lunes, 24 de junio de 2013

Siglo XVII. La hegemonía de Francia: 1661-1715

La Guerra de Devolución (1667-1668)

El hecho transcendental en las relaciones internacionales es que Francia pasa a ser la gran potencia Europea. Entra en competencia con Inglaterra y el Imperio Germánico (la monarquía hispánica ya no aparece como potencia competidora). Solo con la unión de todos los países pueden acabar con la hegemonía de Francia.
Cuando Luis XIV llega al poder en 1661, Europa vivía una época de paz, la política de Luis XIV estuvo marcada por la posibilidad de que un Borbón sucediera en el trono de Madrid a Carlos II.
Su acción exterior fue la historia de un prolongado conflicto bélico. Luis XIV basó su acción exterior en la diplomacia, pero sobre todo en el ejército. El organizador de su ejército fue Turenne (mariscal general).
La sucesión del trono español suponía una problemática para los países europeos: si lo heredaban los Austria volverían a hacerse con la hegemonía, y si lo hacían los borbones pasaría lo mismo.
La muerte de Felipe IV en 1665 brindó a Luis XIV la ocasión de iniciar una guerra de conquista.
Aprovechando las dificultadas es Carlos II, invadió los Países Bajos Hispánicos. En contrapartida al impago de la dote de su mujer, Mª Teresa, exigió que se anulara la renuncia a los derechos sucesorios al trono de Madrid.
En 1667 un ejército al mando de Turenne atravesó la frontera y se apoderó de las principales fortaleza del Flandes meridional. Un segundo ejército dirigido por Condé invadió el Franco Condado.
Preocupada Holanda por la desaparición de la barrera que representaban los Países Bajos Hispánicos frente al expansionismo francés, concretó la Triple Alianza, formada por Holanda, Inglaterra y Suecia.
En estas circunstancias, Luis XIV se vio obligado a  firmar la Paz de Aquisgrán en 1668. Francia restituyó el Franco Condado, pero retuvo una docena de plazas fuertes en los Países Bajos.

La Guerra de Holanda (1672-1678)

Pocos años después de la Guerra de Devolución, Luis XIV va a la guerra con Holanda, por los resentimientos por promover la Triple Alianza. En 1672, los ejércitos franceses mandados por Condé y Turenne, invadieron las Provincias Unidas y llegaron hasta Utrecht.
La mala racha de la guerra provocó una crisis interna,
Los hermanos Witt (responsables del gobierno) fueron linchados y Guillermo de Orange se transformó en Estatúder. En esta tesitura tan apurada, los holandeses rompieron los diques y frenaron la invasión francesa.
La agresión a Holanda provocó la formación de la Alianza de la Haya: Provincias Unidas, Monarquía Católica y Austria.
La guerra se va a desarrollar en los Países Bajos, la zona del Rin y  Cataluña, pero también se extiende al Mar de Norte, al Mediterráneo, a las Antillas y a la Ruta de las Indias Orientales (las guerras empezaban a afectar a los espacios coloniales). La Guerra fue agotando los recursos de Luis XIV.
Inglaterra se mantenía neutral, pero en 1667, la hija del duque de York y sobrina del rey inglés contrajo matrimonio con Guillermo de Orange.
En 1678, el acercamiento anglo-holandés se plasmó en una alianza militar contra Luis XIV, el cual se vio obligado a firmar las paces de Nimega de 1678.
Holanda recuperó todo su territorio y logró la abolición de las tarifas proteccionistas francesas de 1667.
Francia consiguió el Franco Condado y 14 plazas fuertes de las que obtuvo en la Paz de Aquisgrán.

La Política de Reuniones (1680-1684)

Desde 1679, Luis XIV comenzó a ocupar territorios que en algún momento habían tenido relación con Francia. El objetivo era anexionarse la orilla izquierda del Rin.
Las anexiones más importante fue la de Estrasburgo en 1681, ciudad libre que era la puerta del Imperio.
El resto de las potencias constituyeron en 1682 una alianza defensiva constituida por Holanda, Suecia, Austria y la Monarquía Católica (que sufrió el ataque de los ejércitos franceses en Países Bajos, Luxemburgo y Cataluña).
Ninguno de los aliados de la Monarquía Católica quiso intervenir. Holanda había firmado una tregua con Francia. El emperador tuvo que defender Viena del ataque turco de 1683.
Carlos II tuvo que firmar la tregua de Ratisbona de 1684, la cual aplazaba durante 20 años la solución de las cuestiones planteadas y provisionalmente se reconocía a Francia la posesión de los territorios incorporados en virtud de la Política de Reuniones. La tregua de Ratisbona marcó el momento culminante del poderío francés.

La Guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697)

A mediados de la década de los 80 se cerraron las condiciones para la formación de una alianza antifrancesa. En 1683, el emperador Leopoldo obtuvo una victoria histórica frente a los turcos en la batalla de Viena. Así quedó libre para intervenir activamente en la política occidental.
En 1685, Luis XIV publicó el edicto de Fontinebleau, por medio del cual revocó el edicto de Nantes de 1598, que permitía el culto protestante a los hugonotes.
En 1688 fue destronado Jacobo II de Inglaterra y en su lugar se puso a Guillermo de Orange (Guillermo III).
En 1686 se constituyó la liga de Augsburgo, que estaba formada por el emperador, los príncipes alemanes, la Monarquía Católica, Suecia y, más adelante se unen Inglaterra y las Provincias Unidas.
La guerra de desencadenó, entre otros motivos, por la sucesión del obispo elector de Colonia, cuando el Papa confirmó al candidato del emperador frente al de Luis XIV, y por la sucesión del Palatinado, donde Luis XIV defendía los derechos de la Duquesa de Orleans y el emperador los de su suegro, Felipe de Neoburgo.
La guerra agotó a Francia, que en la década de los años 90 hubo que soportar una de las peores crisis económicas en Francia. El agotamiento de los contendientes y la expectativa de la sucesión española condujo a la paz de Ryswick de 1697.
En esta paz, Luis XIV reconoció como rey de Inglaterra a Guillermo III. Francia devolvió las anexiones llevadas a cabo durante la Política de Reuniones, con la excepción de Estrasburgo. Las Provincias Unidas obtienen condiciones favorables para el comercio con Francia. Francia obtuvo el derecho a establecer guarniciones en una serie de ciudades de los Países Bajos Hispánicos con el fin de formar una barrera defensiva. La Monarquía Hispánica recuperó Luxemburgo y los territorios perdidos después de la Paz de Nimega.
Ryswick marcó el inicio del declive de Luis XIV y el fin de la Preponderancia francesa.

La Guerra de Sucesión Española (1701-1714)

Don candidatos se disputaban en vísperas de la muerte de Carlos II la sucesión del trono de Madrid: Luis XIV y el emperador Leopoldo I.
Una sucesión de este tipo implica obligatoriamente el ascenso de un nuevo poder hegemónico en Europa que ningún Estado estaba dispuesto a aceptar.
En estas circunstancias se hicieron dos proyectos de reparto de la Monarquía Hispánica entre Francia y el Imperio Germánico, que se negociaron en 1698 y 17000 con la aquiescencia de Guillermo de Orange.
Carlos II rechazó estos proyectos de reparto y en su lecho de muerte nombró como sucesor a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. A aquellas alturas, Carlos II estaba convencido de que el único monarca dispuesto a garantizar la transmisión integra a su legítimo heredero de todos los territorios que componían la Monarquía Católica era Luis XIV.
En un principio, las monarquías europeas aceptaron la decisión testamentaria de Carlos II, pero no tardaron en alarmarse ante las imprudencias del rey francés, quien confirmó los derechos sucesorios a la corona francesa de su nieto (contradiciendo expresamente las condiciones del testamento de Carlos II).
También ocupó en nombre de Felipe V las plazas fuertes de los Países Bajos. Además aseguró para el comercio francés el monopolio del tráfico de esclavos hacia la América hispánica. La nueva coalición contra Francia se firmó en la Haya en 1701 con la participación de Inglaterra, Holanda y el Imperio Germánico.
Dinamarca, Portugal, el duque de Saboya y la mayor parte de los príncipes alemanes se unirían también a la Alianza.
Con su doble dimensión, europea e hispánica, la Guerra de Sucesión habría de durar trece años.
El archiduque Carlos de Austria tenía una visión del absolutismo con el respeto a los fueros. Pero el absolutismo de Felipe V es el francés: centralista y con tendencia a la uniformidad. Esto explica por qué los territorios de la corona de Aragón juran lealtad al Archiduque, mientras que los territorios de Castilla apoyarán a Felipe V.
Hay que tener en cuenta que durante todo el siglo XVII, todas las guerras tienen como objetivo la hegemonía europea.
Al iniciarse el conflicto, los Borbones contaban con tres aliados de granvalor estratégico: Portugal, Saboya y Baviera. Portugal y Saboya cambiaron de bando enseguida.
En 1703, el Archiduque Carlos de Austria fijó su residencia en Lisboa. A partir de 1704 (batalla de Blenhein, en Baviera), los borbones estuvieron a la defensiva.
En 1705, los aliados triunfaron en Cataluña y Valencia, y al año siguiente en Aragón y Mallorca. A partir de ese año, el archiduque Carlos residió en Barcelona, donde ejerció como monarca efectivo.
La corona de Aragón rechazó a los Borbones por que rechazaban su absolutismo centralista, prefiriendo el absolutismo neoforalista de los Habsburgo
En 1706 la presión militar era tanta que Felipe V tuvo que huir de Madrid, donde entró el archiduque para proclamarse como Carlos III. El príncipe Eugenio de Saboya derrotó a los franceses en Turín y el general inglés, duque de Marlborough, consiguió la victoria de Ramillies, en los Países Bajos Hispánicos (1706).
A partir de esos momentos la evolución de la guerra en la Península Ibérica fue distinta que en Europa.
La victoria de Almansa en 1707 permitió a Felipe V dominar los reinos de Aragón y Valencia, y promulgar el primer Decreto de Nueva Planta que derogó los fueros aragoneses y valencianos. Sin embargo, otros territorios europeos de la Monarquía Hispánica fueron ocupados por los aliados: Países Bajos y Milán (1706) Nápoles (1707) Cerdeña y Menorca (1708).
Luis XIV estaba a la defensiva. Su propio reino fue invadido. En 1708 Marlborough y Eugenio de Saboya tomaron Lille, ciudad conquistada por el Rey Sol durante la Guerra de Devolución.
El invierno de 1708-1709 fue terrible en Francia y en España. La hacienda francesa estaba al límite de sus posibilidades. El orgulloso Luis XIV pidió la paz a los aliados en 1709, pero las condiciones de los aliados fueron demasiado duras y se vio obligado a resistir.
Dos hechos de distinta naturaleza cambiaron el curso del conflicto:
·         En 1710 el partido Whig, partidario de la victoria a ultranza, perdió el poder en Gran Bretaña. El nuevo gobierno Tory no quiso continuar la guerra y retiró el mando a Marlborough (1711).
·         Por otra parte, en 1711 murió de viruela el emperador José I (1705-1711), hermano mayor del archiduque Carlos de Austria. De esta manera el pretendiente a la corona de la Monarquía Hispánica se convirtió en el emperador Carlos VI.
Las potencias marítimas no querían que se reconstruyera la hegemonía de la casa de Habsburgo.  Por otra parte el poderío de Francia ya había sido quebrado. Únicamente se trataba de obtener garantías de que los tronos de París y Madrid no se unirían.
En 1711 Francia y Gran Bretaña _rmaron un acuerdo secreto sobre la paz. En la ciudad holandesa de Utrecht _rmaron en 1713 los tratados entre los soberanos borbónicos de una parte y las potencias marítimas de la otra.
Las potencias marítimas reconocían a Felipe V como sucesor de Carlos II y le dejaban la posesión de los reinos de la Península Ibérica y de los territorios americanos, mientras que los territorios de la Monarquía Católica en Europa (Países Bajos, Milán, Nápoles, Cerdeña) fueron entregados al Emperador, salvo el reino de Sicilia que sería entregado a Víctor Amadeo II de Saboya. Los holandeses conservaron las plazas barreras para garantizar su seguridad.
La Paz de Utrecht fue una paz de inspiración británica que buscaba el equilibrio entre las distintas potencias europeas. El tratado puso fin a la hegemonía francesa y concedió a Gran Bretaña un papel arbitral de primera fila.

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