Tradicionalmente se ha identificado el siglo XVII como una época
de crisis, pero ésta no afectó a toda Europa ni a todas las partes al mismo
tiempo. En Castilla, la crisis económica y poblacional tuvo su peor momento
entre 1590 y 1630, una época que coincide con el mejor momento de Holanda. Sin
embargo, cuando Castilla inicia su recuperación después de 1670, los Países
Bajos, el sur de Francia y Europa Oriental se sumergen en profundas recesiones.
En la organización del trabajo existía una divergencia
nítida entre la Europa Occidental, donde existía el trabajo libre y la Europa oriental,
donde existía el trabajo libre, y la Europa oriental, donde la servidumbre
estaba muy extendida en el siglo XVII.
En la Europa Occidental contrasta la recesión económica del
Mediterráneo con la expansión de la zona atlántica. El progreso económico fue
muy rápido en Inglaterra, donde los terratenientes se hicieron con las tierras
de los campesinos y crearon una especie de capitalismo agrario.
La crisis agrícola está relacionada en la mayoría de los
países con los impuestos abusivos. Dado que hubo pocas novedades técnicas, el
producto global estaba estrechamente relacionado con el número de habitantes.
La población en el
siglo XVII creció menos del 5% (frente al 30% del siglo XVI y el 50% del
XVIII). El crecimiento se centró en la Europa noroccidental hasta 1650. En el
resto del continente, la población decreció entre 1600 y 1650, registrándose
caídas muy fuertes en Alemania y en la Europa mediterránea, para recobrar
después los niveles anteriores a 1700.
Las crisis de mortalidad tuvieron su peor momento entre 1590
y 1660, debido a epidemias de peste bubónica, que provocaron enormes
mortalidades en Francia, Alemania y en los países mediterráneos, donde siempre
fueron precedidas de malas cosechas.
Las peores crisis del siglo XVII ocurrieron cuando la peste
coincidió con la hambruna y la guerra, como en la Alemania de 1630, donde
muchas regiones sufrieron pérdidas de población superiores al 30%, o en
Cataluña entre 1647 y 1651, cuando perecieron el 20% de sus habitantes.
La frecuencia y la severidad de la crisis de mortalidad se
redujeron considerablemente entre la década de 1660 y los primeros años de la
de 1690. La peste desapareció de Europa occidental debido a que se adoptaron
medidas rigurosas para evitar la extensión de la enfermedad.
También la mejora de las condiciones meteorológicas
proporcionó mejores cosechas
Por último se redujeron las operaciones bélicas y los
movimientos de tropas que habían contribuido a la propagación de la enfermedad
y a impedir la actividad agrícola normal.
En los Países Bajos e Inglaterra, la población aumentó un
25% entre 1600 y 1650. Los Países Bajos modernizaron su agricultura en el siglo
XVI. El papel de las hambrunas en la crisis de mortalidad fue muy fuerte,
aunque indirecto: provocaban desplazamientos de los pobres en busca de comida y
trabajo.
Así se iban concretando los focos aislados de enfermedades
endémicas y ello daba lugar a grandes epidemias.
En Francia, en la Península Ibérica y en Italia, el
crecimiento demográfico fue frenado en mayor medida por las restricciones sobre
el matrimonio y la natalidad que por la crisis de mortalidad.
En el siglo XVIII disminuyó la mortalidad infantil y la
crisis de mortalidad de la población adulta tuvieron menor incidencia y fueron
menos graves. Por eso creció la población.
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