lunes, 24 de junio de 2013

La cultura del siglo XVII: Barroco y Clasicismo. La Revolución Científica.

La civilización de la Europa Clásica

El clasicismo fue un movimiento estético y cultural que actualizó y reivindicó los valores de la antigüedad grecorromana y del Renacimiento.
La estética del clasicismo se caracteriza por la unidad, la armonía, la moderación y la sobriedad. Es una estética que apela más a la razón que al sentimiento.
En arquitectura se caracterizó por la hegemonía de la recta, la superposición desórdenes, columnatas y frontones triangulares. En escultura y pintura abundan las alegorías mitológicas. En el teatro existe una disciplina en la unidad de tiempo, acción y lugar. En prosa destaca la claridad expositiva.
La historiografía francesa ha designado con el nombre de época clásica a la época del reinado de Luis XIV. Con el calificativo de clásica se alude a una época áurea, en la cual la cultura francesa adquirió la mayor perfección e irradió a toda Europa.
Por influencia de la historiografía francesa nos referimos a la Europa de Luis XIV como la Europa del Clasicismo.
Luis XIV fue el principal mecenas del reino. La cultura fue para Luis XIV parte de los refinados modos de vida de la corte. Pero también fue un instrumento de propaganda política al servicio de su gloria personal y del prestigio internacional de Francia.

La Revolución Científica: el racionalismo de Descartes

La publicación del Discurso del Método por René Descartes en 1637 constituyó un hito decisivo en la historia intelectual de occidente.
Descartes parte de las certezas más complejas. Propugna la duda metódica  no acepta nada que no sea evidente. Frente a las verdades admitidas por autoridad y tradición, descartes estima que la razón es el criterio intelectual supremo.
El pensamiento de Descartes está profundamente influido por Bacon, autor de una nueva lógica que desplazó a la lógica aristotélica. Ambos coincidían en la intención de hacer tabla rasa de la tradición filosófica anterior. Pero Descartes no se identifica con el utilitarismo de Bacon ni con su inclinación experimentalista.
El método cartesiano se caracteriza por su sentido crítico, la disciplina intelectual y la observación empírica.
Partiendo de la experiencia interna y de la certeza de su propio ser (cogito, ergo sum), Descartes construye una nueva metafísica. El sistema filosófico cartesiano es racionalista, en cuanto considera que la razón es el criterio supremo de verdad y estima que la realidad es transparente a la razón.
La filosofía cartesiana es dualista en cuanto que distingue entre dos tipos de sustancias: la res cogitans (sustancia espiritual) y la res extensa (sustancia material).
La comunicación entre ambas sustancias en el ser humano fue cuestión que Descartes no llegó a resolver satisfactoriamente.
La filosofía de Spinoza es un desafío para el cristianismo y para el judaísmo.
Spinoza era hijo de un rabino de Ámsterdam y descendiente de judíos castellanos. Fue expulsado de la sinagoga y se ganó la vida como pulidor de lentes. La filosofía de Spinoza es más claramente panteísta que la de Malebranche.
Para Spinoza existe una única substancia. Esta sustancia tiene dos modalidades: la natura naturans (Dios) y la natura naturanda (mundo). La actividad filosófica de Spinoza se extendió también al campo de la política.
Leibniz fue un hombre de espíritu  universal. Cultivó matemáticas, física, derecho, historia, teología y filosofía.
Se caracterizó por su espíritu conciliador en lo político y en lo especulativo: "en todo tiempo me preocupé de descubrir la verdad que se hallaba soterrada y dispersa en las diferentes sectas filosóficas y de juntarlas consigo misma."
Se esforzó por conciliar la existencia del mar y la bondad de Dios.
Estableció la teoría de las mónadas. Toda realidad se compone de mónadas. Las mónadas son seres espirituales. Existen varias categorías de mónadas, desde las de nivel más bajo, que no poseen conciencia, hasta Dios, la mónada perfecta.
En la segunda mitad del siglo XVII, la difusión del cartesianismo transformó el panorama intelectual y religioso europeo.
Importantes sectores eclesiásticos y bastantes universidades se opusieron al cartesianismo.
Bossuet veía en el cartesianismo un peligro para la Iglesia. De hecho, al margen de los propósitos de Descartes, que era un creyente convencido, el cartesianismo tendió a asociarse con el deísmo en la crítica hacia las religiones reveladas, anticipando así los planteamientos de la ilustración francesa.

La aportación científica de Newton

La revolución científica del siglo XVII supuso un salto cualitativo en la historia universal.
En el siglo XVII se pusieron las bases de una nueva ciencia, especialmente en el ámbito de las matemáticas y de la física. La nueva ciencia fue fruto del método cartesiano.
Se apoyó en una lógica cuantitativa, en la asociación de hipótesis y en la verificación empírica. El surgimiento de la ciencia moderna se produjo en un contexto de cambios en las condiciones de trabajo de los científicos.
A mediados del siglo XVII se inventaron y perfeccionaron distintos elementos de observación y medida que proporcionaron a los científicos un utillaje imprescindible para llevar a cabo sus investigaciones.
Entre estos instrumentos cabe citar el microscopio y el telescopio.
En la segunda mitad del siglo XVII se asistió a un proceso de institucionalización del intercambio científico y a la constitución de una embrionaria república europea de la ciencia, similar a la república de las letras surgida en tiempos del Renacimiento.
El epicentro de la república de las ciencias no fue Italia, sino Londres. En cuanto a las lenguas de comunicación, el latín perdió terreno frente al francés y el inglés.
En el siglo XVII avanzó muchísimo el conocimiento de las matemáticas, de tal forma que a finales del siglo XVII los científicos de la naturaleza están en condiciones de formular sus teorías en términos de leyes matematizadas. Partiendo de logros previos Newton dio forma a un nuevo sistema físico que sustituyó al viejo cosmos griego.
A la gloria de Newton contribuyó de forma especial la publicació nde su obra capital: los principios matematicos de la filosofía natural (1687).
En los Principios de Newton enunció la ley de la gravitación universal. Según esta, todos los cuerpos se atraen en razón directa de sus masas y en  razón inversa del cuadrado de sus distancias.
Al mismo tiempo formuló Newton el principio de inercia, según el cual todo cuerpo permanece en estado de reposo o de movimiento rectilíneo y uniforme hasta que una fuerza exterior actúe sobre él.
La influencia de la obra de Newton va más allá de unos logros concretos. Su mejor aportación fue el establecimiento de un método que combina observación, interpretación, formulación de leyes matemática, y la verificación experimental.
Newton acentuó el valor de la experimentación, aspecto que había sido descuidado por Descartes.
Al someter al juicio crítico de la razón las verdades admitidas, Descartes había dejado al margen la teoría política. Sin embargo, después de Descartes afloraron diversas teorías políticas basadas en la crítica racional.
Muchas de las nuevas teorías políticas surgieron en Inglaterra pues este país se convirtió en un verdadero laboratorio político en los años que transcurrieron entre sus dos revoluciones (1640-1688).

Debate sobre el absolutismo:

Las teorías políticas proabsolutistas: Hobbes y Boussuet

Pensaba Hobbes que el soberano debía concentrar el poder legislativo, ejecutivo, judicial y espiritual.
Su obra más importante es el Leviatán, publicada en 1651. En ella expone un análisis racionalista de la filosofía política. El Leviatán presenta una visión del ser humano muy pesimista.
A diferencia de Aristóteles, Hobbes decía que el hombre no era sociable por naturaleza. La sociabilidad humana es artificial y consecuencia de un cálculo interesado. El hombre en la naturaleza vivía en un estado de guerra permanente donde no tenía noción de bien o de mal. El hombre es un lobo para el hombre.
El estado de guerra permanente es incómodo para el hombre, por lo que el miedo a perder la vida y la capacidad racional del hombre, buscó la manera de salir de ese estado de naturaleza y alcanzar la paz.
Las condiciones de esta paz son las leyes naturales que todo ser humano debe cumplir en todo momento. En virtud de las leyes naturales, el hombre renuncia al deseo natural de poseerlo todo, pero para que esta renuncia sea efectiva hace falta una fuerza coercitiva externa, pues los pactos sin la espada no son más que palabras. Esa fuerza coercitiva es el Estado.
Los hombres naturales, deseosos de salir del estado de naturaleza, constituyen por un pacto voluntario el Estado. Pero el Estado no pacta con los individuos. Son los individuos los que pactan entre sí. Por tanto, el Estado no contrae ninguna obligación.
La renuncia del individuo a su derecho natural es irreversible y definitiva desde el momento mismo de la realización del pacto.
El Estado-Leviatán puede encargarse en cualquiera de las formas de gobierno, aunque Hobbes considera que la monarquía es la forma de gobierno menos defectuosa.
El estado absoluto tiene deberes: procurar la seguridad de sus súbditos, garantizar al justicia y ser lo suficientemente fuerte para asegurar el éxito de su misión.
Si el Estado incumple el deber fundamental de seguridad, los súbditos pueden dar por cancelada la transmisión de poder efectuada en el contrato, pues nadie puede impedir a los individuos que usen de su derecho natural de protegerse ellos mismos cuando el Estado no os protege.
            El obispo Bossuet fue preceptor del delfín de Luis XIV. Su obra culminante es la Política Sacada de las Sagradas Escrituras (1679).
En esta obra, el soberano es un elegido de Dios para regir a su pueblo. Bossuet afirma que el poder del rey viene directamente de Dios. El rey está sometido a la razón, aunque sólo a Dios debe dar cuenta de sus decisiones.
Acerca del origen de la sociedad y del poder, Bossuet expone lo siguiente: todos los hombres son hermanos; pero si no se aman unos a otros, es por culpa del pecado original. En vez de amarse, los hombres se dañan mutuamente y para impedirlo hace falta una autoridad que se haga respetar.
Bossuet rechaza cualquier idea de contrato en la génesis del poder. El gobierno encarna en los reyes por pacífica posesión desde tiempos inmemoriales, sin necesidad de consentimiento expreso, porque Dios quiere que se refleje en ellos su gobierno paternal.
La monarquía es sagrada, los reyes son lugartenientes de Dios en la Tierra. La persona real es sagrada y atacar a los reyes equivale a un sacrilegio. Obedecerlos y respetarlos constituye una obligación de conciencia. A los reyes sólo se les puede desobedecer si mandan algo contra Dios.
Aun a los príncipes impíos se debe acatamiento y nunca debe oponerse violencia contra sus violencias.
Sobre el ejercicio de la realeza, piensa que su autoridad no puede ser compartida, porque entiende que soberanía y propiedad son la misma cosa.
El rey como soberano propietario puede disponer de su reino a su antojo.
Bossuet concibe la sociedad como una gran familia e identifica el papel del rey con el del padre del pueblo.
Ese paternalismo exige un freno al poder absoluto, pues de él se deduce que el rey debe obrar de tal forma que se gane el cariño de sus vasallos.
Pero el mayor freno al absolutismo lo representa la idea cristiana del bien común. El rey tenía que respetar el bien común, pues ésta era la voluntad de Dios, y de ello dará cuenta al finalizar sus días.
La época en la que escribe Bossuet es la del apogeo del absolutismo, pero los días del absolutismo está ya contados.

La crítica del absolutismo: Locke

Las críticas del absolutismo surgieron en diversos entornos geográficos:
Desde Holanda (Spinoza) hasta la propia corte del Rey Sol (Fenelón, con las aventuras de Telémaco). Pero ninguna de estas críticas tuvo la consistencia de la teoría política de Locke.
John Locke fue un hombre identificado con la Revolución Gloriosa de 1688 que instauró la supremacía del parlamento en Inglaterra.
Locke fue un filósofo empirista que tuvo una experiencia política directa como secretario de un líder del partido Whig.
Su teoría política es mucho menos empírica que la de Montesquieu o Tocqueville y más cercana al tipo de argumentación abstracta de Hobbes.
Publicó en 1690 los Tratados sobre el Gobierno. Al igual que Hobbes señala que el hombre sale del estado de naturaleza y constituye la sociedad civil mediante un contrato originario.
Para Locke el estado de naturaleza no es la terrible guerra de todos contra todos, sino una idílica situación en la que el hombre vive ajustado a la razón con libertad, igualdad y paz.
Pero si el estado de naturaleza no era tan malo, por qué quisieron los hombres salir de él.
La respuesta es que en sociedad pueden vivir mejor. En el estado de naturaleza faltan leyes precisas, jueces imparciales y un poder que obligue a cumplirlas.
El hombre natural es libre; pero, quién defiende su libertad...
Todos los hombres en estado natural son iguales; pero quién garantiza su igualdad contra los usurpadores. Para obtener estas mejoras técnicas el hombre pasó al estado de sociedad.
En el estado de naturaleza el hombre goza de dos poderes: Poder de conservación (derecho a hacer las cosas necesarias a su conservación y las del género humano) y poder de punición (derecho a castigar los crímenes contra las leyes naturales).
Al constituirse en sociedad el hombre natural consiente en someterse a un poder político para garantizar su seguridad y el goce pacífico de las cosas que le pertenecen. El origen del poder político se sitúa en el consentimiento de los hombres libres.
A diferencia de Hobbes, Locke niega que los hombres libres puedan constituir un Estado-Leviatán capaz de aniquilarlos, pues sería tanto como suponer que se agrupan para protegerse de las hienas, pero no les importa ser devorados por un león.
El hombre natural tiene el poder de conservación y el poder de punición. Ambos los transfiere a la sociedad por el contrato originario.
Así, en la sociedad civil reside un poder legislativo, que equivale al poder de conservación, y un poder ejecutivo que equivale al poder de punición.
Ambos poderes deben estar en manos diferentes para evitar que de la acumulación de poderes surja la tentación de abusar de los mismos.
El poder legislativo, encarnado en el parlamento es el supremo y sagrado poder. El poder ejecutivo, el rey, se encarga de hacer cumplir lo legislado, supliendo discrecionalmente las lagunas que el poder legislativo no puede prever.
Para Locke, el poder tiene sus limitaciones. Los derechos naturales de los individuos no prescriben al transferirse a la sociedad por el contrato originario.
Los gobernantes reciben en depósito el cuidado del bien público.
Si obran mal, el pueblo puede privarles del poder. Aunque el ejercicio de la soberanía haya sido trasladado al poder legislativo, la soberanía radica en el pueblo, que puede recobrar su ejercicio si se lo quita a los gobiernos que usan mal de ella.
Para Locke no hay contrato de sumisión, sino contrato de gobierno. El pueblo tiene derecho a rebelarse y a emplear la fuerza contra el mal gobierno.
¿Será éste el principio de la anarquía?
Locke dice que no, porque los pueblos no se sublevan más que en última instancia, y en cualquier caso igual da que se les reconozca ese derecho o no, porque los pueblos se alzan de todas formas cuando el poder se les hace insoportable.
El pensamiento de Locke no es todavía un pensamiento democrático.
Él se conforma con el sistema surgido de la Revolución Inglesa de 1688, que era un sistema basado en un parlamento oligárquico controlado por terratenientes.
No obstante, hay que reconocerle a Locke el valor de haber escrito a favor de la libertad en una época que había mucha necesidad de hacerlo.
Sus enfoques preliberales influyeron mucho en el pensamiento político de la Ilustración francesa -por ejemplo en Montesquieu y en el constitucionalismo de la Revolución Americana.

El pensamiento protodemocrático: los Levellers

La mayor crítica contra el absolutismo del siglo XVII la efectuaron los levellers en la Inglaterra de los años 1647-1649, pocos años antes de la abolición de la monarquía.
En la historia intelectual de Europa, las obras y los manifiestos de los levellers (niveladores) representan el primer cuerpo significativo de pensamiento democrático, aunque su nivel de conceptualización fuera inferior al de Hobbes y al de Locke.
Los líderes levellers, como Overton, eran intelectuales de clasemedia. Su pensamiento está imbuido de un profetismo religioso de inspiración bíblica y de un gran radicalismo social.
Su principal manifiesto fue el Acuerdo del Pueblo, formado por decenas de miles de ciudadanos en 1647. En el Acuerdo del Pueblo se reclamaba la igualdad de derechos políticos y sociales para todas las personas.
Se pedía la elección de los gobernantes por el pueblo, se propugnaba una distribución equitativa de los medios de subsistencia, se exigían más ayudas para los pobres.
Incluso se proponía la educación y la atención médica para todo el mundo. Aunque los tiempos no estaban maduros en el siglo XVII para un movimiento protodemocrático como el de los levellers, sus manifiestos ponen de relieve el avance de Inglaterra con respecto al resto de Europa.
Coetáneos de los levellers fueron los diggers (cavadores). Tuvieron menos apoyo social.
Eran campesinos sin tierra, seguidores de un visionario reformador, llamado Gerard Winstanley, que defendía la abolición de la propiedad privada de la tierra. Reclamaba la libre elección de los representantes en el parlamento, de los funcionarios y de los pastores religiosos.
A lo largo del siglo XVII los intelectuales europeos efectuaron una honda revisión crítica de las verdades admitidas anteriormente y pusieron los cimientos del mundo contemporáneo.
El examen crítico afectó principalmente al dominio de la ciencia y de la teoría política, pero en menor grado afectó también a la religión y a toda la visión concebida por las élites cultivadas.
No obstante, para no exagerar las cosas conviene precisar que la revolución intelectual del siglo XVII tuvo limitaciones sociológicas y geográficas.

La crisis de la Conciencia Europea y los orígenes de la Ilustración.

La revolución intelectual afectó poco al campesinado, que constituía la gran mayoría de la población.
A ello no fue ajeno el analfabetismo general de la población rural. Desde el punto de vista geográfico, las transformaciones afectaron sobre todo a la Europa del norte, la Europa occidental y la Europa central.
Apenas afectaron a la Europa mediterránea y a la Europa oriental.
Como resultado de estas transformaciones intelectuales se llegó entre 1680 y 1715 a una verdadera Crisis de la Conciencia Europea, como ha demostrado Paul Hazard en su ya clásica obra.
Este autor demostró que el cambio se produjo antes de la Ilustración, e incluso antes de 1715.

En los círculos intelectuales ingleses y holandeses del siglo XVII empezaron a ser cuestionados los principios de orden, tradición y jerarquía, siendo sustituidos por los principios de razón, igualdad y revolución.

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