lunes, 19 de mayo de 2014

Arqueología, política y sociedad

La arqueología ha sido vista popularmente como una disciplina sin utilidad aparente y sin vinculación con la utilidad práctica. Esta concepción como enajenación intelectual con respecto al mundo presente carece de cualquier tipo de argumentación racional.
La arqueología ha sido, y es, un componente ideológico utilizado con distintos fines según los intereses particulares, como   la vinculación de la arqueología con las clases dominantes de cada territorio. En este sentido, el nacionalismo  se vinculó desde sus inicios a la arqueología, cuando fue empleada para justificar teorías racistas como es el caso del alemán Kossina, en 1912; mientras que, actualmente, es empleada como medio de búsqueda de identidades nacionales propias.
Las prácticas coloniales también dejaron su impronta en los restos arqueológicos de los territorios colonizados,  dando como resultado el saqueo de los restos materiales encontrados para engrosar las colecciones anticuarias. Actualmente, es considerada como práctica colonialista el hecho de que sean las potencias de primer orden las que están mejor valoradas a la hora de realizar investigaciones en países cuyas capacidades económicas son más limitadas, mientras el fenómeno inverso es considerado imposible y absurdo. Paralelamente se da el caso de la imposición de las teorías establecidas por los investigadores de las potencias económicas. Como reacción han surgido tendencias entre los posprocesualistas cuyo interés está más orientado a la defensa de las particularidades específicas de estos lugares “colonizados” y a la renovación de las teorías que ya no son seguidas en occidente para favorecer este desarrollo de las investigaciones locales.
Otro fenómeno es la llamada arqueología marginal, cuyas reivindicaciones tienen por objetivo la posibilidad de disfrutar de los restos arqueológicos por parte de la población para satisfacer los deseos de colectivos como los aficionados a la arqueología o los aprensivos de las religiones antiguas y las teorías acerca de los alienígenas. El conflicto  se inició con las negativas de las instituciones académicas a ceder sus materiales a estos colectivos cuya cualificación para trabajar con esos restos no está demostrada.  Estos colectivos han logrado cierto reconocimiento en los últimos años, de forma que se les autoriza a acceder a determinados monumentos.
Por último, destaca la importancia que está adquiriendo las nuevas concepciones acerca de la mujer en los yacimientos arqueológicos. Esta nueva arqueología del género pretende el reconocimiento de la mujer dentro de las construcciones sociales. El ámbito de trabajo en que se centra la arqueología de género abarca un espectro dentro del cual figura  el cambio en las expresiones del lenguaje para evitar las referencias constantes a la figura masculina y cambiarlas por términos que incluyan a ambos sexos. Otro aspecto es la búsqueda y estudio de las diferencias de género y el papel de la mujer en cada sociedad. Junto a esto, se sitúa las posturas  que cuestionan la total objetividad de ciertas teorías elaboradas por investigadores masculinos, puesto que no toman en consideración las distintas interpretaciones que pueden tener investigadores de género femenino dadas las distintas construcciones cognitivas que tienen ambos géneros.
Por último, a modo de conclusión, se hace evidente la vinculación de la arqueología con la realidad social que la rodea. En origen, la arqueología era una actividad lúdica que satisfacía la curiosidad de la aristocracia europea. Esta concepción cambió tras el ascenso de la burguesía, cuya necesidad de un mercado unificado y protegido le llevó a emplear la arqueología como forma de construcción y legitimación de un marco nacional. Finalmente, el autor muestra su propia visión de la arqueología y las necesidades que debe solucionar. Manifestando su rechazo a las concepciones positivistas que, buscando una supuesta objetividad, se olvidan de la realidad social, de modo que favorecen a la legitimación del sistema vigente. Así mismo, muestra su rechazo a las concepciones funcionalistas y evolucionistas que plantean una falsa estabilidad en las relaciones sociales y los valores morales e ideológicos. Por ello, explica que el libro tiene como objetivo potenciar las teorías con una visión crítica.  Para él, la arqueología debe ser un medio para construir y cambiar la sociedad del lado de los desfavorecidos.  Para finalizar, realiza una crítica al sistema universitario actual como institución destinada a servir a los intereses económicos más que para difundir los conocimientos esenciales para una conciencia crítica. En este sentido, hace un llamamiento final a la conciencia de los profesores universitarios para que abandonen sus costumbres individualistas y competitivas por el prestigio y la carrera institucional, de forma que cesen en su empeño por cumplir determinados requisitos burocráticos  perjudiciales para la calidad intelectual.

6. Conclusiones.

La arqueología es una ciencia que ha sufrido una larga variación a lo largo de la historia. El concepto de arqueología es muy diverso, sin consenso entre los investigadores. La arqueología no fue ajena a las discusiones filosóficas y políticas del siglo XIX y XX. De la mano de la discusión general sobre la ciencia, sufre cambios que la bifurcan en dos corrientes principales que serían, por un lado, las que piensan en la objetividad de los datos, y por otro lado, las que consideran subjetivos y parciales las informaciones con lo que se debería volcar en el cambio social.

La arqueología es una ciencia como tal, pero al tratar ámbitos de estudio interdisciplinares se complementan con el resto de ciencias, tanto sociales como naturales.

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