas
serviles, que son pruebas del peligroso techo que estaba alcanzando, en el seno
de la sociedad romana, la utilización masiva de esclavos como soporte de la
producción económica; o la recesión económica y, por consiguiente, la crisis
urbana, que aumentó la atmosfera de inseguridad y tensión en la ciudad de Roma.
Por otro lado, se produce en el ámbito de la política, la
división en facciones nobiliarias y por consiguiente, una lucha política entre
ellas para alcanzar el poder. Estas facciones estaban enfrentadas por intereses
distintos. La pugna trascendió del seno de la nobleza y descubrió sus
debilidades internas, porque estos grupos buscaron la materialización de sus
metas políticas fuera del organismo senatorial, sirviéndose de la ayuda de los
Tribunos de la Plebe.
Esta magistratura, perdió su carácter revolucionario y, como
instancia pública, fue utilizada por el senado para aumentar su control sobre
el Estado. Pero las nuevas condiciones políticas y económicas produjeron la
emancipación del tribunado de la plebe, que recuperó su carácter de órgano de
protección del pueblo. Sin embargo, las
luchas políticas la acabaron convirtiendo en un instrumento para el uso de una
u otra facción.
Uno de los primeros en utilizar el tribunado de la plebe
para alcanzar sus metas, fue el clan de Escipión Emiliano. Por otra parte, se
creó un frente antiescipión, cuyo líder era Apio Claudio. Apio, en ausencia de
Escipión, mientras dirigía el asedio a Numancia, consideró que era el momento
oportuno para realizar una reforma agraria, y para ello la facción utilizó los
servicios de Tiberio Graco, proponiéndolo en el 134 a.C. como tribuno de la
plebe.
El tribunado de Tiberio Graco.
Tiberio se convirtió en el año 133 a.C. en tribuno. Su padre
había sido una de las personas más relevantes en la vida política y militar de
la generación anterior. Su madre era
hija de Escipión el “Africano”. Era yerno de Apio Claudio; y cuñado de Escipión
Emiliano. En conclusión era una figura que pertenecía a la nobilitas.
Tiberio, asumió la tarea de presentar la ley agraria. Esta
ley establecía que ningún ciudadano podría poseer más de 500 yugadas (125
hectáreas) con posibilidad de ampliación de 250 yugadas por cada hijo, sin
superar las 1000 yugadas. La tierra sobrante debería ser devuelta al Estado
para ser parcelada en pequeñas fincas inalienables de una extensión máxima de
30 yugadas, en la que se asentarían los ciudadanos sin tierra.
La propuesta no afectaba en absoluto a la propiedad privada,
pero perjudicaba los intereses de los grandes latifundistas. El fin principal
de la reforma era político-social y claramente conservador: trataba de reducir
la desigualdad social, aliviar las penurias de la plebe rural, pero, sobre
todo, reforzar el estrato de pequeños propietarios para aumentar las bases de
reclutamiento del ejército.
La reforma contenía elementos revolucionarios. Los grupos
más reaccionarios del senado se opusieron; el instrumento de combate de la
reacción fue otro tribuno, Octavio, un latifundista, que, en connivencia con
los grupos de poder oligárquicos, interpuso su veto.
Pero Tiberio contraatacó con un acto sin precedentes en la
historia de Roma, al proponer a la asamblea que Octavio fuese depuesto. Su
tesis política, se basaba en que un representante del pueblo podía ser depuesto
cuando su acción era contraria a los intereses del pueblo.
Eliminado el veto tribunicio, la ley se aprobó, y fueron
elegidos los tres miembros de la comisión encargada de ponerla en
funcionamiento: Tiberio, Cayo y Apio Claudio.
Ejecutar una ley tan compleja requería mucho tiempo, pero,
sobre todo, dinero. El senado asignó a la comisión una suma ridícula para sus
trabajos, y Tiberio, emprendió un nuevo paso, contrario a la praxis política y
a los intereses del senado. Tiberio propuso que el dinero del tesoro de Pérgamo
fuese utilizado para la financiación de la reforma.
Un grupo de senadores, guiados por Escipión Nasica, irrumpió
en la asamblea donde debía decidirse la reelección de Tiberio. El resultado,
Tiberio, y muchos de sus seguidores, fueron asesinados.
Tribunado de Cayo Graco.
La comisión continúo sus trabajos con la sustitución de
Tiberio por Licino Craso, cónsul en el 131 a.C.
En contra de la ley se encontraban los itálicos, es decir;
los aliados, Escipión intentó convertirse, por oportunidad política, en defensor
de los intereses de los aliados. La respuesta de la comisión fue proponer que
los aliados se convirtieran en ciudadanos para así beneficiarse de la ley. La
reacción del senado, fue expulsar a todos los aliados residentes en Roma. La
ciudad latina de Fregallae decidió sublevarse. La respuesta senatorial fue
fulminante: la ciudad fue destruirla.
Un primer paquetes de medidas del nuevo tribuno, trataba de
introducir nuevas pautas de conducta y una mayor responsabilidad en el marco de
la administración romana. La lex ab actis
impedía que un magistrado destituido por el pueblo pudiera revestir cargo
público; la lex de provocatione
prescribía la necesidad de un decreto popular para incoar cualquier causa que
entrañara la pena capital; una tercera condenaba a los senadores o magistrados
que buscasen por cualquier medio la eliminación de un enemigo público. Cayo se
dispuso a reemprender la línea política de su hermano. Debía renovar y
modificar la lex agraria de su
hermano.
Presenta proyectos de colonización para poder hacer el
reparto de tierras por fuera de Italia. Continua la reforma agraria de su
hermano. Hace que se reparta trigo entre la población a un precio bajo.
Cayo plantea que se le conceda la ciudadanía Romana a los
itálicos, pero este proyecto no fue aprobado.
Cayo Graco acaba muerto junto con muchos de sus seguidores.
Mario y el Movimiento Popular de fines del siglo II a.C.
La aristocracia dirigente hizo todos los esfuerzos posibles
para reprimir las fuerzas políticas hostiles y devolver su autoridad al senado.
Los propugnadores de estos intereses fueron llamados optimates.
Pero estos optimates
no encontraron una oposición compacta: los equites estaban atentos, sobre todo,
a sus intereses económicos. El pueblo seguía manteniendo lazos de dependencia
con los miembros de la aristocracia. Y solo personalidades aisladas de la
nobleza, enfrentados a sus iguales, con el nombre de populares, pretendieron
combatir por la reforma del Estado y en nombre de la causa del pueblo. Los populares
utilizaron los sistemas de las alianzas familiares, de la demagogia y de la
manipulación de las masas. La oligarquía recuperó momentáneamente las riendas
del poder.
La cuestión de Yugurta.
La precaria restauración senatorial se vería muy pronto comprometida
por el deterioro de la situación exterior, que daría un nuevo impulso a la
crisis política.
El orden político establecido por el gobierno romano en
África tras la destrucción de Cartago se tambaleó con la muerte de su monarca.
Las desavenencias entre sus tres herederos que fueron solventadas por el senado
con una división tripartita de Numidia.
Pero Yugurta, decidido a reconstruir el reino como único
gobernante, preparó el asesinato y la expulsión de sus primos. Una comisión
senatorial procedió a una nueva división de Numidia, pero Yugurta, hizo caso
omiso de la mediación romana. La guerra era ya inevitable. Un ejército consular
convenció muy pronto a Yugurta de la necesidad de solicitar la paz, pero las
débiles condiciones impuestas al vencido despertaron en la opinión pública la
sospecha de que el responsable de las operaciones se había dejado corromper.
La guerra se reanudo pero la ineptitud de los conductores de
la misma, condujo a las fuerzas romanas a capitular.
Mario y las Guerras exteriores de fines del siglo II a.C.
Mario procedía de una familia desconocida. Inició su carrera
política con el apoyo de Metelos. Con una popularidad bien cultivada entre la
plebe y los soldados, logró el nombramiento de cónsul en el año 107 a.C., y la
asamblea popular le asignó el mando de la guerra contra Yugurta.
Mario emprendió un paso de decisiva importancia: aceptar
como voluntarios a ciudadanos romanos sin los recursos económicos mínimos para
ser considerados propietarios y, en consecuencia, aptos para el servicio
militar. Con este suceso fueron desapareciendo del ejército los propietarios y
supuso el nacimiento del ejército profesional.
La mayoría de estos voluntarios provenía del proletariado
rustico y la máxima aspiración que tenían era conseguir, tras su
licenciamiento, una parcela de tierra cultivable. (Reforma de Mario ≠ lex agraria de los Graco).
Para lograr sus aspiraciones, el ejército necesitaba de su caudillo,
que arrancara del Estado las disposiciones legales que posibilitaran los
deseados repartos de tierra. Esto condujo a la formación de ejércitos
profesionales. Los comandantes podían utilizar para sus intereses personales el
potencial político de sus soldados y veteranos a través de sus votos en las
asambleas ciudadanas y, también, a través de la fuerza de las armas.
La legión continuó siendo la unidad táctica, pero articulada
en diez cohortes, de 600 hombres cada una. Otras innovaciones fueron la
unificación y modernización del armamento, la introducción de una rígida
disciplina y el sometimiento de los soldados a continuos y duros
entrenamientos.
Aun así, Mario necesitó tres años más para conseguir la
victoria contra Yugurta, que aguantó gracias a la alianza con su suegro, el rey
Bocco de Mauretania. En el 104 a.C., Mario consiguió, por segunda vez, la
magistratura consular y el mando de las tropas que deberían hacer frente a las
tribus germánicas.
La coyuntura política de finales del siglo II a.C.
El movimiento popular del último quinquenio del siglo fue
fruto de la descomposición del colectivo aristocrático del senado en múltiple
facciones con intereses contrapuestos.
Los voluntarios de Mario, provenían de proletariado rústico
y se alistaron confiando en que, al término de su servicio, podrían
reincorporarse a la vida civil como propietarios agrícolas; por lo tanto, el
subsidio de los veteranos era un nuevo problema para un gobierno que era incapaz
de resolverlos como cuestión de Estado.
La terminación de la guerra en África imponía a Mario la
preocupación por el porvenir de sus veteranos. El general hubo de apoyarse en
un aliado político que estuviese dispuesto a incluir en su programa las exigencias
de sus soldados, ese político fue Saturnino. La alianza resultaba satisfactoria
para ambos.
Una lex Appuleia
agraria proveía a cada veterano de una parcela de 100 yugadas (25
hectáreas) en territorio africano. La ley venía a sancionar el proyecto de
colonización ultramarina, propuesta en su día por Cayo Graco.
Mientras Mario luchaba contra cimbrios y teutones, en Roma,
la nobilitas, estrechó filas para
intentar un ataque frontal contra los dirigentes populares. Intentaron expulsar
del senado a Saturnino.
Mario volvió victorioso de la guerra y el general volvió a
convertirse en el centro de atención para los políticos antisenatoriales por su
poder personal. Mario necesitaba urgentemente de aliados efectivos para
solucionar el problema de sus veteranos –objetivo que lograría con la
aprobación de una serie de leyes por parte de los populares, que autorizaba el
repartimiento de tierras en la Galia, así como a la fundación de colonias en
diversas provincias, en las cuales, Mario recibía el derecho de otorgar la
ciudadanía romana a tres de sus colonos- y para conseguir un nuevo consulado;
Mario alcanzó su sexto consulado consecutivo, aunque la aspiración última de
Mario era lograr el reconocimiento de sus méritos y su integración en la nobilitas.
La época de Sila.
La clase dirigente no fue capaz de atajar la crisis de
Estado ni restaurar una unidad de criterio. Esta impotencia generó una postura
reaccionaria, decidida a defender los viejos privilegios contra cualquier
intento innovador. Estos problemas se polarizaban en dos grandes complejos, la
ya vieja cuestión de los aliados itálicos y la evolución política y social en
la provincia de Asia.
La cuestión de los Aliados y la Guerra “Social”
Tras la época de los Graco, el problema aliado continuaba
siendo potencialmente explosivo.
La mayoría de los aliados itálicos eran conscientes de que
la adquisición de la ciudadanía romana constituía el único expediente efectivo
para asegurar la igualdad de tratamiento. Las clases dirigentes aliadas
consideraban la ciudadanía como un paso previo para asegurar un control sobre
la política exterior romana. Pero también las restantes clases sociales
itálicas veían una serie de ventajas, tanto en el campo de la milicia, como en
el civil.
Desde el plano romano los puntos de vista no habían
cambiado. La plebe rústica y urbana no estaba dispuesta a repartir unos privilegios
que creían exclusivos y la clase política no deseaba poner en peligro el
control de poder en las asambleas con un incremento del número de ciudadanos.
Hasta la mitad del decenio, buen número de itálicos, sobre
todo, de las clases influyentes, lograron ser incluidos en las listas de
ciudadanos, pero el problema de la emigración de itálicos a Roma, se hizo tan
grave, que se aprobó una ley –la lex
Licinia Mucia- que excluía de la ciudadanía romana a todos lo itálicos que
la hubiesen logrado por medios fraudulentos.
La Guerra de los Aliados, también conocida como la Guerra
Social (de socii, “aliados”) no se extendió a todas las comunidades itálicas.
Oscos, umbros, etruscos y latinos se mantuvieron fieles a Roma, y lo mismo con
las colonias del sur de Italia. El núcleo de la insurrección fue la Italia
central y meridional. Los sublevados se aglutinaron en dos grupos: el llamado marso, más septentrional, extendido por
Italia central, y el llamado samnita,
en el sur de la península. El cuartel general de la sublevación se colocó en la
ciudad de Italia.
La gran mayoría de los aliados había tomado las armas como
último recurso y su potencial bélico
representaba una fuerza formidable. El estado romano reaccionó muy tarde
ante la inminente guerra, aunque, de todos modos, estaba rodeada de comunidades
fieles y sus recursos eran superiores a los de los sublevados.
Las operaciones comenzaron en el año 90 a.C., con continuos
fracasos para las armas romanas. Los resultados negativos convencieron al
gobierno romano de que solo cabía una solución política, que pasaba por la aceptación
de las demandas de los aliados. Con estas concesiones, en la práctica
significaban la aceptación de todos los itálicos en el cuerpo ciudadano romano.
Aunque la guerra significó la igualación jurídica de todos los habitantes de
Italia, el estado romano mantuvo su viejo carácter de ciudad-estado.
El Golpe de Estado de Sila.
Los problemas internos en el Estado romano, habían animado a
Mitridates, rey del Ponto, a extender por Asia Menor un movimiento de
resistencia antirromano para aumentar su influencia en la zona. Esta situación
exigía conducir una guerra en Asia. En las elecciones consulares salieron
elegidos Pompeyo Rufo y Cornelio Sila, a quien le correspondió en suerte la
provincia de Asia y la guerra contra Mitridates. Pero la asamblea otorgó el
mando de tal expedición a Mario. Esto dio lugar a disturbios callejeros.
La reacción de Sila, ante el decreto popular que lo relevaba
del mando, constituye uno de los hitos decisivos en la historia de la
república. Instó a las tropas a marchar contra Roma para defender a su general
y no dejarse arrebatar por otros soldados la gloria y riquezas que aguardaban
en Asia. Roma fue ocupada por el ejército de Sila.
Sila sólo tenía tiempo para asegurar su golpe con medidas de
urgencia. Logró que el senado aboliera los proyectos legales de la asamblea y
que Mario, y sus seguidores más destacados, fuesen declarados enemigos
públicos.
Sila marchó a la guerra asegurando el respeto a las nuevas
leyes por parte de los nuevos cónsules.
La Guerra contra Mitrídates.
La dinastía que reinaba en el Ponto siempre había tenido
pretensiones expansionistas sobre Asia Menor.
La fragmentación política de Anatolia prometía una acción
provechosa; sólo el reino de Bitinia parecía una fuerza apreciable, excluyendo
la provincia romana de Asia. El senado romano, ocupado en problemas más
urgentes, asistía pasivamente al fortalecimiento del Ponto.
En el año 89 a.C., Roma, pudo centrar su atención en
Oriente. Una comisión senatorial exigió a Mitrídates una indemnización. La
negativa del rey impulsó a Roma a exigir a los reyes de Capadocia y Bitinia que
invadieran el Ponto.
La provincia de Asia era el territorio natural donde debían
desarrollarse las operaciones. Mitrídates se presentó como el liberador de la
provincia y se hizo dueño de la misma. El siguiente objetivo del rey era la
ocupación de las islas del mar Egeo – de las cuales solo Rodas presentó
resistencia- como puente para conquistar la Grecia continental. El puente se lo
otorgó Atenas. Sila desembarcó en Grecia, y decidió un ataque directo a Atenas,
de cuya batalla Sila salió vencedor.
El senado romano, decidió enviar tropas, para avanzar en la
guerra y controlar el poder de Sila, pero las tropas senatoriales fueron
pasándose al bando de Sila.
Sila aprovechó astutamente las victorias de las tropas
consulares para forzar al rey del Ponto a una capitulación. El vencido rey
aceptó retirarse de los territorios ocupados, devolver los prisioneros,
entregar parte de la flota y pagar una indemnización.
La Guerra Civil.
La evolución de los acontecimientos obligó al gobierno
romano a plantearse la cuestión de la defensa de Italia. Sila, por su parte,
preparaba el retorno con una activa campaña de propaganda, con al que se atrajo
a un buen sector del senado. Algunos senadores, incluso, reunieron tropas para
ponerlas al servicio del general, tal es el caso de Craso y Pompeyo.
En el año 83 a.C., Sila desembarcó al frente de un ejército
de veteranos absolutamente leales, y no tardó en barrer la resistencia. Italia
se preparaba para sufrir los horrores de una guerra civil.
Sila continuó su avance victorioso hacia el norte y, en el
año 82 a.C., tuvo lugar la batalla definitiva, cerca de la ciudad de Roma. Sila
era ahora el dueño del Estado.
La Dictadura de Sila (82 a.C. - 72 a.C.)
Cuando Sila entró en Roma, la ciudad no tenía un gobierno.
Sila creyó necesario recurrir a una magistratura extraordinaria, que estaba en
desuso desde hacía mucho tiempo, la dictadura, aunque sin limitaciones en el
tiempo ni en las prerrogativas –se denomina Dictadura Constituyente, por sus
amplios poderes-. Sila decidió respetar las instituciones tradicionales y
permitió que los comicios eligieran a los correspondientes cónsules, aunque
entre sus candidatos.
El largo periodo de guerra civil, convenció al dictador de
que sólo la liquidación física del enemigo serviría para restablecer la
estabilidad.
Cuando es dictador, lo primero que hace es eliminar a sus
contrincantes, utilizando las proscripciones, que son listas oficiales de los
enemigos públicos del estado. Se confiscaban los bienes y sus descendientes no
podían realizar carrera política y podían ser asesinados sin juicio ni condena
previa.
Llevará a cabo reformas en el estado para evitar que ningún
otro político haga lo que ha hecho él, tomar el poder por la fuerza entrando
con los militares en roma y acumulación de poder sin límite de tiempo. El senado,
es ampliado a 600 eliminando a los que no son afines a él. Elimina la censura,
y es él quien propone y crea la lista senatorial. Reforzará las magistraturas y
aumentará su número. Los cuestores serán aumentados a 90, que pasan a formar
parte del senado.
Va a evitar que se utilice el tribunado de la plebe,
eliminando competencias, como el derecho a veto, la aprobación de las leyes
tiene que pasar antes por el senado. Elimina el tribunado de la plebe del corsus honorum. La composición de los
tribunales, pasa a ser otra vez controlado por los senadores. Para evitar la
acumulación de los poderes en cualquier político por la prórroga de mandatos,
realizara otro corsus honorum.
Establece la edad mínima y el intervalo temporal entre una magistratura y otra.
Por ejemplo para la pretura la edad mínima es de 40 años y 43 para ser cónsul.
Establece que entre el consulado tiene que pasar un mínimo de 10 años para
poder ser reelegido cónsul. Y en esta línea, organizara las provincias. Los
pretores son ampliados a 8, y exige que los pretores y cónsules realicen su
mandato en Roma, y después como procónsules o propretores van al año siguiente
al gobierno de las provincias. No podrán pasar con el ejército el límite de la
provincia. Realizará una colonización militar. Sila asentará en tierras
confiscadas a ciudadanos no partidarios de Sila, no las lleva fuera de Italia,
por las confiscaciones realizadas.
En el año 79 a.C. deja sus poderes y se retira a la vida
privada.
La Era de Pompeyo.
La muerte del dictador abre un período de treinta años, que
contemplan la transformación del régimen republicano aristocrático en una
autocracia militar. Este período es conocido como la “última generación de la
República”.
El senado creado por Sila había nacido ya debilitado; y este
débil colectivo hubo de enfrentarse a los muchos ataques que recibió por parte
de los jóvenes políticos ambiciosos de tendencias populares; y, por otro lado,
a las masas de ciudadanos que se veían afectados por graves problemas sociales
y económicos. A estos ataques vinieron a sumarse los graves problemas de
política exterior, precariamente resueltos durante la dictadura de Sila. El
gobierno hubo de buscar una ayuda efectiva para hacer frente a estos ataques, y
la encontró en la figura de Cneo Pompeyo.
Pompeyo, era hijo de Pompeyo Estrabón, y había heredado la
fortuna y las clientelas personales que su padre puso a disposición de Sila.
Con un ejército privado, Pompeyo, participó en la guerra civil y en la
represión de los elementos antisilanos. Sila premió sus servicios con el
sobrenombre de “Magno” y el título de imperator.
La rebelión de Lépido.
El cónsul Emilio Lépido, había incluido en su programa
político las principales reivindicaciones de los individuos y grupos excluidos
por el sistema. La agitación del cónsul encontró eco en Etruria. El senado dio
órdenes de aplastar el levantamiento, pero Lépido se unió a los sublevados. Las
fuerzas del otro cónsul, Catulo, resultaban insuficientes para hacer frente a
la rebelión, por eso, el senado, decidió adscribirle a Pompeyo como
lugarteniente. Catulo y Pompeyo, derrotaron a Lépido, pero no pudieron impedir
que una parte del ejército vencido huyera a Hispania, a apoyar a otro
sublevado, Quinto Sertorio.
La Guerra en Hispania de Sertorio.
Quinto Sertorio, lugarteniente de Mario, se había hecho con
el gobierno de la Hispania Citerior en el año 83 a.C., pero, en el 81 a.C., fue
expulsado de la provincia por las tropas del nuevo gobernador enviado por Sila.
Sertorio logró regresar a Hispania con un pequeño ejército de exiliados romanos
y se instaló en Lusitania. Con contingentes lusitanos, formó un estimable
ejército y se abrió camino en el interior de la meseta.
Ante esta situación, el senado volvió a recurrir a Pompeyo,
que fue enviado a Hispania con un imperium
proconsular para someter la sublevación. La conjunción de Pompeyo y Metelo,
permitió reconquistar la costa oriental y, a partir del año 74 a.C., el asalto
al núcleo de resistencia de Sertorio, Celtiberia.
Pompeyo permaneció aún unos meses en la península, sometió
los últimos focos de resistencia indígena y llevó a cabo una reorganización de
la administración, con medidas que extendieron su prestigio y poder personal.
Pompeyo dejaba cimentado su poder y la extensión de su influencia en la
península ibérica.
La revuelta servil de Espartaco.
Durante la ausencia de Pompeyo, el gobierno senatorial se
había visto enfrentado a un buen número de dificultades, entre ellas, la
reanudación de la guerra en Oriente contra Mitrídates del Ponto, y una nueva
rebelión de esclavos en Italia.
En el año 73 a.C., un complot de fuga de un grupo de gladiadores, que, dirigidos por
Espartaco, consiguieron su propósito y se atrincheraron en las laderas del
Vesubio. El cuerpo del ejército enviado por el senado fue derrotado. Al
movimiento se sumaron otros gladiadores y grupos de esclavos. Las míseras
condiciones de vida de la población servil empujaron hacia Espartaco a decenas
de miles de seguidores.
El gobierno de Roma, envió contra Espartaco a los cónsules.
El ejército servil logró derrotar a los dos magistrados. En Roma, se tomaron
medidas extraordinarias: un ejército compuesto por ocho legiones fue puesto a
las órdenes del pretor Licino Craso[1].
En la conducción de la guerra, Craso, prefirió no arriesgarse.
El pretor ordenó aislar a los rebeldes en el extremo sur de Italia, mediante la
construcción de un gigantesco foso, para vencerlos por hambre. El ejército
servil fue vencido, y el propio Espartaco murió en la batalla; pero un
destacamento de 5.000 esclavos consiguió escapar hasta Etruria, a tiempo para
que Pompeyo, pudiera participar en la masacre y robar a Craso el mérito
exclusivo de haber deshecho la rebelión.
El Consulado de Pompeyo y Craso.
Estos años contemplan la creciente influencia de ciertas
personalidades individuales, con poder para aglutinar facciones propias e
imponer con ellas s influencia sobre el Estado.
Pompeyo y Craso eran los hombres más fuertes en este
momento, y aunque se tuvieran un odio mutuo, la alianza era beneficiosa para
ambos. Pompeyo y Craso, eliminaron las trabas legales que se oponían a sus
respectivas candidaturas y consiguieron conjuntamente el consulado en el año 70
a.C.
Las reformas introducidas durante el consulado dieron nuevas
dimensiones a la actividad política en Roma. Se restituyó las tradicionales
competencias del tribunado de la plebe. Se solucionó definitivamente el
problema de la composición de los tribunales, desde ahora, los jueces serían
escogidos a partes iguales entre senadores y caballeros. Se revitalizó también
la función de los censores y se suprimieron sesenta y cuatro senadores, ya sea
por razones de deudas o por razones de sobornos.
Pompeyo logrará aumentar, en los años siguientes, su
influencia sobre el Estado.
La guerra mitridática de Pompeyo y la reorganización de Oriente.
Sila había sacrificado los intereses romanos en Oriente a la
afirmación de su poder sobre el Estado. Así, en el año 82 a.C., da comienzo la
segunda guerra mitridática, que, a duras penas, tiene como resultado una paz,
más ficticia que real.
Entre los años 74 a.C. y 64 a.C., se desarrolla la tercera
guerra mitridática. Mitrídates ocupó la Bitinia. La guerra fue un fracaso para
las tropas romanas. Los agentes de Pompeyo, aprovecharon esta situación para
sacar beneficios personales. Así, en el año 66 a.C., se encargaba a Pompeyo la
dirección de la guerra, con la oposición de la mayoría del senado, pero con el
apoyo de jóvenes senadores, como Julio César y Cicerón.
Pompeyo logró aislar al enemigo de cualquier ayuda del
exterior. Ante esta situación, el rey del Ponto, manifestó su disposición a
pactar, pero Pompeyo no le dejó más alternativa que la batalla.
Una vez conseguida la victoria, Pompeyo, se creyó en la
necesidad de reorganizar el Oriente, anexionando los últimos jirones del imperio
seléucida, convirtiéndolos en la provincia romana de Siria (64 a.C.). La
frontera meridional de la nueva provincia obligó a Pompeyo a prestar atención
al estado judío. También unió parte del reino del Ponto al reino de Bitinia. Y,
el interior de la península y los territorios limítrofes con el imperio parto,
fueron encomendados a reyes clientes de Roma.
Concluida la guerra, Pompeyo, con un ejército fiel y
numerosas clientelas adquiridas, se disponía a regresar a Roma como el hombre
más poderoso del imperio.
La política romana en la década de los 60.
Mientras, en la urbe, se había ido formando una tercera
fuerza en torno a Marco Licinio Craso.
Craso buscaba crearse, aprovechando la ausencia de Pompeyo,
una posición clave de poder en el Estado. Entre las ambiciones de los grandes
líderes, jóvenes políticos, opuestos al senado, se encontraba Cayo Julio César.
César era un aristócrata de una rancia familia patricia,
pero ligado por lazos familiares a Mario, vio abortada su carrera política por
el golpe de estado de Sila. César se convirtió en un ferviente partidario de
los ataques contra el régimen silano.
Craso revistió la censura y utilizó abiertamente su poder
para crearse una posición de poder con proyectos como la concesión de la
ciudadanía romana a todos los habitantes de la Galia transpadana o el intento
de ser nombrado magistrado extraordinario para transformar el reino de Egipto
en provincia. En estos proyectos, ambos fracasados, estaba detrás César.
Fue en estos momentos cuando Cicerón llega al consulado.
Cicerón pertenecía a una familia ecuestre de la burguesía municipal. Consiguió
que se le abrieran del senado. Su obsesión por integrarse en el senado y ser
reconocido como miembro de la nobilitas le decidió a convertirse en el
candidato principal de la alta cámara para las elecciones consulares del 63
a.C. Con los ilimitado recursos de su oratoria logró vencer su oponente, Catilina, y ser elegido cónsul,
con Antonio un amigo de Craso y César, como colega.
Cicerón dirigió el gobierno de acuerdo con las mejores
tradiciones republicanas, y enfrentado a las maquinaciones de la oposición
antisenatorial. El punto culminante del consulado se lo iba a ofrecer Catilina,
con un intento de golpe de estado. El plan del golpe de estado de Catilina era
lo suficientemente descabellado para que Craso, tras conocerlo, lo denunciara
secretamente a Cicerón. El senado decretó el senatus consultum ultimum, que daba plenos poderes a los cónsules para proteger el Estado.
Catilina logró huir a Etruria.
Esta revuelta, dio al senado un falso sentimiento de fuerza
y cohesión. Pompeyo nunca pensó en enfrentarse o cambiar un régimen en el que
pretendía integrarse como primera figura. Su idea dominante era ejercer un
“patronato” sobre el Estado, y ser reconocido como princeps.
Pompeyo decidió reintegrarse al juego político, a través de
una cooperación con la nobilitas,
para conseguir sus dos inmediatas aspiraciones: la ratificación de las medidas
políticas tomadas en Oriente y la asignación de tierras cultivables para sus
veteranos. Pero, Pompeyo, había calibrado mal sus cartas políticas y la factio dirigida por Catón, no le dejaba
otra alternativa que el retorno a la vía popular. Desgraciadamente para
Pompeyo, los populares activos en Roma se agrupaban en las filas de su enemigo
Craso.
A mediados del año 60 a.C., Julio César regresaba a Roma
para presentarse a las elecciones consulares. Pero su trayectoria política,
popular y de abierta oposición al senado, le hacían esperar una feroz
resistencia de los optimates a su
candidatura.
Por diferentes motivos, tres político –César, Pompeyo y
Craso- veían peligrar sus ambiciones por la actitud del senado. Dos de ellos,
Pompeyo y Craso, estaban enemistados; entre ambos, César, debía cumplir el
papel de mediador. Esto se conoce como el “Primer
Triunvirato”. Pompeyo contaba con el apoyo de sus veteranos; Craso, con su
influencia en el senado y en los caballeros y, sobre todo, por el potencial de
su fortuna; César, podía utilizar el poder que le otorgaría la magistratura
consular.
El pacto era estrictamente político y con fines inmediatos.
Para conseguirlos, era necesario que César alcanzase el consulado. Y así
ocurrió, junto con un optimate, Marco Calpurnio Bílbulo.
El consulado de César.
César será el primer cónsul que utilice la magistratura para
una amplia actividad legislativa, apoyada en la asamblea popular, en contra de
la voluntad del senado.
En primer lugar, era necesario atender a los compromisos de
la alianza con Pompeyo y Craso.
Para subrayar la impotencia del otro cónsul, Bílbulo, se
retiró el resto del año a su mansión privada. Irónicamente, el 59 a.C., se
conoce como el año del consulado de Julio y César.
César trato de fortalecer sus lazos con Pompeyo a través de
una alianza matrimonial. Pompeyo desposó a Julia, hija de César.
Una de las actividades más importantes desarrolladas por
César en la época de su consulado, fue la conquista de la Galia
La Guerra Civil y la Monarquía de César.
El tribunado de Clodio.
Antes de que césar partiera para la Galia, los “triunviros”
consideraron necesario asegurarse de un eventual contragolpe senatorial y para
ello utilizaron los servicios de un radical tribuno de la plebe: Publio Clodio.
Pompeyo fue el más afectado por esta nueva constelación
política, obligado a permanecer en Roma, su prestigio e influencia disminuía en
el senado. Más si cabe, si Clodio, instigado por Craso, deterioraba su imagen
pública.
Pompeyo tratara de acercarse a Cicerón, para recuperar su
perdida posición en el senado, mientras Clodio, se echaba en brazos de los optimates, declarándose dispuesto a
invalidar las disposiciones legislativas de César. Ante la necesidad urgente de apoyos, César dio su beneplácito
para que Pompeyo hiciese regresar a Cicerón del exilio.
La cámara otorgó a Pompeyo un poder proconsular. El encargo,
a espaldas de César, enfrió las relaciones con Pompeyo, mientras Craso se
presentaba a colaborar con la facción senatorial que no aceptaba este cargo.
Los acuerdos de Lucca.
César cumplirá de papel mediador para superar los
malentendidos entre Pompeyo y Craso, y se reunirán en la ciudad de Lucca.
Pompeyo y Craso debían investir conjuntamente el consulado
del año 55 a.C. y, a su término, obtener el imperium proconsular sobre las
provincias de Hispania y Siria, respectivamente.
Tras finalizar el período de magistratura, Craso marchó a
Siria; Pompeyo, por su parte, prefirió permanecer en Roma, cerca de las fuentes
legales del poder, y gobernar Hispania mediante sus legados.
La crisis institucional después de Lucca.
El pacto quedaría en entredicho por una serie de
imponderables. El primero, fue la muerte de Julia, hija de César y unida en
matrimonio con Pompeyo. El distanciamiento se hizo aún más evidente con el
nuevo matrimonio de Pompeyo con la hija de uno de los mayores enemigos de
César, Metelo Escipión. Pero, el motivo más importante del distanciamiento, fue
la muerte de Craso. Todas estas situaciones y acontecimientos pusieron a
Pompeyo en una difícil situación.
Mientras tanto, se estaba produciendo en Roma un caos
político que derivó en disturbios urbanos. El senado decretó el estado de
excepción y dio poderes a Pompeyo, en su calidad de procónsul, para reclutar
tropas en Italia con las que restablecer el orden. Pompeyo era propuesto, poco
después, como único cónsul (cónsul sine
collega). Ante esta situación, Pompeyo se incluyó en los círculos
optimates, y se dispuso a superar la crisis de Estado. Las medidas que tomó
Pompeyo, perjudicaban directamente a César.
Esta situación iba a conducir a la guerra civil.
César invirtió gigantescos medios de corrupción para logar
el apoyo de los cónsules y, sobre todo, del tribuno de la plebe Curión.
El senado decretó que César licenciase a su ejército en un
día determinado, so pena de ser declarado enemigo público. El veto de dos
tribunos de la plebe elevó la tensión al máximo. Finalmente, el senado decretó
el senatus consultum ultimum y otorgó
a Pompeyo y demás magistrados poderes ilimitados para la protección del Estado.
César contaba ahora con un pretexto legal para justificar su marcha sobre
Italia: los optimates habían violado los derechos tribunicios y atentado contra
la libertad del pueblo. César desencadenó la guerra civil a cruzar con sus
tropas el río Rubicón, que marcaba la frontera entre la Galia Cisalpina e
Italia.
La Guerra Civil.
La decisión de César tenía a su favor el factor sorpresa.
Pompeyo, en cambio, basaba su estrategia en el abandono de Italia. Su propósito
era trasladar la guerra a Oriente como había hecho Sila. Pompeyo, seguido de
los dos cónsules y de un gran número de senadores, embarcó con sus tropas rumbo
a la costa de Epiro, sin que César llegara a tiempo para impedirlo.
César, se detuvo unos días en Roma, donde se apoderó de los
ingentes recursos del tesoro público y distribuyó los mandos y los objetivos.
A finales del año 49 a.C., regresaba César a Roma, donde
intentó afirmar su posición política. Nombrado dictador, puso en marcha
legalmente el mecanismo de las elecciones, en las que él mismo fue elegido
cónsul.
La Dictadura de César.
La conquista del poder por la fuerza de las armas enfrentaba
a César con la difícil tarea de reordenar el Estado. César mantuvo la vigencia
de las instituciones republicanas, pero acomodándolas arbitrariamente a su
servicio. Preocupado sólo por afirmar su posición no se planteó buscar una
alternativa al régimen senatorial para conseguir una estabilidad política. Se
planteó el dilema entre la restauración de la república oligárquica o el
gobierno totalitario. Cuando se hizo evidente que César aspiraba a crear una
posición monocrática, solo quedo el recurso de su asesinato.
Legislación de César en su Dictadura.
Sus medidas sociales trataron de garantizar la posición
social y económica de los estratos pudientes. Esta política llevaría a César al
aislamiento.
De estas medidas sociales, la más fecunda y, también, la más
original fue su política de colonización y concesión del derecho de ciudadanía.
La fundación de colonias en las provincias, además de
proporcionar tierras de cultivo a miles de ciudadanos, sirvió para extender la
romanización en amplios territorios y uniformar las primitivas sociedades
incluidas bajo el dominio de Roma.
Las medidas políticas de César tuvieron un alcance mucho
menor que las sociales. Reorganizó el senado, aumentando su número de 600 a 900
senadores, al tiempo que restringía drásticamente las competencias de la cámara
para convertirla en un órgano vacío de poder. Las asambleas, apenas mantuvieron
sus aspectos formales, utilizadas por el dictador a su voluntad. En cambio, las
magistraturas pudieron obrar con casi independencia. Finalmente, hay que
mencionar, su reforma del calendario, que, con leves retoques en el siglo XVI,
aún perdura.
El 15 de marzo del 44 a.C., César era asesinado en el senado
por un grupo de conjurados.
Roma tras la muerte de César: Cesarianos y anticesariano o republicanos.
La muerte de César sólo significaba la vuelta al caduco
régimen senatorial, frente a la necesidad de un nuevo orden social, necesitado
de profundos cambios. La aristocracia senatorial era incapaz de adoptar una
línea eficaz ante su división y su falta de poder real.
Los asesinos de César, comprobaron de inmediato no sólo que
les faltaban apoyos, sino que el tiranicidio comprometía sus propias vidas.
Marco Antonio tomó en sus manos las riendas de la situación y se apoderó de las
disposiciones de César convocando una reunión del senado.
Mientras las tropas cesarianas, dirigidas por Marco Emilio
Lépido, eran alejadas de Roma, el senado y Antonio llegaron a una solución de
compromiso: amnistía general para los conjurados y confirmación de las
disposiciones de César. Pero la indignación general que estalló cuando se
conocieron las generosas disposiciones del dictador en favor de la plebe,
obligó a los asesinos a huir de la ciudad, a pesar de la amnistía.
Cayo Octavio estaba ligado por vía materna a la gens Julia; era sobrino-nieto del
dictador. César había mostrado una fuerte inclinación por el joven, hasta el
punto de nombrar hijo adoptivo y heredero.
Antonio no supo reaccionar políticamente ante el nuevo factor.
Octavio, para convertirse en el heredero de César, necesitaba dinero y tropas
pero también un contrapeso político a la autoridad de Antonio. El contrapeso lo
encontró en la figura de Cicerón.
Se orquestó así una eficaz propaganda contra Marco Antonio.
Cicerón lograba empujar a Marco Antonio a una acción precipitada y errónea:
atacar Módena a Décimo Bruto. Marco Antonio parió de Roma con sus tropas. El
senado confió a Octavio el rango senatorial y, con los dos cónsules, el mando
del ejército que salió al encuentro de Marco Antonio. La llamada guerra de Módena acabó con victoria de
las fuerzas del senado, pero los dos cónsules murieron en la lucha. Marco
Antonio escapó para buscar en la Galia la alianza de Lépido.
El senado se sintió ahora fuerte, mientras la posición de
Octavio se debilitó. Cuando el senado rechazó su pretensión de ser investido
cónsul, el joven Octavio no tuvo reparo en marchar contra Roma al frente de su
ejército y forzar su elección.
Octavio consiguió por ley que se reconociera su adopción,
transformándose en Cayo Julio César Octaviano, y que se declarase enemigos
públicos a los asesinos de su padre adoptivo.
Liquidación de la República.
Lépido fue el encargado de mediar en la alianza entre Marco
Antonio y Octaviano. Formándose así el “Segundo Triunvirato”. El triunvirato
significaba colocar a sus titulares durante cinco años por encima de todas las
magistraturas, así como un reparto de las provincias.
Pero antes que nada, era necesario liquidar a los enemigos
políticos en Roma y se desató el horror de las proscripciones, entre las que
hay que contar la muerte de Cicerón.
Marco Antonio frente a Octaviano.
Antonio y octaviano acordaron remodelar los objetivos y las
provincias a espaldas del tercer triunviro, Lépido. Se decidió que Marco
Antonio permaneciera en Oriente y Octaviano regresaría a Italia.
La tarea de Octaviano era difícil y arriesgada, pero
también, prometía enormes ventajas. Si con las expropiaciones corría el riesgo
de atraerse el odio de la población de Italia, el asentamiento de 60.000
veteranos le proporcionaba una plataforma de poder real absolutamente segura.
Cuando Marco Antonio se dio cuenta de su error era demasiado tarde. Marco
Antonio se trasladó a Italia y estuvo a punto de producirse un choque de
fuerzas.
Se llegó finalmente a un acuerdo: Octaviano recibió las
provincias occidentales y Marco Antonio, las orientales; Lépido hubo de
conformarse con África. Por lo tanto, Octaviano era ahora el dueño de
Occidente.
Antonio había recibido el encargo de regular las cuestiones
de Oriente, y, en el año 36 a.C., con los recursos de Egipto, proyectó la
campaña contra los partos, que hubo de ser abandonada, al no poder contar con
los soldados que Octaviano le había prometido en los acuerdos de Tarento.
Antonio repudió a su mujer, Octavia, la hermana de su
colega, y se concentró en el gobierno de Oriente, con Egipto como núcleo y
fundamento de un edificio político nuevo. Marco Antonio, mantenía un doble
papel equívoco: como magistrado, representaba los intereses romanos en Oriente;
como esposo de la reina de Egipto, Cleopatra, asumía el carácter de soberano
helenístico divinizado.
El sistema contenía puntos débiles suficientes para ser
convertido por Octaviano y su camarilla en objeto de una gigantesca campaña de
propaganda con un único objetivo: eliminar a Marco Antonio.
Los ataques contra Antonio generaron en Roma un ambiente de
guerra civil, que Octaviano trató de convertir en cruzada nacional. Antonio fue
convertido en instrumento en manos de una reina extranjera, la egipcia enemiga
de Roma, que utilizaba la debilidad de un romano para destruir el Estado; la
guerra, así, no sería de romanos contra romanos, sino una cruzada de liberación
nacional.
El partido de Octaviano consiguió que Italia se uniera en un
solemne juramento de obediencia a Octaviano como comandante militar para la
guerra contra Cleopatra.
Era el momento de
declarar la guerra a Cleopatra; Octaviano atravesó el Adriático con su ejército
al encuentro de su rival. La batalla se dio en Accio, en septiembre del 31 a.C.
En una total confusión, mientras el ejército de tierra capitulaba, Marco
Antonio ordenó seguir a las naves de Cleopatra, que, abandonando el combate,
huyó hacia Egipto. Los dos pondrían allí fin a su vida.
[1] Miembro de la vieja
aristocracia senatorial, muy joven, había abrazado la causa de Sila. Las
proscripciones le enriquecieron extraordinariamente y utilizó esta fortuna para
fines políticos.
mucha wikipedia veo yo aqui eh
ResponderEliminarmás bien de la universidad de salamanca
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