Las discusiones
en torno al postmodernismo en el ámbito científico afectaron a la Arqueología
como a cualquier otra ciencia. Aun así hemos considerado oportuno desarrollar
la evolución de este proceso de cuestionamiento de la razón tradicional, puesto
que sin él, no se entenderían los cauces que tomó la Arqueología hasta los
tiempos actuales.
Con las
reflexiones de Thomas S. Kuhn, el concepto de ciencia empírica tradicional
empezará a tambalearse. Kuhn eludió debatir el concepto de ciencia y dedicó sus
esfuerzos a investigar como habían trabajado los grandes científicos de la
historia. Se dio cuenta de que estos habían investigado en torno a un modelo
teórico general, al que llamó paradigma. Este paradigma que no se hacía
explícito casi nunca, se expresaba y aprendía indirectamente a través de la
práctica experimental. Los paradigmas estaban vigentes durante un tiempo que
denominó de "ciencia normal". Según Kuhn, en ocasiones, los problemas
que la ciencia no podía explicar o "anomalías" se hacían demasiado
numerosos, haciendo que el sistema entrase en crisis y nuevos paradigmas
sustituyeran al anterior, a este periodo lo llamo de "ciencia
extraordinaria". Cuando un nuevo paradigma sustituía al anterior nos
encontrábamos ante una revolución científica.
La teoría de
Kuhn a priori innocua tomó un cauce revolucionario cuando este afirmó que quien
decide en cada momento histórico la forma del paradigma es la comunidad
científica, y no ningún criterio absoluto de verdad, cuestionando el concepto
clásico de razón absoluta. Las consecuencias de esta última parte no fueron
entendidas por dos de sus más brillantes defensores: Binford y Renfrew en el
momento de la fundación de la Nueva arqueología, puesto que su realismo
positivista chocaba con el subjetivismo que anunciaba la obra de Kuhn.
Kuhn, también
concluyó que los paradigmas son inconmensurables, es decir, solo son evaluables
consigo mismos, en función de su lógica particular, no podían ser comparados
unos con otros. Dando una nueva estocada a la supuesta interpretación universal
que debía tener la ciencia.
La obra de
Kuhn, fue publicada en un momento de intenso debate filosófico, en el que
diversas tendencias intelectuales que venían desarrollándose desde el siglo XIX
llegaban a su apogeo. Este es el caso de la feroz crítica que realizó Friedrich
Nietzsche a la religión, moral y filosofía occidentales y su
"perspectivismo" epistemológico que defendía la inevitable existencia
de múltiples puntos de vista sobre la realidad. Fomentando un ambiente de
cuestionamiento general de todo lo existente hasta el momento.
Poco tiempo
después, Sigmund Freud destruyó indirectamente pese a su empirismo la
universalidad de la moral cuando dijo que la "voz de la conciencia"
no es otra cosa que "la voz interiorizada de los padres y la
sociedad".
Este imparable
cúmulo de reflexiones retroalimentadas empujaron en especial a los filósofos a
desarrollar nuevas teorías. Conviene destacar en este aspecto a los filósofos
Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger. Wittgestein cuestionó el motor del
racionalismo de la Revolución científica al equiparar las matemáticas con un
juego creado por la mente, el juego del ajedrez. Wittgetein veía las
matemáticas como un conjunto de reglas y aprendidas de la práctica diaria y que
solo tenían sentido interpretadas en un lenguaje que a su vez era una
construcción social. Esto era así ya que las reglas dependen enteramente del
contexto social y cultural que las define, y porque no puede haber lenguajes
"privados" ni tampoco ningún lenguaje universal o previo a la
contingencia particular de cada uno de ellos.
Las
consecuencias de estas reflexiones, fueron expuestas por otros filósofos como
Austin, Davidson y Rorty llegando a una conclusión: si el lenguaje es definido
de cualquier manera por nosotros mismos, su correspondencia directa con una
realidad exterior queda esencialmente debilitada.
Por otro lado,
Martin Heiddeger realizó todo un proceso de "destrucción" de la
metafísica tradicional rebajando al Ser de las alturas a su condición
histórica, metido en la temporalidad concreta de las vidas humanas particulares.
Concluyó que la esencia del Ser es la finitud y que nada está originariamente
contenido dentro de este, lo que lleva a cuestionar el poder de la razón y
negar en última instancia toda la tradición occidental basada en el logos y el espíritu.
Otro camino
seguido por la progresiva deslegitimación de la ciencia clásica occidental que
lleva al postmodernismo fue la sociología del conocimiento, en el que se
estudia la base existencial de las formaciones mentales. Trata de ver cuál es
el contexto social que hace posible o que origina el conocimiento, incluyendo
toda gama de productos culturales, no solo la ciencia.
En el estudio
de estas relaciones encontraríamos nombres como el de Marx, Scheler, Mannhein y
Merton. En este sentido, quien primero advirtió claramente la relación entre
los productos mentales y la base material fue Marx que en sus escritos de
juventud expresó que "no es la conciencia de los hombres lo que determina
su existencia, si no por el contrario, su existencia social la que determina su
conciencia". Estas ideas fueron
desarrolladas posteriormente a medida que el marxismo fue expandiéndose
políticamente. Aquí encontramos dos tendencias que parecen estar enfrentadas.
En primer lugar los pensadores soviéticos como Lenin, Bujarin y Timeniev que
llegaron a la conclusión de que las ciencias sociales desarrolladas por la
burguesía tenían una base clasista y buscaban enmascarar el beneficio de sus
intereses, con lo que solo la ciencia marxista era realmente científica. Por
otro lado otros estudios aceptan que las consecuencias externas influyen en la
investigación, pero de algún modo no afecta a la búsqueda de la verdad,
simplemente la acelera o frena. El autor de este libro que analizamos, Víctor
M. Fernández Martínez, se identifica claramente con la segunda tesis y califica
los puntos de vista marxistas como "tendenciosos". Por otro lado los
estudios de Webber, de Scheler, los resultados de las ideas anticientíficas
predominantes en la Alemania de Weimar y las relaciones entre colonialismo y
ciencia con su patente nacionalismo, dejan de manifiesto que lo social
condiciona tremendamente los resultados de la ciencia.
Todos estos
cambios en torno a la concepción de la ciencia han llevado al desarrollo de los
nuevos movimientos "post" (poskuhnianismo, poscolonialismo,
multiculturalismo, feminismo, etc.) y constituyen el "programa
fuerte" de la sociología de la ciencia, representado inicialmente por la
escuela de Edimburgo y luego extendido a las universidades de Estados Unidos.
Este conjunto de investigadores lleva a cabo los denominados "estudios
culturales" y considera que todas nuestras ciencias son construcciones
sociales y lingüísticas que reflejan la ideología dominante y las relaciones de
poder existentes y por lo tanto pueden y deben analizarse desde esa perspectiva
además e con la visión interna de su propia lógica.
Aquí es donde
se le plantea al alumno la reflexión siguiente: Si las ideas de Kuhn y
posteriores muestran que los datos no son objetivos nunca al cien por cien y
por tanto no se puede tener una certeza científica. ¿Por qué ese razonamiento
no nos puede llevar a que la realidad tampoco existe? ya que la realidad es
interpretada con el prisma del cuerpo humano. Por esta razón pensamos que pese
a no ser nunca una visión objetiva total, si que podemos intentar buscar la
objetividad máxima posible teniendo en perspectiva esta limitación y con la
conjunción de diferentes visiones para crear hipótesis que aunque no se cumplan
siempre, seguirán siendo igual de útiles.
4.1 Marxismo y arqueología
marxista.
Podemos acercarnos al pensamiento
marxista con en una frase del libro que dice: "los marxistas consideran lo
ideológico como una mistificación de la realidad en interés de un grupo o clase
dominante, convirtiendo la realidad social, histórica y por tanto contingente
en una realidad natural, y por ello eterna y necesaria ("naturalización),
de lo que se han encargado instituciones como la Iglesia o la historiografía tradicional.
La base del materialismo marxista
se encontró en sus orígenes en el pensador idealista Hegel y el materialista
Feuerbach. Del primero tomó aunque rechazando sus componentes metafísicos las
ideas de la historia como un despliegue del espiritu y realización personal, de
la alienación como conciencia separada de la realidad y de la dialéctica como
visión de las cosas en continua contradicción y cambio. Del segundo tomó la
idea de que solo invirtiendo la perspectiva tradicional, afirmando la primacía
del mundo material y amando a la humanidad puede el hombre recuperar sus
capacidades naturales de nuevo.
Marx, rechazó la postura filosófica
clásica, puramente especulativa para busca una aplicación práctica uniendo el
análisis teórico con la crítica social, y "realizando" así
efectivamente la filosofía.
Por tanto, a la hora de analizar la
arqueología marxista, debemos tener en cuenta que su principio fundamental y
que sigue vigente hoy para sus seguidores es que "la vida social tiene sus
fundamentos últimos en el modo de producción de la vida material".
En
el libro se hace un análisis de parte de estos diferentes modos de producción y
se comentan solamente los fallos y cambios que se han observado en las teorías
de Marx, sin la adecuada perspectiva histórica. Por ejemplo, en cuanto al modo
de producción tribal y al modo de producción oriental, se critica la
insuficiente profundidad del estudio de Marx para los requerimientos actuales.
Los
escritores marxistas, imbuyeron a la arqueología de una focalización en torno a
cuando se generaron las diferencias sociales del pasado y que es lo que lleva a
la sociedad de clases. Nos resultan especialmente interesantes las reflexiones
del libro en torno al Modo de producción tributario
(según lo calificaron Amin y Wolf), en las que se indica como los cambios
sociales no se dan en general en sociedades en las que se compite por un
producto, si no que se producen solo cuando la competencia pasa a ser por la
distribución de los factores de
producción, es decir, de las materias primas, tierras, animales,
instrumentos, etc.
También
el autor critica la concepción clásica del marxismo que interpretaba al estado
como una herramienta para mantener la desigualdad social, calificándola de
difícil de contrastar. E intenta refutarla con unos estudios etnográficos que
según indica, cuando los factores de producción dejan de ser un derecho común,
no se produce una transición inmediata al estado, aunque después reconoce que
si que se genera desigualdad y el estado posteriormente multiplica esa
desigualdad.
Revelar
la tensión social y complejidad que existe dentro de una apariencia superficial
uniforme, es otro de los intereses que
los marxistas han estudiado. Destacan en este aspecto los estudios de
Gilman acerca de la “revolución del paleolítico superior” en los que
consideraba que el arte había actuado como simbolismo. Un simbolismo que
actuaba ideológicamente para transformar la realidad de las relaciones de
producción, mistificando la contradicción que existía en estas y consiguiendo
de esta manera evitar posibles conflictos. Este podría ser el caso de las
mujeres, que pese a tener un papel activo en la producción de las sociedades
quedaron relegadas a un papel menor que se ve reflejado en el arte (en las
escenas de caza y venus) y en la masculinidad de los chamanes.
En
definitiva, podemos concluir en primer lugar que todos estos enfoques marxistas
acerca de las relaciones de poder, y como se generaron las desigualdades han
influido en gran medida en la arqueología moderna. Por eso actualmente es muy
común encontrar en estudios sobre los ajuares de las necrópolis, en especial en
la Edad del Hierro. Interpretar si existen tumbas infantiles o tumbas de
caciques llamados big men con ricos
ajuares, para saber si había una riqueza hereditaria, o si había una
consideración especial hacia miembros específicos de las distintas poblaciones.
En
segundo lugar, debemos relacionar a la arqueología marxista con la idea de que
la arqueología debe implicarse en las luchas políticas del presente. Luchar
contra las concepciones históricas que la arqueología burguesa europea fue
integrando en los estudios de arqueología, y descubrir las condiciones
históricas que generaron las condiciones de desigualdad y opresión en las
sociedades.
4.2 Estructuralismo
y posestructuralismo.
En el siglo XX
el lenguaje se convirtió en el centro de atención de las nuevas teorías y,
especialmente, el funcionamiento de la lengua.
Saussure
sentó las bases de la corriente intelectual del estructuralismo. Su pensamiento
se centraba en la importancia de las relaciones entre signos. Su objetivo fue
crear una ciencia general en base a la lingüística que abrió las puertas al empleo de nuevos conceptos teóricos como
paradigma o sintagma.
Lévi
Strauss fue el primero en aplicar la lingüística estructural a la antropología,
mediante el establecimiento de una relación entre los signos del lenguaje y su
impronta en la cultura. De este modo,
para Strauss son los procesos psicológicos y las estructuras del
conocimiento las que generan las estructuras de las relaciones sociales. En su
investigación tomó como objeto de estudio las relaciones familiares y las
construcciones mitológicas. El resultado que obtuvo fue el hallazgo de opuestos
que formaba el grueso de la estructura mental. Según esta idea, las oposiciones
funcionaban en la toma de ideología y la falsa conciencia, inmersas en las
relaciones sociales. Sus teorías y sus seguidores fueron calificados de
antihistóricos, dado el interés que profesaban a las estructuras invariables de
la mente.
Posteriormente,
Jacques Derrida expuso el posestructuralismo en
su mayor exponente. Al igual que Strauss, se centró en el sistema de
conceptos opuestos, resaltando la preeminencia de uno de ellos mientras el otro
era desestimado. Su propósito fue la desconstrucción de las oposiciones e
invertirlas, de tal modo que la anteriormente marginada fuese dominante. Una de
estas oposiciones era la palabra oral y la palabra escrita, siendo preferente
la primera sobre la segunda. De este
modo, sus seguidores adoptaron una
posición rebelde y de crítica social manifestada en la literatura.
Por
su parte, Foucault hizo hincapié en el poder como fuente de procedencia de las
construcciones del conocimiento. Sería el poder quien construye cada discurso,
atribuyéndole un estatus inmutable. El
sistema estaría generado por corrientes que fluirían en diversas direcciones,
de modo que el poder constituiría, en parte, un hecho positivo dado que sería
la base para la construcción de diversas concepciones. El objeto de estudio que Foucault tenía era
la historia de los diversos paradigmas.
El estructuralismo, en
definitiva, aplicado a la arqueología
constituye el estudio de la cultura
material desde el punto de vista de lo simbólico. Se centró en la búsqueda de signos
opuestos en la cultura material que conformarían la base de las concepciones de
cada sociedad.
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