El movimiento cultural renacentista
El
renacimiento es un movimiento artístico, literario, social y cultural que se
desarrolla principalmente entre el siglo XIV y mediados del siglo XVI que
supone un resurgir de la cultura clásica. Este pensamiento está impulsado en
gran medida por el desarrollo de la revolución comercial, propulsora inicial
del poderío de las ciudades. Algunos pensadores de la época empiezan a plantear
teorías nuevas que difieren del pensamiento tradicional:
Juan
Duns Escoto o Guillermo de Ockham
rechazan el equilibrio entre la fe y la razón que había intentado
establecer Tomás de Aquino. Ockham defiende que las palabras o las ideas carecen de realidad y sólo es real el individuo, al que
se le puede llegar a conocer de forma empírica. Este nominalismo propició,
entre otras cosas un desarrollo de las matemáticas (Oresme, Dumbleton,
Bradwardine o Buridan). También impulsó a algunos teólogos a escudriñar los
textos bíblicos (Gerson)
A partir de los siglos
XI y XII Europa redescubre a los clásicos al tiempo que la iglesia empieza a
sufrir un descrédito a causa de sus vanas discusiones teológicas, alejadas de
los verdaderos problemas del pueblo, su comportamiento feudal y sus
enfrentamientos políticos con el Sacro Imperio.
El
principal impulso que tuvo el Renacimiento con la literatura lo dio Petrarca
(1304 – 1374), con el redescubrimientos de obras de Cicerón como De
Senectute[1].
Los intelectuales de la época quedaron fascinados por la figura de Cicerón: un
hombre totalmente independiente que plantea su vida y su obra como una entrega
total a la sociedad, a la “res publica”.
Algunos
de éstos intelectuales, como Coluccio Salutati o Leonardo Bruni, presentaron a
Cicerón y su concepto de individualidad y libertad como un ejemplo a seguir.
Humanismo: el pensamiento renacentista
El mayor cambio producido en el paso
entre la Edad Media y la Moderna es el fin del monopolio de la cultura y el
pensamiento por parte de la Iglesia. Esta secularización de la razón
propició enormemente el desarrollo del pensamiento renacentista, que dejaba de
estar sometido por la Iglesia para pasar a los intelectuales de la época,
quienes empezaron a usarlo para el desarrollo de lo humano[2]
en detrimento de lo divino[3].
La principal característica del Humanismo es la valoración del individuo frente
a la masa[4].Este
nuevo pensamiento influyó en la mentalidad de hombres importantes de la época
como Cristóbal Colón o Leonardo da Vinci que compartían la inquietud por
descubrir, crear y progresar. La aplicación práctica de este espíritu plantó el
germen de la aparición de la ciencia moderna[5].
Otro cambio que se produce son las
distintas fuentes filosóficas: mientras que en los siglos XIII y
XIV las fuentes habían sido básicamente cristianas (apoyándose en Aristóteles),
el siglo XV hay una vuelta a los
clásicos (que si bien no habían sido ignorados totalmente por los medievales,
si habían sido adaptados a la visión teocéntrica de la época), es el “siglo de
Platón”.
Con
el Humanismo la moral cristiana queda relegada a un segundo término, dando paso
a una visión matemática del universo y al espiritualismo idealista de Marsilio Ficino.
El
Humanismo se propaga rápidamente por toda Europa, ya que despierta un gran
interés en los monarcas y hombres cultos de todos los países. Un factor
fundamental en la propagación de estas ideas fue la invención de la imprenta.
Mucha
gente acudía a Italia para visitar las escuelas humanistas, entre las que
destacan la de Vittorino de Feltre y la de Guarino de Verona.
Es
importante señalar que este Humanismo sólo llegó a las minorías cultas.
[1] Petrarca también fue el
gran redescubridor de Vitruvio, sin el cual no podríamos entender el arte
renacentista tal y como es.
[2]
Visión individualista y antropocéntrica (“El
Hombre es la medida de todas las cosas”: Protagoras). Petrarca o Poggio
(siglo XIV) fueron precursores del pensamiento humanista, recordando al hombre
el valor de sus propias cualidades y su papel central en el conjunto del
universo
[3]
La visión teocéntrica y colectiva de la sociedad que imperaba durante la Edad
Media.
[4]
Durante la Edad Media, la conciencia popular era una conciencia colectiva: no
existía la individualidad, todas las personas habían sido creadas por Dios y
todas tenían que servir a Dios. Esta mentalidad impide la posibilidad de
avanzar en cualquier terreno cultural, ya que el hombre por sí mismo no es
nada, y por tanto no puede inventar (la capacidad de la creación es únicamente
propiedad de Dios). Prueba de este pensamiento se da en la importancia de los
copistas medievales. No hay apenas obras nuevas, todo lo bueno ya ha sido
creado con anterioridad (con los clásicos) y como el hombre no puede crear, lo
único que puede hacer es transmitir los conocimientos tal y como han ido
llegado de los antiguos, ajustándolos a la visión cristiana.
A finales de la Edad Media,
este pensamiento va cambiando progresivamente. La sociedad pasa de ser
teocéntrica a ser antropocéntrica, pero sin marginar a la religión, que sigue
siendo muy importante. El hombre pasó de formar parte de un colectivo a tener
importancia por sí mismo.
[5]
La creencia en la capacidad de conocer por sí mismo llevo a científicos como
Copérnico (1473 – 1543) a defender su teoría del sistema heliocéntrico o a
Miguel Servet (1511 – 1553), quien fue quemado en la hoguera tras descubrir la
circulación de la sangre. Por no hablar de Leonardo da Vinci, quien hizo
numerosos estudios y tratados sobre pintura, escultura, ingeniería,
arquitectura, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario