lunes, 19 de mayo de 2014

La arqueología post moderna

Las discusiones en torno al postmodernismo en el ámbito científico afectaron a la Arqueología como a cualquier otra ciencia. Aun así hemos considerado oportuno desarrollar la evolución de este proceso de cuestionamiento de la razón tradicional, puesto que sin él, no se entenderían los cauces que tomó la Arqueología hasta los tiempos actuales.
Con las reflexiones de Thomas S. Kuhn, el concepto de ciencia empírica tradicional empezará a tambalearse. Kuhn eludió debatir el concepto de ciencia y dedicó sus esfuerzos a investigar como habían trabajado los grandes científicos de la historia. Se dio cuenta de que estos habían investigado en torno a un modelo teórico general, al que llamó paradigma. Este paradigma que no se hacía explícito casi nunca, se expresaba y aprendía indirectamente a través de la práctica experimental. Los paradigmas estaban vigentes durante un tiempo que denominó de "ciencia normal". Según Kuhn, en ocasiones, los problemas que la ciencia no podía explicar o "anomalías" se hacían demasiado numerosos, haciendo que el sistema entrase en crisis y nuevos paradigmas sustituyeran al anterior, a este periodo lo llamo de "ciencia extraordinaria". Cuando un nuevo paradigma sustituía al anterior nos encontrábamos ante una revolución científica.
La teoría de Kuhn a priori innocua tomó un cauce revolucionario cuando este afirmó que quien decide en cada momento histórico la forma del paradigma es la comunidad científica, y no ningún criterio absoluto de verdad, cuestionando el concepto clásico de razón absoluta. Las consecuencias de esta última parte no fueron entendidas por dos de sus más brillantes defensores: Binford y Renfrew en el momento de la fundación de la Nueva arqueología, puesto que su realismo positivista chocaba con el subjetivismo que anunciaba la obra de Kuhn.
Kuhn, también concluyó que los paradigmas son inconmensurables, es decir, solo son evaluables consigo mismos, en función de su lógica particular, no podían ser comparados unos con otros. Dando una nueva estocada a la supuesta interpretación universal que debía tener la ciencia. 
La obra de Kuhn, fue publicada en un momento de intenso debate filosófico, en el que diversas tendencias intelectuales que venían desarrollándose desde el siglo XIX llegaban a su apogeo. Este es el caso de la feroz crítica que realizó Friedrich Nietzsche a la religión, moral y filosofía occidentales y su "perspectivismo" epistemológico que defendía la inevitable existencia de múltiples puntos de vista sobre la realidad. Fomentando un ambiente de cuestionamiento general de todo lo existente hasta el momento.
Poco tiempo después, Sigmund Freud destruyó indirectamente pese a su empirismo la universalidad de la moral cuando dijo que la "voz de la conciencia" no es otra cosa que "la voz interiorizada de los padres y la sociedad".
Este imparable cúmulo de reflexiones retroalimentadas empujaron en especial a los filósofos a desarrollar nuevas teorías. Conviene destacar en este aspecto a los filósofos Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger. Wittgestein cuestionó el motor del racionalismo de la Revolución científica al equiparar las matemáticas con un juego creado por la mente, el juego del ajedrez. Wittgetein veía las matemáticas como un conjunto de reglas y aprendidas de la práctica diaria y que solo tenían sentido interpretadas en un lenguaje que a su vez era una construcción social. Esto era así ya que las reglas dependen enteramente del contexto social y cultural que las define, y porque no puede haber lenguajes "privados" ni tampoco ningún lenguaje universal o previo a la contingencia particular de cada uno de ellos.
Las consecuencias de estas reflexiones, fueron expuestas por otros filósofos como Austin, Davidson y Rorty llegando a una conclusión: si el lenguaje es definido de cualquier manera por nosotros mismos, su correspondencia directa con una realidad exterior queda esencialmente debilitada.
Por otro lado, Martin Heiddeger realizó todo un proceso de "destrucción" de la metafísica tradicional rebajando al Ser de las alturas a su condición histórica, metido en la temporalidad concreta de las vidas humanas particulares. Concluyó que la esencia del Ser es la finitud y que nada está originariamente contenido dentro de este, lo que lleva a cuestionar el poder de la razón y negar en última instancia toda la tradición occidental basada en el logos y el espíritu.
Otro camino seguido por la progresiva deslegitimación de la ciencia clásica occidental que lleva al postmodernismo fue la sociología del conocimiento, en el que se estudia la base existencial de las formaciones mentales. Trata de ver cuál es el contexto social que hace posible o que origina el conocimiento, incluyendo toda gama de productos culturales, no solo la ciencia.
En el estudio de estas relaciones encontraríamos nombres como el de Marx, Scheler, Mannhein y Merton. En este sentido, quien primero advirtió claramente la relación entre los productos mentales y la base material fue Marx que en sus escritos de juventud expresó que "no es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, si no por el contrario, su existencia social la que determina su conciencia".  Estas ideas fueron desarrolladas posteriormente a medida que el marxismo fue expandiéndose políticamente. Aquí encontramos dos tendencias que parecen estar enfrentadas. En primer lugar los pensadores soviéticos como Lenin, Bujarin y Timeniev que llegaron a la conclusión de que las ciencias sociales desarrolladas por la burguesía tenían una base clasista y buscaban enmascarar el beneficio de sus intereses, con lo que solo la ciencia marxista era realmente científica. Por otro lado otros estudios aceptan que las consecuencias externas influyen en la investigación, pero de algún modo no afecta a la búsqueda de la verdad, simplemente la acelera o frena. El autor de este libro que analizamos, Víctor M. Fernández Martínez, se identifica claramente con la segunda tesis y califica los puntos de vista marxistas como "tendenciosos". Por otro lado los estudios de Webber, de Scheler, los resultados de las ideas anticientíficas predominantes en la Alemania de Weimar y las relaciones entre colonialismo y ciencia con su patente nacionalismo, dejan de manifiesto que lo social condiciona tremendamente los resultados de la ciencia.
Todos estos cambios en torno a la concepción de la ciencia han llevado al desarrollo de los nuevos movimientos "post" (poskuhnianismo, poscolonialismo, multiculturalismo, feminismo, etc.) y constituyen el "programa fuerte" de la sociología de la ciencia, representado inicialmente por la escuela de Edimburgo y luego extendido a las universidades de Estados Unidos. Este conjunto de investigadores lleva a cabo los denominados "estudios culturales" y considera que todas nuestras ciencias son construcciones sociales y lingüísticas que reflejan la ideología dominante y las relaciones de poder existentes y por lo tanto pueden y deben analizarse desde esa perspectiva además e con la visión interna de su propia lógica.
Aquí es donde se le plantea al alumno la reflexión siguiente: Si las ideas de Kuhn y posteriores muestran que los datos no son objetivos nunca al cien por cien y por tanto no se puede tener una certeza científica. ¿Por qué ese razonamiento no nos puede llevar a que la realidad tampoco existe? ya que la realidad es interpretada con el prisma del cuerpo humano. Por esta razón pensamos que pese a no ser nunca una visión objetiva total, si que podemos intentar buscar la objetividad máxima posible teniendo en perspectiva esta limitación y con la conjunción de diferentes visiones para crear hipótesis que aunque no se cumplan siempre, seguirán siendo igual de útiles.

4.1 Marxismo y arqueología marxista.

Podemos acercarnos al pensamiento marxista con en una frase del libro que dice: "los marxistas consideran lo ideológico como una mistificación de la realidad en interés de un grupo o clase dominante, convirtiendo la realidad social, histórica y por tanto contingente en una realidad natural, y por ello eterna y necesaria ("naturalización), de lo que se han encargado instituciones como la Iglesia o la historiografía tradicional.
La base del materialismo marxista se encontró en sus orígenes en el pensador idealista Hegel y el materialista Feuerbach. Del primero tomó aunque rechazando sus componentes metafísicos las ideas de la historia como un despliegue del espiritu y realización personal, de la alienación como conciencia separada de la realidad y de la dialéctica como visión de las cosas en continua contradicción y cambio. Del segundo tomó la idea de que solo invirtiendo la perspectiva tradicional, afirmando la primacía del mundo material y amando a la humanidad puede el hombre recuperar sus capacidades naturales de nuevo.
Marx, rechazó la postura filosófica clásica, puramente especulativa para busca una aplicación práctica uniendo el análisis teórico con la crítica social, y "realizando" así efectivamente la filosofía.
Por tanto, a la hora de analizar la arqueología marxista, debemos tener en cuenta que su principio fundamental y que sigue vigente hoy para sus seguidores es que "la vida social tiene sus fundamentos últimos en el modo de producción de la vida material".
En el libro se hace un análisis de parte de estos diferentes modos de producción y se comentan solamente los fallos y cambios que se han observado en las teorías de Marx, sin la adecuada perspectiva histórica. Por ejemplo, en cuanto al modo de producción tribal y al modo de producción oriental, se critica la insuficiente profundidad del estudio de Marx para los requerimientos actuales.
Los escritores marxistas, imbuyeron a la arqueología de una focalización en torno a cuando se generaron las diferencias sociales del pasado y que es lo que lleva a la sociedad de clases. Nos resultan especialmente interesantes las reflexiones del libro en torno al Modo de producción tributario (según lo calificaron Amin y Wolf), en las que se indica como los cambios sociales no se dan en general en sociedades en las que se compite por un producto, si no que se producen solo cuando la competencia pasa a ser por la distribución de los factores de producción, es decir, de las materias primas, tierras, animales, instrumentos, etc.
También el autor critica la concepción clásica del marxismo que interpretaba al estado como una herramienta para mantener la desigualdad social, calificándola de difícil de contrastar. E intenta refutarla con unos estudios etnográficos que según indica, cuando los factores de producción dejan de ser un derecho común, no se produce una transición inmediata al estado, aunque después reconoce que si que se genera desigualdad y el estado posteriormente multiplica esa desigualdad.
Revelar la tensión social y complejidad que existe dentro de una apariencia superficial uniforme, es otro de los intereses que  los marxistas han estudiado. Destacan en este aspecto los estudios de Gilman acerca de la “revolución del paleolítico superior” en los que consideraba que el arte había actuado como simbolismo. Un simbolismo que actuaba ideológicamente para transformar la realidad de las relaciones de producción, mistificando la contradicción que existía en estas y consiguiendo de esta manera evitar posibles conflictos. Este podría ser el caso de las mujeres, que pese a tener un papel activo en la producción de las sociedades quedaron relegadas a un papel menor que se ve reflejado en el arte (en las escenas de caza y venus) y en la masculinidad de los chamanes.
En definitiva, podemos concluir en primer lugar que todos estos enfoques marxistas acerca de las relaciones de poder, y como se generaron las desigualdades han influido en gran medida en la arqueología moderna. Por eso actualmente es muy común encontrar en estudios sobre los ajuares de las necrópolis, en especial en la Edad del Hierro. Interpretar si existen tumbas infantiles o tumbas de caciques llamados big men con ricos ajuares, para saber si había una riqueza hereditaria, o si había una consideración especial hacia miembros específicos de las distintas poblaciones.
En segundo lugar, debemos relacionar a la arqueología marxista con la idea de que la arqueología debe implicarse en las luchas políticas del presente. Luchar contra las concepciones históricas que la arqueología burguesa europea fue integrando en los estudios de arqueología, y descubrir las condiciones históricas que generaron las condiciones de desigualdad y opresión en las sociedades.

4.2 Estructuralismo y posestructuralismo.

En el siglo XX el lenguaje se convirtió en el centro de atención de las nuevas teorías y, especialmente, el funcionamiento de la lengua.
Saussure sentó las bases de la corriente intelectual del estructuralismo. Su pensamiento se centraba en la importancia de las relaciones entre signos. Su objetivo fue crear una ciencia general en base a la lingüística que abrió las puertas   al empleo de nuevos conceptos teóricos como paradigma o sintagma.
Lévi Strauss fue el primero en aplicar la lingüística estructural a la antropología, mediante el establecimiento de una relación entre los signos del lenguaje y su impronta en la cultura. De este modo,  para Strauss son los procesos psicológicos y las estructuras del conocimiento las que generan las estructuras de las relaciones sociales. En su investigación tomó como objeto de estudio las relaciones familiares y las construcciones mitológicas. El resultado que obtuvo fue el hallazgo de opuestos que formaba el grueso de la estructura mental. Según esta idea, las oposiciones funcionaban en la toma de ideología y la falsa conciencia, inmersas en las relaciones sociales. Sus teorías y sus seguidores fueron calificados de antihistóricos, dado el interés que profesaban a las estructuras invariables de la mente.
Posteriormente, Jacques Derrida expuso el posestructuralismo en  su mayor exponente. Al igual que Strauss, se centró en el sistema de conceptos opuestos, resaltando la preeminencia de uno de ellos mientras el otro era desestimado. Su propósito fue la desconstrucción de las oposiciones e invertirlas, de tal modo que la anteriormente marginada fuese dominante. Una de estas oposiciones era la palabra oral y la palabra escrita, siendo preferente la primera  sobre la segunda. De este modo, sus seguidores  adoptaron una posición rebelde y de crítica social manifestada en la literatura.
Por su parte, Foucault hizo hincapié en el poder como fuente de procedencia de las construcciones del conocimiento. Sería el poder quien construye cada discurso, atribuyéndole un estatus inmutable.  El sistema estaría generado por corrientes que fluirían en diversas direcciones, de modo que el poder constituiría, en parte, un hecho positivo dado que sería la base para la construcción de diversas concepciones.  El objeto de estudio que Foucault tenía era la historia de los diversos paradigmas.
El estructuralismo, en definitiva,  aplicado a la arqueología constituye  el estudio de la cultura material desde el punto de vista de lo simbólico. Se centró en la búsqueda de signos opuestos en la cultura material que conformarían la base de las concepciones de cada sociedad.

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