lunes, 24 de junio de 2013

Las relaciones internacionales en el siglo XVII. La Guerra de los Treinta Años: de la hegemonía de los Habsburgo a la hegemonía de la Francia de Luis XIV.

Uno de los grandes y más importantes imperios que había en el Mediterráneo fue el imperio otomano. Controlaban la totalidad del Mediterráneo oriental. La batalla de Lepanto tubo un alto valor simbólico: fue la primera derrota de los otomanos y además en una zona donde siempre habían tenido el control (aunque a efectos prácticos no tuvo demasiada importancia, ya que se recuperaron rápidamente).
Hungría formaba parte del imperio de los Habsburgos (al igual que una gran parte del Sacro Imperio Romano Germánico). Controlaban también España, Nápoles y Sicilia.
Tras la paz de Westfalia se sale del Sacro Imperio Romano Germánico Holanda, el norte de Italia y algunos territorios más.

1. LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

Participan en ella todas potencias importantes europeas y también muchas de las secundarias. Su cronología va de 1618 a 1648.
Comienza en la zona de Bohemia por motivos religiosos y sucesorios. Posterior mente se extiende al Sacro Imperio Romano Germánico y finalmente a toda Europa.
Es la última guerra europea por motivos religiosos. Las siguientes guerras serán por motivos políticos. De hecho en la propia Guerra de los Treinta Años se cambian los motivos, una vez superados los religiosos.
Está relacionada con el éxito de la Contrarreforma Católica y la resistencia de la Europa protestantes. Pero la participación de otras potencias fue por distintos motivos.

1.1 Causas religiosas de la Guerra de los Treinta Años

En la paz de Augsburgo de 1555 se estableció el reconocimiento del luteranismo en pie de igualdad con el catolicismo dentro de los límites del Imperio Germánico. El rey tenía derecho a elegir la religión de su país.
Pero esta Paz no tuvo en cuenta al movimiento calvinista, que aunque era minoritario, también era muy activa y con algunas ciudades importantes como Bremen.
También era calvinista el Palatinado, región del Rin situada en la vía que recorrían los ejércitos de la Monarquía Católica desde el norte de Italia hasta Flandes. El calvinismo hizo también muchos prosélitos en Bohemia y Hungría, territorios patrimoniales de los Habsburgo.
El luteranismo apenas reaccionó contra la expansión calvinista. En cambio, la iglesia católica lo hizo virulentamente.
En el concilio de Trento (1545 – 1563) predominó la tendencia intransigente. Carlos V había concebido el concilio como un instrumento para resolver las diferencias entre católicos y protestantes. Sin embargo, en tiempos de Felipe II sel concilio sólo sirvió para consumar la ruptura con los movimientos reformadores.
Uno de los instrumentos más eficaces de la Contrarreforma fue la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola. Tras la paz de Augsburgo, la compañía no podía actuar en los estados protestantes, por eso se centró en los estados católicos del sur de Alemania y en especial en los territorios patrimoniales de los Habsburgo: Austria, Bohemia, Hungría, etc.
A principios del siglo XVII, Rodolfo II, emperador del Imperio Germánico, otorga la carta de majestad a los protestantes. Pretendía con esto acabar con el conflicto religioso. Pero el resultado fue que no los luteranos ni calvinista se entendieron entre si y los católicos no lo vieron con buenos ojos.
La situación religiosa era muy conflictiva cuando Fernando de Estiria, discípulo de los jesuitas, como duque de Estiria, Carniola y Carintia había recatolizado por la fuerza a sus súbditos. Sus pretensiones absolutistas y su intransigencia provocaron la Guerra de los Treinta Años, que comenzó en Praga con la defenestración de dos funcionarios católicos.

1.2 Causas políticas de la Guerra de los Treinta Años

El Imperio Germánico tenía una estructura política feudalizante. Eran un conjunto de principados (tanto laicos como eclesiásticos), algunas ciudades libres etc.
A partir de la reforma protestante y la paz de Augsburgo cada príncipe dentro de su principado es la autoridad efectiva (al margen del emperador). La división religiosa por el cisma protestante le afectó profundamente, de hecho Carlos V fue el último emperador coronado por el Papa.
Carlos V dividió su herencia entre su hermano Fernando I y su hijo Felipe II, creando una rema de los Habsburgo: una austriaca y otra hispánica. Tras la batalla de Mülgerg, los protestantes comprende que no van a poder hacer frente a los Habsburgo ellos solos, por lo que se alían con los turcos (Solimán el Magnífico). A Carlos le pareció que la mejor solución fue dividir sus posesiones para poder hacer frente a la amenaza.
La rama de Viena era mucho más débil y recibía numerosos subsidios de la rama de Madrid. Parte de la plata americana iba a la corte de Viena (o de Praga, que también tenía rengo de capital).
La dependencia de los Habsburgo austriacos se explica por los vínculos familiares, el escaso relieve de los representantes de la rama oriental, por su débil autoridad, que los colocaba en el polo opuesto al poder absoluto que disfrutaban los Habsburgo hispánicos en sus territorios.
Los príncipes imperiales (católicos y protestantes) eran contrarios a un poder imperial fuerte que merma sus competencias.
La autoridad de los Habsburgo en Viena era contestada incluso dentro de sus dominios patrimoniales. Había ciudades y regiones más controladas que otras. El parlamento de bohemia tenía las facultades para conceder o denegar tributos. La nobleza bohemia era poderosa e inquieta. Este reino estaba en la zona de contacto entre alemanes y eslavos, los cuales Vivian sobre el mismo territorio y no se tenían aprecio.
Una coyuntura tan difícil hubiera requerido mejores gobernantes que los que hubo para evitar la Guerra.
Aunque el Imperio seguía siendo electivo, se mantuvo la tradición de que recayera en miembros de la familia Habsburgo.
A Fernando I le sucedió Maximiliano II (1564-1576), soberano indeciso que no se opuso a la propagación del protestantismo.
Rodolfo II fue educado en Castilla en los principios de la Contrarreforma. Vivió obsesionado por las ciencias ocultas y descuido las tareas del gobierno. Le sucedió su hermano Matías (1612-1619), que tampoco tuvo una sucesión directa.
La nobleza bohemia se opuso al nombramiento del intransigente Fernando de Estiria y proclamó como rey al elector del Palatinado, Federico V, de confesión calvinista. Seguramente porque era el único dispuesto a enfrentarse a los Habsburgo.
La Monarquía Católica no quiso permitir cosa semejante, porque se consideraba tutora de los Habsburgo alemanes y defensora del catolicismo. Por otra parte el Palatinado estaba situado en la ruta estratégica que comunicaba Milán con Flandes.

Situación internacional en vísperas de la Guerra de los Treinta Años

Francia no podía permitir que, con pretextos religiosos, la monarquía Católica se apoderara de un territorio en su frontera oriental, completando un camino de ronda que para ella significaba un verdadero cerco. Esto da lugar a que lo que en un primer momento era un conflicto religioso se transforme en un conflicto principalmente político y segundariamente religioso. Es una guerra tanto entre católicos y protestantes como de Borbones y Habsburgo.
En Bohemia había una sociedad mayoritariamente campesina y oprimida y enfrentada a la aristocracia terrateniente. La baja nobleza, que tenía poca capacidad económica, dependía de la alta aristocracia. La burguesía, por su parte, no tenía fuerza social y no podía liderar a las demás clases sociales.
En la guerra va a ser destruida la aristocracia protestante, hecho que dejó indiferente a la mayoría de la población, aunque ello supuso el hundimiento del protestantismo y de la autonomía de Bohemia.
En la segunda fase de la Guerra aparecieron las motivaciones económicas. La Monarquía Católica quiso provocar la asfixia de Holanda en su punto más sensible: el comercio del Báltico.
Esta tentativa provocó la extensión del conflicto más allá de sus límites primitivos, involucrando a Dinamarca.

Fases de la Guerra de los Treinta Años

1. Fase Palatino-Bohemia (1618-1625)

La elección de Fernando II como emperador, puso a la nobleza Bohemia, mayoritariamente protestante, en situación de rebelión. Dado que el trono de Bohemia se confería por elección, los bohemios ofrecieron el trono en 1619 a Federico V del Palatinado (que era calvinista).
Cuando Fernando II envió a Praga dos consejeros católicos (Martiniz y Slavata) para preparar su llegada, los calvinistas de Bohemia los secuestraron y los arrojaron por una ventana del palacio (segunda defenestración de Praga). Este hecho se toma como referencia de la sublevación de Praga y el origen de la Guerra de los Treinta Años.
El suceso era expresión de la oposición de la baja nobleza y de las ciudades bohemias a la política religiosa y a las pretensiones absolutistas de los Habsburgo.
La debilidad tanto de Fernando II como de los propios bohemios extendió la guerra al conjunto del Imperio Germánico. Fernando II reclamó ayuda a Felipe III y los bohemios desesperados por encontrar aliados, llaman a la Unión Evangélica (la unión de todos los príncipes protestantes, creada en 1608).
Inicialmente, los bohemios rebeldes tuvieron un gran éxito y la revuelta se extendió rápidamente a otras partes del Sacro Imperio.
A principios de 1619, incluso Viena, la capital imperial, se vio amenazada por los ejércitos de la Unión Evangélica.
Si Federico V tenía éxito como rey de Bohemia adquiriría un territorio más poderoso y próspero que sus posesiones dinásticas.
Sin embargo, lo más importante es que obtenía un segundo escaño en el Colegio Electoral, la corporación de siete príncipes que elegían al emperador.
Has entonces el Colegio Electoral había estado dominado por los cuatro electores católicos, por lo que siempre ganaban los católicos.
De recaer dos estaños en la persona de Federico V peligraba el sistema por el que los Habsburgo habían sido elegidos emperadores durante décadas así como la seguridad de que el emperador fuese católico.
Estas consecuencias para el control religioso y político del Imperio determinaros que la sublevación de Bohemia provocará un conflicto más grave y extenso.
A partir de la subida al trono de Federico V, sectores luteranos de la Unión Evangélica se retiraron de la lucha, dado que Federico, aunque protestante como ellos, profesaba el calvinismo.
Aprovechando las disensiones protestantes y la invasión española del Palatinado, Fernando II, que se había convertido en Emperador en agosto de 1619, asumió la ofensiva.
En 1620, un ejército de la Liga Católica a las órdenes del futuro Conde de Tilly derrotó a las tropas bohemias en la batalla de la Montaña Blanca, que tuvo lugar cerca de Praga.
La Unión Evangélica se disolvió, pero Federico V continuó la lucha en el Palatinado.
A finales de 1624, el Palatinado volvió a manos católicas en la persona de Maximiliano I de Baviera, nombrado por el Emperador Fernando II.
El giro en el equilibrio de poder ocurrido tras la victoria de la Montaña Blanca y el derrocamiento de Federico del Palatinado, suscitó sucesivas coaliciones protestantes que intentaron contrarrestar la hegemonía del catolicismo y de los Habsburgo.

2. Fase Danesa (1625-1629)

Tras el triunfo de los ejércitos de los Habsburgo en la fase Palatino-Bohemia, Inglaterra, Francia y otras potencias de la Europa occidental quedaron muy preocupadas, pero problemas internos les impidieron intervenir.
Cristian IV, rey de Dinamarca y Noruega, acudió en ayuda de los protestantes alemanes porque deseaba obtener el control de los grandes ríos alemanes  y para asegurarse el dominio del Báltico y obtener Bremen y Verden como herencia para sus hijos menores.
También quería acabar con el control que la casa Habsburgo ejercía sobre el ducado danés de Holstein. Con el apoyo de los príncipes protestantes (tanto luteranos como calvinistas) invadió Sajonia en 1625.
El general bohemio Wallestein reunió un poderoso ejército que puso al servicio de Fernando II, quien hasta entonces sólo contaba con el ejército de la Liga Católica mandado por Tilly. En 1626 el ejército de Tilly derrotó al cuerpo principal del ejército de Christian IV en la localidad sajona de Lutter am Berenberge.
A partir de ese momento, con Wallestein persiguiéndole, Cristian IV retrocedió en 1627 hasta la península de Jutlandia.
En 1629, el ejército danés se encontraba derrotado por lo que Cristian IV pactó una alianza con su antiguo enemigo: Gustavo Adolfo II de Suecia.
Gracias a ello, Cristian IV pudo concluir una paz con el emperador, en Lübeck, en 1629, sin apenas pérdidas territoriales.
Entre 1620 (victoria de la Montaña Blanca) y 1629 (paz de Lübeck) los Habsburgo creyeron que podían restaurar la unidad religiosa en toda Europa por la fuerza de las armas ya que tenían todas las circunstancias a su favor.

3. Fase Sueca (1630-1635)

Los Habsburgo habían ganado las dos primeras fases de la guerra y eso causo la irritación de sus adversarios. Francia estaba inquieta. Es la época del gobierno de Richelieu en Francia. Como veía que no podía intervenir directamente, animo al monarca sueco Gustavo II Adolfo, que era luterano y había recibido peticiones de los protestantes del norte de Alemania. Vio en esta contienda una oportunidad ara adquirir la hegemonía sueca en la región báltica. En el verano de 1630 desembarcó con un buen ejército en la costa de Pomerania, pero en 1634 los ejércitos del cardenal-infante, Fernando de Austria, hermano de Felipe IV, asestaron una aplastante derrota a los suecos ya a sus aliados en la ciudad de Bávara de Nördlingen. En 1635 se firmó la paz de Praga, que puso fin a la tercera fase de la Guerra de los Treinta Años.

4. Fase Francesa (1635-1648)

Para los franceses, aunque el tema entre católicos y protestantes se zanjó con la paz de Praga, no se resuelve el tema de la hegemonía. El conflicto final fue un conflicto entre los Habsburgo y Francia por la hegemonía de Europa occidental.
Las cuestiones religiosas pasaron a un segundo plano.
En 1635, la Francia de Richelieu declaró la guerra a Felipe IV, que apoyaba al emperador de forma decisiva.
Hasta 1634, el Primer Ministro francés pensaba que desde la muerte de Gustavo II Adolfo en la batalla de Lützen (1632), los contendientes estaban empantanados y que ninguno de los bandos buscaría la batalla que pusiera en peligro el reparto territorial existente.
Tras la batalla de Nördlingen de 1634 cría que la intervención francesa inclinaría rápidamente la victoria a su favor.
La realidad es que Francia se embarcó en una guerra larga y costosa con muchos escenarios bélicos.
Los suecos invadieron Dinamarca, que se había aliado con los Habsburgo. Los combates se desarrollaron en Alemania, Luxemburgo, Países Bajos, Italia y la Península Ibérica.
En 1637, Fernando III de Habsburgo, sucedió a su padre Fernando II. En 1648, las armas imperiales son derrotadas en varios frentes: los suecos tienen sitiada Praga, los franceses y los suecos han sitiado Múnich y los franceses obtienen una importante victoria en Lens (Norte de Francia).
Fernando III se enfrentaba a la amenaza de un posible ataque a Viena. En estas condiciones se vio obligado a aceptar las condiciones de los vencedores.

La Paz de Westfalia

Hasta Westfalia lo que vemos es la hegemonía de los Habsburgo. Con la Paz de Westfalia lo que se pacta es el final de la hegemonía de los Habsburgo. El vacío de poder que dejan los Asturias, lleva a Luis XIV a llenarlo.
Ha habido una guerra en la que han participado numerosos contrincantes y no ha habido una mesa de conferencia conjunta. Va a haber varios tratados (Münster y Osnabrück).
En Westfalia se va a pactar la salida de la Confederación Helvética del Sacro Imperio Romano Germánico. También se salieron las Provincias Unidas.
Con la Paz de Westfalia se debilita el Imperio Germánico y se debilita el poder de los Habsburgo y surge Francia como principal potencia europea.
Este tratado favorece a todos los príncipes germánicos, consagrando la fragmentación del Imperio. Sirvieron para retrasar la unificación de Alemania.
Los efectos de la Guerra fueron desastrosos. Disminuyó la población de los territorios germánicos entre un 15 y un 20%. Las zonas rurales del Imperio perdieron más que las zonas urbanas (las ciudades estaban fortificadas y defendidas). La economía decayó en todos los estados alemanes con la excepción de Hamburgo y Bremen, que se beneficiaban del negocio que producía el conflicto.
Hasta la Segunda Guerra Mundial, en la memoria colectiva alemana, la Guerra de los Treinta Años había sido la primera Gran Guerra europea que suponía una gran tragedia y un gran trauma colectivo.
Después de Westfalia nadie va a tomar enserio a consideración de que se pudiera acabar con la Reforma por la fuerza.
Sin embrago, tras la Paz de Westfalia no se termina la guerra hispano-francesa, que acabará en 1659 con la paz de los Pirineos.

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