A finales de la Edad Media,
especialmente en el siglo XIV se produce un fuerte bajón demográfico provocado
principalmente por la Peste Negra de 1348. Sin embargo, durante los siglos XV y
XVI se produce un crecimiento de la población que favorece el aumento de gente
joven[1].
Los numerosos conflictos de finales
de la Edad Media[2] acabaron con la
resistencia nobiliaria, que finalmente acabó cediendo ante el poder monárquico.
A partir de 1450 llegan a los principales tronos europeos dinastías fuertes
(Habsburgo, Valois, Tudor, etc.). Esto provoca el final progresivo del
feudalismo[3]
ya que los nuevos monarcas son capaces de imponer su soberanía sobre los
poderes feudales[4]. Los nuevos monarcas
intentarán homogeneizar sus reinos en el ámbito religioso, político, económico[5],
social y cultural. Esta centralización queda reflejada en la aparición de las
primeras capitales de los estados europeos (París, Londres Lisboa o Madrid),
que fueron necesarias para la administración del estado debido a la
burocratización y complejidad de los nuevos estados modernos. Toda esta nueva
administración era muy difícil de financiar, por lo que los monarcas tuvieron
que encontrar la forma de sufragar al estado, por ejemplo, con la venta de
títulos honoríficos o solicitando préstamos a los grandes banqueros europeos
(los Fugger, los Spinola, etc.).
Las sociedades renacentistas, cuya
población vivía principalmente en aldeas, eran básicamente agrarias[6]
(aproximadamente el 85% - 90% de la población se dedicaba a la agricultura).
Aunque también tuvieron mucha importancia las manufacturas[7],
especialmente la textil, la minera y la naval. Gran importancia tuvieron
también las rutas comerciales dentro de toda Europa, que estaba dividida en
áreas comerciales, siendo una de las más importantes la controlada por la Liga
Hanseática[8].
[1]
Esto es una de las razones que hicieron posible este cambio de mentalidad: la
sociedad joven es más activa que la anciana y está más dispuesta a impulsar los
cambios sociales.
[2]
Los conflictos más importantes fueron la Guerra de los Cien Años (1337 - 1453)
entre Francia e Inglaterra, la posterior guerra civil en Inglaterra (la Guerra
de las Dos Rosas: 1455 - 1485)
o la Guerra de Sucesión Castellana (1475
– 1479).
[3]
El feudalismo era el sistema político característico de la Europa medieval.
Consistía en un estado fragmentado en el que la soberanía se repartía entre los
nobles (territorios señoriales), el clero (territorio de abadengo) y el rey
(territorio de realengo), quedando este último como un señor feudal más. Por
esta razón, la legitimidad de la corona dependía en gran medida de la capacidad
del rey para mantener a los señores feudales bajo control.
[4]
Es importante señalar que estos monarcas absolutistas contaban con el apoyo del
pueblo llano, quienes los veían como una garantía de paz. Se puede observar en
este hecho un incipiente nacionalismo.
[5]
Durante los siglos XIII y XIV, aparecen tímidamente en Europa los primeros
síntomas del sistema capitalista o liberalismo económico, cuya característica
principal es la mínima intervención del estado en la economía, limitándose
estas a defender las libertades del individuo. En este proceso intervienen
algunos factores como la aparición de la burguesía o el triunfo de las
monarquías absolutistas.
[6]
Era una agricultura extensiva, con utilización de barbecho, que giraba en torno
al trigo, la cebada, el maíz y el cereal. Se comerciaba con el excedente. En
cuanto a la agricultura, los animales más importantes eran la cabra, la oveja
(muy importante por su lana), la vaca y el cerdo.
[7]
Estaban agrupadas en gremios, los cuales controlaban la calidad y los precios
de los productos, pero no favorecían lo más mínimo a la innovación.
[8]
Fue una federación de ciudades del norte
de Alemania y de comunidades de comerciantes alemanes en
el mar Báltico, los Países Bajos, Noruega, Suecia, Inglaterra,
Polonia, Rusia, parte de Finlandia y Dinamarca, así como regiones que ahora se
encuentran en Estonia y Letonia.
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