7.1
La crisis de la Iglesia y el pontificado de Avignon
Lo más importante de la Iglesia bajomedieval es el cambio
que se produce respecto a la iglesia plenomedieval. Es un cambio importante y
la mayoría de los autores están de acuerdo en que se produce. En esta etapa de
la Edad Media, se perfila un momento de crisis, en contraposición con el
esplendor vivido en la época anterior.
Se perfilan algunos elementos de crisis bastante claros:
En primer lugar es evidente que en la Plena Edad Media, la
situación es muy favorable, empezando por el pontificado, la máxima jerarquía
pues el pontificado tiene en esos momentos su mayor esplendor, después de toda
una serie de conflictos, es la institución que tienen el carácter más
representativo, la más representativa de todo el Occidente medieval.
En segundo lugar, hay una relación de una serie de concilios
universales que perfilan los elementos fundamentales de la doctrina y de los
comportamientos de los cristianos tal y como se vivían en esos momentos.
Algunos de los concilios, son por ejemplo el concilio de Letrán, especialmente
el tercero y el cuarto (este último desarrollado durante el papado de Inocencio
III). Estos concilios son reveladores de ese carácter universal de la Iglesia.
Se refleja en otra serie de grandes instituciones
eclesiásticas, por ejemplo, la secuencia que se desarrolla desde el comienzo de
la Plena Edad Media, el gran éxito de las ordenes mendicantes (sobre todo
Franciscanos y Dominicos que van ampliando y ocupando todo un conjunto de
espacios), el caso de las órdenes militares que se perfilan que tienen su
origen en las ordenes eclesiásticas, de hecho tienen un fuerte vínculo con los
cistercienses (la idea del monje guerrero, el culmen de la perfección, la
persona que puede desarrollar al mismo tiempo una vida eclesiástica y una
actividad militar). Aquí habría que incluir el origen de las universidades y la
expansión de las mismas, los papas seguirán teniendo una influencia muy fuerte
en las universidades de la Baja Edad Media.
EL éxito se plasma en unas estructuras que tienen un
carácter jurídico muy bien definido como es el derecho canónico (que alcanza un
nivel de elaboración tan alto como el derecho civil). El éxito eclesiástico
tienen una plasmación artística, las catedrales románicas y luego las góticas.
Este gran periodo de expansión que se refleja incluso en la
evangelización en territorios lejanos, por ejemplo, la exinas del cristianismo
en islas situadas al norte de Escocia, o bien la expansión por los países
nórdicos, o más allá del Elba. Todo esto comienza a inicios de la baja Edad
Media. La plasmación más concreta tiene su reflejo en los problemas del
pontificado que constituyen el símbolo y son causa de la crisis.
Esos problemas del pontificado son diversos; justo en los
primeros años del siglo XIV, se produce una escisión paulatina del pontificado
Aviñón, en principio es un fenómeno poco definido (los papas tiene una vida
itinerante como la habían llevado sus antecesores), cada vez se sitúan y
gobiernan desde territorios más alejados de Roma, pues allí hay dificultades
importantes, es teatro de luchas continuas, sobre todo entre las grandes
familias de la nobleza romana (que implican en ciertos modo al pontificado) y
por otro lado, un nivel de dificultades que reside en los emperadores que
luchan por el control de Roma. De alguna manera se repite constantemente el
viejo problema de los pontífices y los emperadores que buscan el centro de la
ciudad. De manera que los papas van gobernando cada vez más en territorios
próximos a Francia y más alejados de Roma. Por ejemplo, cuando se establece de
manera más clara el pontificado en Aviñón con el papa Juan XXII. Es la época
que en algunos casos es conocida como el cautiverio del pontificado de Aviñón,
pero no solo Juan XXII sino que unos 5 o 6 papas posteriores.
El motivo fundamental del cambio es que a medida que los
papas se han acercado más a Francia se ha producido un fortalecimiento de los
franceses en las estructuras pontificias, incluso algunos autores han intentado
cuantificarlo. Por ejemplo, durante el pontificado de Aviñón, el 80% de los
cardenales eran franceses. Los papas mantienen relaciones privilegiadas con la
monarquía francesa, no solo se produce una galificacion de la curia en el caso
de los cardenales sino que una gran parte de la administración era ejercida por
franceses, incluso la mayor parte de los oficiales y sirvientes, también eran
franceses.
Se crea a lo largo de estas décadas del siglo XIV, el
fenómeno de que la maquinaria administrativa del pontificado crece enormemente.
Los administradores que son fundamentalmente miembros del alto clero, se
coinvierten con gran poder económico y temporal, lo que transmite una mala
imagen de los cleros motivados por el dinero.
En esta situación y transcurridas un par de décadas del
pontificado en Aviñón, el papa Gregorio XI decide el retorno a Roma, toda la
curia se traslada a Roma, lo que es entendido como una revolución porque Roma
estaba en una situación desastrosa, continuaba el poder de las grandes familias
pero incluso las estructuras eclesiásticas estaban deterioradas, muchas
basílicas estaban en ruinas. El cisma en realidad se produce a la muerte de
Gregorio XI en Roma, momento en el que los cardenales que lo habían acompañado,
se precipitan a elegir sucesor, estimulados por el propio papa en su último
periodo.
7.2 El Cisma de Oriente y las vías de solución del mismo
El elegido es un cardenal que toma el nombre de Urbano VI,
un italiano, un hombre culto y austero, que en principio tenía buena imagen.
Surgen dos problemas, una serie de cardenales residían en Aviñón y la
precipitación de la elección supuso que no tenían tiempo para trasladarse a
Roma, se trató de siete cardenales que no pudieron participar en la elección,
los que es considerado como una irregularidad, y en segundo lugar, la presión
de la población de Roma que pedía fuera elegido un romano, y en caso de no
serlo, al menos un italiano. En tercer lugar, un cambio o transformación
importante en la personalidad del nuevo papa, Urbano VI comienza a comportarse
como una persona irascible o al menos de ello lo acusan los cardenales,
posiblemente porque trató de llevarlos a una austeridad a la que no estaban
acostumbrados. Como consecuencia, algunos de los cardenales que permanecieron
en Aviñón, protestan y a ellos se unen algunos de loa que están en Roma y han
participado en la elección, redactan un documento diciendo que han sufrido una
importante presión y no han hecho la buena elección, de manera que se reúnen de
nuevo y eligen al papa Clemente VII en Aviñón, de manera que habrá dos
pontífices al frente de la Iglesia.
Todo esto, la
existencia de dos papas, se plasma en una división, el mapa cristiano se
divide, y los territorios pertenecen a un pontífice u otro. Fundamentalmente
Las ciudades del norte de Italia, Inglaterra, Flandes, Alemania y el este de
Europa siguen la obediencia al papa de Roma, son partidarios del papa de Aviñón
Francia y sus aliados como Sicilia, Escocia (sobre todo porque existe un
enfrentamiento con Inglaterra, de manera que si esta última es partidaria del
papa romano, Escocia del papa francés), la Península Ibérica (las coronas de
Castilla y Aragón. En la península, los monarcas, en principio esperaron, no
tomaron decisión, esperaron la llegada que se iba produciendo con bastante
frecuencia de enviados de los dos papas, en el caso concreto de la corona de
Castilla, la situación era el final del reinado de Enrique II y no toma ninguna
decisión, pero acabó por decantarse, su sucesor, Juan I tras una asamblea en la
que convoca a los letrados del reino en el año 81 y decide seguir la obediencia
del papa de Aviñón). Casi son los reyes los que acaban determinado a que papa
consideran cismático. La situación fue muy confusa durante una serie de años,
pero acabó consolidándose esas dos divisiones del pontificado o el papado.
Es destacable el hecho de que Urbano VI reclutó tropas para
hacerse con el poder y les concedió títulos y los privilegios de cruzados. El
problema que surge muy pronto es doble; en primer lugar, para mantener esas
tropas se necesitaban recursos, lo que supone que el pontífice que mantenía
mayores ejércitos tenía que imponer unos tributos más elevados y presentarse
con una fuerza más firme (esto evidentemente le restaba simpatías pues exigía a sus seguidores mayores impuestos, aunque es
cierto que tenía más fuerza desde el punto de vista militar), en segundo lugar,
la reacción fue paralela por parte del papa Clemente, de manera que ninguno de
los dos podía hacerse con el poder. Esta vía militar y el afán por recaudar
impuestos, hacia más visible el problema antiguo y tradicional de los aspectos
religiosos, era más visible la venta de indulgencias para recaudar recursos
dedicados a imponerse. Otros mecanismos ligados a la fe como la peregrinación ligada
a indulgencias especiales o el año santo, se adelantaban los años santos para
hacer más eficaz el sistema recaudatorio. Como ese sistema no alcanzaba sus
objetivos, comienza otro sistema, la vía cesiones (descrito por los
especialistas de París), los pontífices enfrentados que no habían conseguido
resolver el problema, ambos renunciaran y se eligiera otro pontífice diferente
que no estuviera comprometido con ninguno de los, es decir, que se hubiera
mantenido al margen y no representara la victoria de ninguno de los dos. Esta
vía fracasó porque ninguno quiso renunciar.
En el momento que fallecen, Urbano tendrá sucesor Bonifacio
IX y a la muerte de Clemente, le sucede Benedicto XIII (en cuyo caso, la
monarquía francesa no quiso que se eligiera sucesor pero los cardenales lo
hicieron).
Un tercer procedimiento es la vía discutionis, la vía de la dialéctica de la discusión que supone
que ambos pontífices debían de ir a un encuentro en el que mostraron sus
conocimientos y su postura para la Iglesia, aquel que lo hiciera de manera más
clara sería elegido como pontífice verdadero. Evidentemente también esta vía
falló y hubo que recurrir a la última vía, la definitiva después de muchos
problemas. Es la vía conciliar, la vía de los concilios, defendida también por
los teólogos de París, que defendía la superioridad del concilio sobre el papa.
De acuerdo con los planteamientos de los teólogos de la
época, existiría una doble noción de autoridad en relación con la dirección de
la iglesia, por un lado la potestas habitualis
(el poder corriente) que sería la residía en el pueblo cristiano, junto a ella,
la potestas actualis que reside en el
pontífice. Este último podía ser privado de ella, la base de esta posibilidad
de privar al pontífice ya en algunas normas y artículos del derecho canónico se
había establecido que en el caso de que por cualquier circunstancia el papa
fuese claramente herético perdería esa potestas actualis y seria el concilio el
encargado de resolver el problema del papa herético. Esto se plasma en el
concilio de 1409, el conocido concilio de
Pisa. En este concilio se reúnen cantidad de obispos seguidores de una y
otra tendencia, también convocaron a los papas pero no acudieron. El concilio
anula el poder de ambos pontífices, condenar a los dos y nombrar a uno nuevo,
Alejandro V, lo que significa que el problema se incrementa.
Interviene entonces el emperador Segismundo que convoca un
nuevo concilio, el concilio de Constanza, una gran asamblea muy bien preparada
y organizada bajo la diplomacia del emperador con todos los doctores y peritos
más destacados de la Iglesia en ese momento, y allí se configura la doctrina
pontifista más radical. A parte de esta doctrina aclamada en ese concilio, no
cabe duda que la autoridad de Segismundo la que consigue la deposición de los
papas, mejor dicho, consigue que los dos papas renuncien.
Con este concilio, es elegido como papa Martín V, se
restablece la unidad de la Iglesia a partir de 1417, esa restauración de la
unidad significa que la lucha contra las herejías (en estos momentos, el
movimiento más reciente y peligroso era el promovido de los husitas, Jan Hus era una persona humilde,
defienden una Iglesia pobre, que el pueblo incluso debería desobedecer a la
Iglesia oficial si esa no se reformaba y seguían viviendo en pecado, rechazaba
las indulgencias y fue llamado con un salvoconducto del emperador al concilio
de Constanza y acabó siendo ajusticiado y ejecutado, sin embargo, el movimiento
no desaparece). Este movimiento supone el trasfondo doctrinal que luego
resurgirá con la reforma.
El tercer objetivo del concilio es la reforma de la Iglesia.
Se entendió en principio en la línea moral, procurando promover la exigencia de
la conversión o una vida de carácter más evangélico de los miembros del clero,
sobre todo, la cabeza del clero, es decir, si los cardenales y obispos eran
personas ejemplares, el resto de miembros seguirían el modelo. Esto no se
consiguió, lo que si se logró fue reformar la Iglesia como institución,
recurriendo a la pacificación de los estados pontificios, es decir, la
restauración de la Iglesia, recuperando la autoridad del pontífice que había
sido deteriorada por el concilio, es decir, hasta que punto un concilio podía
dirigir la política y actuación de los papas. Esa autoridad se plasma en el
control de la propia ciudad de Roma y otras ciudades italianas (una tarea poco
fácil porque en Milán, Florencia y Venecia por ejemplo había clanes muy
poderosos) pero lograron la fundación de la liga itálica, lo que supone que el
papa vuelve a recuperar su autoridad.
Por otra parte, la a partir de Martín V, se intenta sanear
las finanzas del pontificado que se articulan en dos grandes bloques por un
lado los ingresos del exterior de carácter internacional basados en los
recursos que tradicionalmente Roma o la curia, recaudaba una serie de derechos
sobre todo basados en el diezmo o recursos que procedían de beneficios o cargos
que estaban vacantes en un determinado motivo, cuando moría un obispo, la mesa
episcopal tenían sus rentas y de ellas una parte iba a Roma. Por otro lado, los
ingresos del pontífice como señor temporal, es decir, el papa cobraba impuestos de aduana por ejemplo, impuestos
sobre ganados trashumantes, tenían monopolios…
Lo que no reforman es la Iglesia en cuanto a la moral, a la
vida de los clérigos, se mantienen los problemas que posteriormente provocarían
la reforma protestante.
7.3 Herejías y conflictos sociales
A principio del siglo XIV se mantenían las herejías
anteriores. Se mantenía la herejía de los Cátaros, hasta más o menos mediados
del siglo XIV, localizada en el sur de Francia. Los cátaros tenían un sistema
de sus creencias y de culto difíciles de perseguir, ya que se transmitían de
padres a hijos. A esto se sumaba que estos padres eran pastores trashumantes
por lo que la movilidad de estos provocaba la difícil persecución de esta
herejía. La actuación de la Inquisición y del hecho de que la transmisión fuera
familiar y oral en un ámbito popular provoca que esta herejía se quedara
reducida a una mínima expresión.
Otro movimiento herético que persistió en la Baja edad
Media, son los del valtenses que se mantienen en los territorios de los Alpes y
en determinados territorios italianos.
Fue perseguida por la Inquisición y como consecuencia fue la dispersión
por toda europa, donde crearon influencias, como por ejemplo en Bohemia o
Praga. Los responsables de este movimiento eran los llamados los “barbas” que
eran los ministros que recorrían las comunidades que controlaban las prácticas
de los fieles y el contenido ideológico. Este movimiento fue progresivamente
degenerando por su carácter popular, pero aun así persistieron en distintos
territorios de europa bastante tiempo.
A parte de estos movimientos más organizados hubo una serie
de herejías intelectuales o proposiciones en los ámbitos académicos más
reconocidos, como es el caso de la de París. Son doctrinas que mantenían una
diferencia muy clara entre la razón y la fe y mantenían que un conocimiento
fiable es aquel que se puede constatar. Se fiaban de todo lo sensorial. Para
luchar contra toda esta serie de movimientos se articuló la inquisición.
7.4 Los orígenes de la Inquisición
Los orígenes de esta institución se pueden buscar muy lejos,
incluso en los orígenes del cristianismo. Un ejemplo, es la actitud de algunos
emperadores romanos que lucharon contra distintas herejías primarias, porque
para algunos de estos emperadores el cristianismo era un elemento de unidad y
no les interesaban que se crearan divisiones dentro del imperio, por lo que
estas políticas tenían una doble intencionalidad: política y eclesiástica,
enfocada a la lucha contra el paganismo y de las herejías.
La base de la Inquisición hay que buscarlo en el Código de
Derecho Canónigo, a partir del siglo XI – XII, en un momento de gran cantidad
de digresiones y herejías. Este código aplica una doble vía para luchar contra
estos movimientos, por un lado encomienda a los obispos la dirección de las
prácticas religiosas de sus diócesis. Y por otro lado, señala que las
autoridades civiles deberían de encargarse de ejecutar las penas y de castigar
a los herejes. De todos modos, la aprobación oficial de la inquisición tiene
lugar en el año 1232 por el papa Gregorio IX. Las primeras intervenciones
masivas tuvieron lugar en el sur de Francia, vinculadas a la herejía catara,
especialmente en el siglo XIII. Las obras que mejor conocemos que demuestran la
evolución de la inquisición y de las practicas inquisitoriales son del siglo
XV, con la creación de manuales de intervención utilizados por los grandes
inquisidores como Eymeric y Bernardo Gui,
dos de los grandes inquisidores de la época, pero no los únicos, también
destaca la intervención de Raimundo de Peñaford (en la península ibérica).
Estos inquisidores desarrollaron una serie de procesos y se establecieron una
serie de pasos indispensables en el proceso inquisitorial. Tras la denuncia de
herejía se traslada al lugar una comisión inquisitorial en que se daba un plazo
para las denuncias pertinentes, levantando actas de las denuncias, tras lo cual
se daba un plazo para las autodenuncias
por doctrina herética, y si aceptaba su error se les imponía una sanción
relativamente ligera (peregrinación, penitencias varias, etc.), pero si la
persona no renegaba de sus ideas o persistía en el error. Tenían que someterse
a un proceso por no reconocer el error denunciado, podía terminar en la muerte
del hereje (“brazo secular”).
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