lunes, 24 de junio de 2013

España. La Restauración (1875 – 1923)

El nombre de restauración tiene un doble sentido: la restauración de los borbones en manos de Alfonso XII, y también indica la vuelta al poder de los antiguos grupos dominantes.
Se divide en dos etapas:
-          restauración Canovista (1875 – 1898/1900/1902)
-          Crisis de la Restauración (1900 – 1923)
o   Se acentúa a partir de 1917, denominada “plano inclinado hacia la dictadura”.

Restauración Canovista (1875 – 1900)

Comprende el reinado de Alfonso XII y la regencia de su esposa, María Cristina.
La crisis del Sexenio había favorecido las aspiraciones políticas de Cánovas del Castillo, líder del partido Alfonsino. Integra cada vez más sectores de la sociedad entorno a su proyecto de restauración en la figura del príncipe. Este programa se materializa en el manifiesto de Sandhurst.  En este manifiesto, Alfonso, se presenta como rey de todos los españoles, dispuesto a pasar página, liberal, dispuesto a unir en su figura a los distintos sectores ideológicos, incluso a los carlistas. Con este manifiesto pretende sumar apoyos al país.
El golpe de estado del general Martínez Campos, en octubre de 1874, acelera la vuelta de Alfonso XII, aunque Cánovas quería hacerlo de forma pacífica por petición popular para ganarse la legitimidad del pueblo. Cánovas rompió relaciones con Martínez Campos.
Las características más importantes de esta etapa serían:
-          Bipartidismo. Cánovas, enamorado del sistema político inglés, desea importar algunos elementos de la vida política inglesa. Tiene como fundamento la aceptación de la monarquía y de las reglas del juego de Cánovas. Los dos partidos que se constituyen serán el partido Conservador y el partido Liberal. El líder del Conservador en Cánovas y el del partido Liberal fue Sagasta. La formación del partido conservador es inmediata, formado por antiguos miembros de la Unión Liberal y del partido Moderado, sobre todo, del lado centrista. Hubo un sector del moderantismo que le costó integrarse en este nuevo partido. Las bases sociales son la alta burguesía y la vieja aristocracia. Cánovas intentará integrar a algunos sectores del carlismo, aunque es una propuesta muy complicada,  basándose en el carácter conservador y católico del régimen. No lo conseguirá, salvo con un pequeño sector.
La formación del partido liberal fue más complicada, no se cerró hasta la década de los ’80. La base política está en los antiguos progresistas. Ésta es la dificultad de Sagasta, conseguir que personas que apoyaron la revolución del ’68, apoyasen unas bases políticas nuevas y un régimen nuevo, así como abandonar su viejo ideario. El sector de Luis Zorrilla se mantendrá fuera, y gran parte de ellos pasarán al republicanismo. Intentará, también, de sumar a algunos republicanos, no lo conseguirá, salvo con el sector de Castelar y Salmerón. La base social se asienta en la pequeña y mediana burguesía y algún sector de la intelectualidad.
Estos dos partidos se conocen como partidos dinásticos. Son los partidos del sistema. Fuera de este grupo quedan los denominados partidos antidinásticos. Las más importantes fuerzas antidinásticas serían: los republicanos, que están en un período de crisis, están también los carlistas, el movimiento obrero, el Partido socialista (1879) y los anarquistas, que crean, en 1911, la CNT. Fuera del sistema, inicialmente, estarán los nacionalismos periféricos.
-          Turno pacífico de poder: el “turnismo”. Es un elemento importante, que sirve también para la integración de los antiguos progresistas. Hasta este momento, había habido muy pocas épocas de “turnismo” en el poder de manera pacífica.
-          Civilismo: palabra antagónica a militarismo, característica fundamental de la política española de la época anterior.
-          Fraude Electoral: habitualmente se conoce con el término de caciquismo. Es una de las grandes diferencias con Gran Bretaña. Incluso hasta que en 1890 se aprueba el sufragio universal, las elecciones habían estados controlados por el fraude electoral. El fraude electoral se visualiza en que todos los gobiernos que convoquen las elecciones, son ganadas por el mismo partido que las convocaba. Cánovas es un convencido antidemócrata, es un liberal conservador y defiende el sufragio censitario. En los años ’70, mientras dura la etapa de gobiernos conservadores, hay una ley electoral que consagra el sufragio censitario. En 1880, está fundado el partido liberal, en 1881, Cánovas presenta la dimisión y da paso al primer gobierno liberal de Sagasta. Al mismo tiempo que cambia el gobierno y el presidente de gobierno, el rey le entrega un decreto de disolución de las cortes, en ese momento el nuevo gobierno convoca elecciones generales. Sagasta, en su programa, se compromete que en un momento de estabilidad política, lleve al parlamento una propuesta de sufragio universal. Este momento elegido por Sagasta es 1890, ese proyecto es aprobado, pero implícitamente bajo la condición establecida por Cánovas se mantenga el fraude electoral. A partir de este momento se convierte en una “Falsa Democracia”. Con esta ley se impulsa, todavía más, el fraude electoral, para evitar que los grupos antisistema entren en el juego político, ya que la masa de electores se amplía a cerca de cinco millones de españoles, a todos aquel que tenga más de 25 años. El “turnismo” empezará a fallar a partir de 1909. El fraude electoral se hará mediante la figura del cacique en las zonas rurales, y, a través del pucherazo en las ciudades. El cacique para movilizar a los campesinos, establecía una red clientelar a los cuales ofrecía favores, colectivos o particulares. En este entramado participaba, el cacique pero también el alcalde, y, en general, todo el aparato del régimen. El cacique tenía el poder de ser casi el representante del estado en el campo, más incluso que el alcalde.
A finales de siglo las denuncias a este sistemas son más que evidentes, tanto de los partidos políticos contrarios al régimen y de los grupos intelectuales.
La restauración políticamente cristaliza en la constitución de 1876, que perdura en el tiempo, hasta la dictadura de Primo de Rivera. Es una constitución conservadora. Mantiene la carta de derechos individuales de la constitución de 1868, aunque hay algunos derechos individuales están limitados por algunos artículos de la constitución. Cualquier derecho puede ser abolido o suprimidos por la defensa de la nación o de las instituciones. También recoge la posibilidad de decretar los Estados de Excepción, usado en gran cantidad de ocasiones por los gobiernos turnistas. No se habla de la soberanía nacional, sino de la soberanía compartida –rey más cortes-, adquiriendo el rey fuertes poderes. Vuelve la figura del rey-soldado, como jefe supremo del ejército, lo que dará a éste una gran autonomía, esta autonomía se cristaliza con la ley de jurisdicciones de 1906, que ampara y reconoce la autonomía de la milicia frente a la sociedad civil y el estamento político. Le da un gran poder como garante de la defensa del país, cualquier atentado contra el país o atentados pueden ser juzgados por un tribunal militar.
Cánovas también llevará a cabo un pacto con la Iglesia, que será una fuente de legitimación del sistema. Es la finalización de la historia conflictiva que había mantenido la España liberal con la Iglesia. Se realiza un nuevo concordato, en la cual el Vaticano acepta al rey Alfonso XII y el sistema. Se separa definitivamente del carlismo. Aunque si critican el artículo de la constitución de la libertad de culto a nivel privado, aunque España siga siendo un estado confesional católico. Cánovas le da a cambio el control del aparato educativo, fiscalizar los asuntos de moral pública y el Estado financia generosamente a la Iglesia, sobre todo, en el ámbito educativo.
Esto provocara en 1876 lo que se conoce como la “primera cuestión universitaria”. Orovio, ministro de fomento –donde se integra la educación, habrá que esperar a 1900 que se cree el ministerio de institución pública–, durante el primer gobierno de Cánovas, lanza una primera circular a todos los rectores –superiores jerárquicos en la provincia- donde se prohíbe la enseñanza de doctrinas que vayan en contra del Estado, de las instituciones públicas o de la Iglesia católica. Esto provocará que un grupo de catedráticos, de carácter progresistas, manifieste una oposición al régimen. La reacción es la expulsión de la universidad de estos catedráticos, entre estos profesores estarán: Castelar, Moret, Montero Ríos o Salmerón, entre otro. Francisco Giménez de los Ríos, uno de los expulsados, crea, en 1876, la Institución Libre de Enseñanza. También crea un programa pedagógico para España, que consiste en eliminar el analfabetismo, modernizar la educación y, como objetivo final, la salvación de España utilizando como motor la educación y crear una elite de intelectuales que se conviertan en la vanguardia de la regeneración de España. Un número muy importante de intelectuales de prestigio, e incluso, de políticos saldrán de la I.L.E. Algunos de sus novedades son, por ejemplo, el fin de la enseñanza memorística, el puerocentrismo –el centro está en el alumno–, sustitución de exámenes por trabajos, estudios científicos y menos humanísticos. Es una enseñanza de carácter racional, propone un modelo de educación mixto. Incide en el contacto con la naturaleza.
Este programa no cristalizará, oficialmente, en España hasta la Segunda República. Filosóficamente, introduce una corriente conocida como Krausismo. Es una filosofía desarrollada por Krause, alumno de Kant. Esta corriente es un idealismo racionalista. Propone un modelo de sociedad de carácter organicista, racional y “progresista”, en la medida que “choca” con el modelo Canovista. Es introducido en España por Sanz del Río, catedrático de la Universidad de Salamanca, maestro de Francisco Giménez de los Ríos.
Políticamente, algunos de sus discípulos estarán en el lado más izquierdista del partido liberal de Sagasta, otros, en el partido republicano, como Moret o Salmerón, e, incluso, pasarán al PSOE.
En el plano económico, es un momento de desarrollo económico de España, fomentada por la estabilidad política. Es la época de la industrialización del país, aunque limitada a zonas del norte y tardía, se verá favorecida por la Segunda Industrialización que empieza a darse en los años ’70. La industrialización se centra en Cataluña, País Vasco, Asturias, y en menor medida, el Levante. Se crea la banca más moderna, sobre todo, en el País Vasco, por ejemplo: el Banco Bilbao Vizcaya, que se extenderá por toda España y dará nacimiento a la banca moderna. Se da el auge del ferrocarril. Dejando estas áreas, el resto siguen teniendo como principal factor económico, la agricultura, basada en el trigo, vid y olivo. Una agricultura tradicional. Esto es un elemento que frena el desarrollo del comercio nacional. España es una economía dual: industrial en el norte y agraria tradicional en el centro y sur de España.
Todo este desarrollo finalizara abruptamente en 1898. Se toma conciencia de la debilidad del estado y de la incapacidad del mismo. Se acaba el mito del imperio, toma conciencia de que es un país de segundo orden.
Este desastre dará lugar a un movimiento de contestación al sistema que se conoce como el Regeneracionismo, el líder intelectual es Joaquín Costa. Los partidos antisistema no supieron apropiarse de esta crítica al sistema.
El sistema durante la época Canovista funciona muy bien. Esta unidad se reafirma en el Pacto del Prado, tras la muerte de Alfonso XII. Funciona bien porque los partidos afines al régimen tienen un gran liderazgo y los partidos de la oposición son pequeños y débiles. El anarquismo es lo que más preocupa al sistema pero está controlado.
Un problema importante se dará en Cataluña, con la creación de la Lliga, el primer partido nacionalista catalán, y empezarán a ganar elecciones. Pero es un problema localizado, circunscrito a Cataluña. Esto no ocurre en el País Vasco, que aunque Sabino Arana ya creó el PNV, no ganará elecciones.
A partir de fines del siglo XIX, España se encuentra con un problema añadido sumado a los que ya tenía, los nacionalismos periféricos, que son principalmente dos: el catalán y el vasco. Los antecedentes hay que situarlos en el desarrollo de la industrialización y del romanticismo. Esto favorece la eclosión de un nacionalismo cultural catalanista que busca reivindicar aspectos locales, en especial la lengua, que desde los decretos de Nueva Planta había sido marginada por el Estado. Este movimiento cultural tiene su mayor reflejo en la “Renaixença” que irrumpe en el último ¼ del siglo XIX. Este nacionalismo cultural, a veces va unido a un cierto nacionalismo jurídico, que reclaman las viejas instituciones. Este nacionalismo cultural dará paso a un nacionalismo político; este nacionalismo sufrirá ciertas modificaciones y cristalizará con la fundación, en 1901, con la Lliga. Este movimiento enfatiza la marginación política de Cataluña del gobierno central. Este nacionalismo busca una mayor autonomía, cuyo mensaje es: que Cataluña debe ser la vanguardia de España. En un principio los promotores del nacionalismo son sectores tradicionalistas muy conservadores, ligadas a la pequeña y mediana burguesía, tanto urbana como rural. Hay una relación entre el primer incipiente nacionalismo catalán con los sectores carlistas. Habrá que esperar hasta el Sexenio, para que surja un nacionalismo catalán progresista. En conclusión: el principio es un nacionalismo tradicionalista; una segunda fase, en la que aparece un nacionalismo progresista y, por último, un nacionalismo comandado por sectores e ideología conservadora. Uno de las primeras proclamas políticas de reivindicaciones nacionalista, apoyado por alcaldes, caciques y demás aparato administrativo, son las Bases de Manresa.
Por otro lado, el nacionalismo vasco, se desarrolla a fines del siglo XIX. Tiene básicamente un carácter étnico y racista, al contrario que el nacionalismo catalán, que nunca tuvo este carácter. Tiene una relación directa con la industrialización del País Vasco, que se desarrolla de forma abrupta en apenas dos décadas. Esto trasforma las estructuras socio-económicas del país vasco. La pequeña burguesía se siente amenazado por este brutal proceso de industrialización, que según ellos está matando lo que era el país vasco. A esto, hay que sumar la gran emigración al país vasco, denominados “maketos”, que forman la “maketania” que, según el nacionalismo, hay que expulsar. Para más, estas bases obreras se decantarán por el socialismo y el ateísmo. El fundador es Sabino Arana, hijo de una familia carlista. El lema sería: Dios y leyes viejas, es decir; la recuperación de los fueros que fueron abolidos al final de la segunda guerra carlista. Lo único que hará Cánovas es realizar los Conciertos Económicos, en lugar de los fueros, que fueron suprimidos por Franco, salvo Álava. El nacionalismo vasco incide en la hipercentralización del sistema político Canovista, contraria a los intereses económicos de los nacionalistas. Tiene un carácter más independentista que el nacionalismo catalán. El PNV, “inventan” una patria, Euskadi, un himno, una bandera, un enemigo –España–, una historia, etc. favorecen la creación de unas asociaciones de defensas de las tradiciones, deporte y cultura vascas. A diferencia del nacionalismo catalán, que tendrá una rápida expansión, el nacionalismo vasco tuvo una implicación muy limitada. Inicialmente se centrará en los sectores rurales, pero no lo hará, inicialmente, en la burguesía. A diferencia del catalán, no ganan elecciones. Tendrá dos líneas: la independentista y la autonomista.
Estos nacionalismos son elementos contrarios al sistema Canovista y una fuente de inestabilidad. Lo más cercano a sus reivindicaciones fue la Mancomunidad de Cataluña, que fue la unión administrativa de las cuatro diputaciones de Cataluña. Esta Mancomunidad será suprimida por el dictador Primo de Rivera.



Todo este entramado político sufre su primera gran crisis en 1898. Tiene lugar la guerra contra los EE.UU que tendrá consecuencias desastrosas para el sistema y es conocido como el “Desastre del ’98”. Esta guerra supone la pérdida de las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Un año antes, en 1897, moría asesinado Cánovas a manos de un anarquista, Michele Angiolillo.

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