martes, 12 de febrero de 2013

El final de siglo XIX y los nuevos retos: hacia la sociedad de masas


El concepto de masa como multitud indiferenciada donde lo individual tendía a perderse en el grupo, apareció tras la revolucn francesa, cuando el pueblopasó a ser protagonista; pero fue a finales del XIX cuando culminó el proceso.
Los obreros de las fábricas caracterizan la nueva época, la produccn en serie era la exigencia y lo que favoreció que el mercado pasara a ser protagonista, y el consumo parte importante de las nuevas sociedades; a su lado caminaba la exigencia de progresiva mecanizacn y racionalizacn de la produccn; en 1911 Frederick W. Taylor escribió sobre la organizacn científica del trabajo que garantizaba mayor productividad, aplindose su técnica sobre todo después de la Primera Guerra Mundial (taylorismo). Entre 1896 y 1913 se produjo el desarrollo generalizado de la produccn en casi todos los sectores, que llegó incluso a los países recién llegados, como Rusia e Italia.
Pero la sociedad de masas no es sinónimo de sociedad democrática, pues el todo plebiscitario, es decir, acudir a la consulta masiva y directa fue todo del Segundo Imperio francés y de la Alemania bismarckiana; también en el XX hubo remenes de masas que no fueron democráticos, como los totalitarismos fascista y nacionalsocialista y el comunismo. Lo que es cierto es que en este cambio de siglo la sociedad de masas fue acompañada de una progresiva tendencia a la masiva participacn política a través de la extensn del derecho a voto.
A la época entre 1885 y 1914 se la conoció también como la era de la sinrazón”, la de la crisis del positivismo (en España se había recibido tarde el positivismo, irrumpió en 1875 de mano de Jo de Perojo, Luis Simarro y Manuel Revilla entre otros, y lo hizo de la mano del darwinismo y seguido del naturalismo); se había entrado en la crisis científica y de pensamiento. En 1901 Freud publicó La interpretacn de los sueños, prestando atencn a los motivos no racionales de la conducta humana (Sorel lo manifestó como pensador potico y Vilfredo Pareto como sociólogo), y Ernst Jung iniciaba sus trabajo, mientras Einstein publicaba su primer documento científico sobre la relatividad en 1905. Darwin había establecido la seleccn natural. O sea que la ciencia tenía alto prestigio porque casi cada año tenía lugar algún fenómeno relevante: la luz, el automóvil, etc. Pero la visn del mundo ligada a una idea de progreso constante ent en decadencia y el método positivista ya sólo sirvió para la investigación científica, no como sistema de valores, porque se acabó la confianza ilimitada.
En el campo filosófico, Nietzsche decla que Dios ha muerto (además de oponer al progreso lineal la idea del eterno retorno), entrando en crisis también la religión; Freud era ateo y el darwinismo había hecho su parte frente a la ortodoxia religiosa. Los grandes científicos, como Einstein, perdieron la fe religiosa, pero se entiende que fue el estudio comparado de las religiones, el análisis histórico de los textos religiosos basándose en el método crítico en vigor en la historiografía alemana, lo que más influyó en esta tendencia.
Entre 1890 y 1914 se produjo el desarrollo de la sociología, como una consecuencia natural de la llegada de la sociedad de masas y de los cambios vertiginosos que se estaban produciendo. Los pioneros fueron Comte, Marx y Spencer y la generación que les siguió fue la que lle a la madurez, con Emile Durkheim y Max Weber principalmente: Weber contin la tarea de Marx y Durkheim sucedió a Comte. El estudio científico de la sociedad se asimi en muchos casos al análisis potico. Weber estudió la autoridad política, Michels los partidos poticos, Durkheim analizó la relación entre individuos y comunidad en un marco industrial urbano cada vez más complejo: el término que introdujo fue anomia, que venía a significar desarraigo, desasosiego por falta de una guía reconocida en una gran sociedad que vino a sustituir a las comunidades tradicionales fuertemente integradas. La política pasaba de la fase de construcción constitucional, de la abstracción como dijo Wallas a la problemática social, a hacer encajar la sociedad surgida en esa construcción.
En Literatura la palabra clave en los setenta era “naturalismo representado por Émile Zola como la vía literaria del interés sociológico. En España fueron difusas las fronteras con el realismo, pues chocaba con las creencias religiosas; Emilia Pardo Bazán publicó en 1882-1883 La cuestn palpitante, que provo un gran debate; en esa literatura se buscaron los inframundos, la depravacn, lo que más perturbaba a la cómoda clase burguesa que prefería no ver otros ámbitos sociales; se ba en el darwinismo y en las nuevas corrientes científicas en boga, y en ese sentido aparece como una historia social. En arte surgió el simbolismo (1886), como alternativa a su incapacidad de transformar la realidad social. En realidad el grueso se centraba en un ataque a la respetabilidad victoriana, en un intento de escandalizar a la burguesía. Nombres como Rimbaud, Gaugin, And Guide, Oscar Wilde, forman parte de este mundo. En España estaba dando comienzo la edad de plata de la cultura y la ciencia española, siendo largo enumerar los nombres relevantes de la generacn del 98 (Galdós, Baroja, Azorín, Unamuno) a la que siguió la de 1914 (Ortega y Gasset, Francisco Ayala, Gregorio Marañón, Américo Castro, Ramón y Cajal); citemos en música a Albéniz, Granados, Manuel de Falla o Turina.
Ésta fue la época también de la emergencia del feminismo; en España con casi una única figura en Emilia Pardo Bazán. Se most la inferioridad jurídica, política y económica de la mujer. Todavía era un movimiento escaso y fragmentario, pero tenía sus antecedentes. En EEUU, ya en 1848 se produjo el primer documento colectivo: la denominada Declaracn de Seneca Falls.
Así es que la primera lucha feministafue la búsqueda del derecho al voto, en movimiento sufragista. En Gran Bretaña lo inició Mary Wollstonecraft con A vindication of the Rights of Woman, en 1792, proponiendo que ambos sexos debieran educarse juntos, no sólo en las familias privadas sino también en las escuelas públicas, especialmente porque el matrimonio es la base de la sociedad, pedía ya que las mujeres se conviertan en ciudadanas ilustradas, libres y capaces de ganar su propia subsistencia, e independientes de los hombres. Entre los pensadores liberales británicos fue John Stuart Mill quien vindicó los derechos de las mujeres, en concreto el voto; llegó a presentar en 1866 una demanda en el Parlamento en ese sentido, cuyo rechazo provocó que al año siguiente surgiera el primer grupo sufragista británica, la National Society for Woman’s Suffrage; en 1869 publicó junto con su mujer, Harriet Taylor Mill, El sometimiento de la mujer; libro que se editó en muchos países y provo la expansn e internacionalizacn del movimiento sufragista. Y es que esta reivindicacn era todavía ajena al movimiento liberal y democrático del XIX. Fue tras la I Guerra Mundial cuando se fue extendiendo y generalizando este derecho, que se completó tras la II Guerra.

1. LA DECADENCIA DE LOS PUEBLOS LATINOS

1870 es la fecha para la nueva cara de las relaciones económicas internacionales, es decir, de la transicn del capitalismo de competencia al capitalismo monopolista. El auge de nacionalismo, con gran influencia del irracionalismo ambiente, es otro factor del espectacular giro de las relaciones internacionales. Desde el Congreso de Viena dominaron el escenario internacional cinco grandes potencias europeas: Austria, Prusia, Rusia, Gran Bretaña y Francia; pero desde 1870 hasta 1914 fueron seis, pues se incorpo Italia recién formada como reino, mientras Prusia se había convertido en el Imperio Alemán. A partir de entonces se habló de la Europa bismarckiana pues se hizo evidente la hegemonía germánica tanto en economía, cultura, política o relaciones internacionales.
En ese contexto es cuando surgió la idea de la decadencia de los pueblos latinos frente al ascenso de los anglosajones y germanos, como un proceso inevitable, casi científico, favorecido por la idea de raza tan simplista como efectiva: la derrota francesa ante Prusia en 1870 inició esa tendencia que se agudi hacia el final de la centuria. En ese mismo año se recogió esa idea en España por Cánovas, que lo expuso en el Ateneo. La crisis del Ultimátum, a los italianos en 1896 con el desastre de Adua y a los franceses con la crisis de Fashoda en 1898.

2. DESARROLLO Y EXTENSIÓN DE LOS SISTEMAS REPRESENTATIVOS. LA III REPÚBLICA FRANCESA Y SU SIGNIFICADO HISTÓRICO

La Francia del último cuarto de siglo, tras el Imperio, introdujo en Europa el modelo de república dominante en el XX: la República parlamentaria, heredera del modelo monárquico, pues el parlamentarismo fue el modo como se pudo estabilizar la Monarquía constitucional, al establecer un segundo ejecutivo, elegible y responsable, por debajo del monárquico, permanente y no compatible con la responsabilidad potica.
Francia sufría un fuerte conflicto interno; en la capital se pen que la caída del II Imperio era la ocasn de comenzar un nuevo proceso revolucionario, pero las fuerzas conservadoras y moderadas dominaban en el resto del país y sólo aspiraban a firmar la paz. Se eligió una Asamblea Nacional que se reunió en Burdeos el 12 de febrero bajo la presidencia de Thiers, que se estableció como jefe del poder ejecutivo, pasando en agosto a ser presidente provisional de la República hasta 1873, cuando le sucedió Mac-Mahon. Se consiguió bastante pronto la reconstrucción potica, llegándose a la República desde una Asamblea Nacional mayoritariamente monárquica. No se restauró la monarquía a causa de la divisn entre los legitimistas que querían reponer a los Borbones y los orleanistas que querían al heredero de Luis Felipe; éstos pactaron con los republicanos moderados, llegándose así a la República más por necesidad que por convicción.
El modelo republicano quedó aprobado en 1875 por una Constitucn formada por tres leyes constitucionales. No se reprodujo el modelo republicano constitucional, el norteamericano presidencialista sino el heredado de la Monarquía, el parlamentario que estabilila revolución, manteniendo ala estructura monárquica y cambiando únicamente el modo de llegar a la Jefatura de Estado; esto signifi un Legislativo con doble Cámara, siendo la de los Diputados elegida por sufragio universal masculino, mientras el Senado estaba compuesto por senadores vitalicios y senadores electivos, hasta que en 1879 se hizo totalmente electivo tras reformarse la Constitucn. El Presidente de la República era el jefe del Poder Ejecutivo, como el Rey o el presidente americano, pero en este caso era nombrado por el Legislativo (como el Gobierno), reunidas ambas Cámaras y por siete años, con amplios poderes teóricos, como el Rey; igual que éste no gobernaba, pues lo hacían sus ministros, que eran los responsables políticos; él nombraba a los ministros que saan de la mayoría de las Cortes, como en todo modelo monárquico parlamentario; tenía capacidad de disolver las Cámaras y proponer leyes, de indultar, era jefe del Ejército; no estaba sujeto a responsabilidad.
La primera etapa republicana se la conoce como República conservadora, y duró hasta 1879 cuando ya los republicanos llegaron a ser mayoría en las Cámaras y Mac-Mahon dejó de ser presidente, sustituido por Jules Gvy; fue sustituida por la llamada República oportunista, de gobiernos moderados, que algunos prolongan hasta 1885 y otros hasta 1898 (cuando comienza la fase radical); eran como el nexo entre el viejo liberalismo y el ideal republicano; fueron los que negociaron, pactaron, fueron posibilistas, al estilo del transformismo italiano o el turnismo español, en base a un sistema clientelar. La República de los oportunistas” fue sustituida por la República de los republicanos” en 1885, pero que, dirigida por los progresistas, mantuvo el estilo del pacto hasta 1898, favorecido por las directrices de León XIII en 1892 para el acercamiento de los católicos (ralliement o reconciliacn). Así, entre 1898 y 1918 se desarrolló la República radical (el tránsito del liberalismo a la democracia) con un recrudecimiento de la lucha anticlerical (gobiernos Waldeck-Rousseau y Combes), la reforma del Ejército liberalizándolo y la potica social. Desde 1904 se restringió a las órdenes religiosas el derecho a sostener colegios, previendo su fin para 1914. Se denunció el Concordato y se separó totalmente la Iglesia y el Estado en 1905.
El intento de un general con fama de republicano, Boulanger, que en 1886 lideró un amplio movimiento a favor de la reforma de las instituciones en sentido autoritario y antiparlamentario, bonapartista, utilizando el espíritu de la revancha contra Alemania. Uno de los escándalos que más perjudi la imagen de la III República fue el caso Dreyfus, que la hizo tambalear, pues most la corrupción existente en la administracn y el Ejército. Hacía tiempo que existía una campaña de antisemitismo que afectaba también a los altos oficiales del Ejército. En 1894 se descubrió que se habían vendido desde el Estado Mayor documentos a la embajada alemana, y se acusó de ello al capitán Dreyfus, judío de origen alsaciano. Se falsificaron pruebas documentales y después de un proceso de cuatro días a puerta cerrada, se le condenó a degradacn y deportación a la Guayana. En 1896 se descubrieron las falsificaciones y los autores de la venta, pero no se quiso revisar el juicio; se presionó al coronel Picquart para acallarlo y fue enviado en misn especial al desierto de Túnez. Quienes lo destaparon finalmente fueron los intelectuales, en concreto Zola, que escribió una carta abierta al presidente Félix Faure en enero de 1898, el famoso Jaccuse; también sufrió por ello proceso por difamacn y fue condenado, logrando huir a Gran Bretaña. Con el concurso de Clemenceau, Anatole France y otros intelectuales, se consiguió finalmente la revisión del proceso y la rehabilitacn de Dreyfus por gracia del Presidente, con apoyo de los socialistas, radicales y una parte de los republicanos moderados; ello supuso un gran descrédito para el Ejército y la Magistratura.
En 1899 ganó la izquierda y se formó un gobierno de coalicn republicana con un miembro socialista. Alexandre Millerand, sobreponiéndose en los años sucesivos la Francia laica a la derecha nacionalista y clerical; se depuraron los altos mandos del Ejército.

3. LOS NUEVOS RETOS Y LA REFORMA LIBERAL. LA TRANSFORMACIÓN DEL ESTADO

3.1 El nuevo liberalismo.

La crisis del modelo liberal fue muy aguda, parecía irremediable que desapareciera el Estado liberal de derecho. Este no respondía ya a la necesidad de correcta representación social, pues las fuerzas sociales se estaban transformando rápidamente. La nueva sociedad de masas, la nueva economía capitalista y la política de expansn no parecían caber en las estructuras estrechas del liberalismo clásico; por eso surgieron planteamientos reformadores del liberalismo atendiendo a la necesidad de intervencn del Estado en todos los sectores: económicos, educación, socialesPero también surgieron las doctrinas contrarias al liberalismo por miedo a que fuera superado por las masas, lo que favoreció el auge de los totalitarismos que llegaron con    la legitimidadque les daba buscar soluciones al problema social (nacionalsocialismo), y que impidió por el momento el triunfo de estas nuevas doctrinas liberales que buscaron una solucn intermedia, armónica, entre el liberalismo y el socialismo.
Igualmente, frente a la concepción clásica, fundamentalmente negativa, de la libertad que exigía un abstencionismo total del Estado, es decir, un mero Estado-policía, se opone una definición positiva que exigía al Estado su intervención para poner al alcance de todos los individuos unas condiciones consideradas como mínimas para poder practicar la libertad. Es a como surge la necesidad de sumar a los derechos conocidos y admitidos, los del hombre y del ciudadano clásicos, los denominados derechos sociales. Es, pues, un liberalismo social, democrático y orgánico. El liberalismo social se extiende entre finales del siglo XIX y principios del XX por Europa, pero sobre todo por Inglaterra entre los idealistas de la Escuela de Oxford a cuya cabeza estaba Thomas Hill Green. En Francia este liberalismo social se conoce como solidarismo, promovido por algunos ministros como León Bourgeois, que fue Premio Nobel de la Paz. También tuvo cierto influjo en Alemania e Italia.

3.2. La doctrina social de la Iglesia y el sindicalismo cristiano.

Para el cristianismo el individualismo era tan erróneo como el colectivismo y tanto el social-marxismo como el capitalismo se enfrentaban al cristianismo y sus valores. Iban mermando las prácticas religiosas tradicionales rurales, como el culto al santo patrón, pero fue compensado con el ascenso de una religiosidad más individual y mejor controlada por la jerarquía, como los nuevos cultos mayoritarios a la Virgen de Lourdes o al Sagrado Corazón de Jesús. A la par, surgió la corriente modernista, que buscó conciliar la doctrina cristiana con los avances científicos y filosóficos, aplicando el todo de la crítica histórica y filológica a los textos sagrados.
Pero con la emergencia de la sociedad de masas la Iglesia encont el modo de redirigir su misn; por una parte podía suplir el desarraigo social que provocaba la industrializacn y la urbanizacn, a través de las parroquias, de las asociaciones caritativas y de la Acción Católica; por otro, la llegada al Papado de León XIII en 1878 impul la nueva misn de la Iglesia. Apoyó la formación de partidos católicos, como en Bélgica (1884) y en Austria (1887) siguiendo el ejemplo del Zentrum alemán (1871), que fueron derivando hacia la democracia cristiana. En España surgió ya en 1919 como alternativa social católica el Partido Social Popular, impulsado por Ossorio y Gallardo.
La Iglesia se redirigió hacia lo social. Ése fue el sentido de la Encíclica Rerum Novarum de mayo de 1891, dedicada a la condicn obrera. Condenó el socialismo por su raíz materialista y defendió la concordia entre las clases, para lo que estableció los deberes de obreros (laboriosidad, respeto a la jerarquía) y patronos (salario justo, respeto a la dignidad humana); señaló el derecho de los trabajadores a una propiedad estable, que debía ser protegida por los gobiernos, así como la institucn familiar, o la propiedad privada (subordinada al bien con); apoyó la intervencn del Estado para proteger a las clases sociales más débiles a través de la legislacn social, y animó a los trabajadores a que se sindicaran en asociaciones en defensa de sus intereses. Así nació un sindicalismo de base cristiana que tuvo más fortuna en el campo que en la industria.

3.3. La crisis del parlamentarismo.

La necesidad de eficacia gubernamental en todas las esferas resultaba contradictorio con la demora de las discusiones parlamentarias, todavía no limitadas reglamentariamente. Esta necesidad venía dada por la certeza de que en aquellos momentos lo que contaba era la lucha por el dominio del mundo en el avance del colonialismo, y la preocupación por el surgir de los EEUU como nueva potencia. En ese contexto, la eficacia del sistema surgido de la estabilizacn liberal de los años 30 fue puesta en duda, mientras   se admiraba el presidencialismo norteamericano. El problema era que en una monarquía no era posible insertar ese modelo al tener un jefe de Estado permanente que había dado lugar al segundo Ejecutivo, el gobierno de gabinete nombrado por el Rey y responsable ante las Cortes; mientras que en el presidencialismo el jefe del Ejecutivo y jefe de Estado se reúnen en la misma persona que es elegida por los ciudadanos y tiene igual representatividad que el Poder Legislativo.
Y es que los dos términos clave de la época eran eficacia y democracia. Y eran los retos a los que tenía que enfrentarse el gobierno parlamentario. En España, Adolfo Posada reconoció esas dos cuestiones fundamentales; del mismo modo, en Francia decía Dendias que ante la crisis del parlamentarismo sólo quedaba “perfeccionarse o desaparecer; pero perfeccionarse significaba aumentar los poderes del jefe del Estado. Esta crisis llegó incluso al país del gobierno parlamentario por excelencia, el Reino Unido, donde ya se veía por algunos con mejores ojos al poder Ejecutivo que al Legislativo, con las consecuencias que llegan hasta hoy, cuando se ésta intentando corregir precisamente esta tendencia triunfante con una reforma constitucional. Entonces se observó con atención las diferencias entre los dos modelos y la necesidad de reformar aspectos importantes del parlamentario para acercarlo a lo que parecía eficacia del presidencialista. Punto clave fue la relacn entre los poderes y especialmente el papel del Jefe del Estado en la Monarquía, que muchos pensaron que tenía que fortalecerse; fue el caso de España, donde un analista y político conservador como Sánchez de Toca aseveró que el peligro de los tiempos nuevos no es ciertamente de reyes despóticos, sino de reyes reducidos a simulacros vanos. Fue esta misma razón por la que Silvela s empeñó en demostrar que le adolescente que iba a tomar la corona en 1902, Alfonso XIII, era ya todo un hombre, con ideas propias y capacidad de liderazgo.

3.4. Los nacionalismos, 1870-1914.

Otro desafío al liberalismo en esta época proced de los nacionalismos, de la modificación del ideal nacional. El cambio se produjo tras la unificación alemana a sangre y hierro” realizada por Bismarck, y sobre todo con el imperialismo colonial; asimismo el sentido internacionalista del movimiento obrero provocó una reacción nacionalista de estilo patriótico y guerrero entre la burguesía conservadora; con ello el nacionalismo iba caminando hacia la derecha desgajándose de su origen liberal revolucionario, asumiendo además las nuevas teorías darwinianas que fueron derivando hacia la idea de raza superior.
En el caso británico fue el problema irlandés la gran cuestn política entre 1885 y 1921; el nacionalismo irlandés supo capitalizar las oportunidades abiertas por las reformas electorales británicas de la década de 1880, que ampliaron el electorado y otorgaron más escaños para Irlanda; de este modo en las elecciones de noviembre de 1885 amplió su representacn a 86 de los 103 que tenía asignados, y así se mantuvo prácticamente hasta 1918.
En Francia el nacionalismo más radical no apareció como referencia a una potica o enemigo exterior sino al enemigo interno: protestantes, inmigrantes, sobre todo judíos, y todo aquello que se consideró algo extraño a la nacn y causante de los males modernos. En el mismo sentido antijudío relacionado con la raza aria superior, se fue desarrollando en Alemania el nacionalismo, pero fundamentalmente no en una tradicn católica reaccionaria sino en la idea de pueblo (Volk) proveniente del romanticismo, que promovió el movimiento “pangermánicopara unir a todos los alemanes que habían quedado fuera de la unificacn. En Rusia surgió el paneslavismo, para justificar su política imperial, en base al tradicionalismo y el antisemitismo que tenía en la Europa oriental fuertes raíces populares. Se materiali el afán de constituir un Estado judío en Palestina para reunir a la nación dispersa por el mundo; a nació en 1896 el sionismo, fundado por el escritor judío vienés Theodor Herzl.
Fue en los años transcurridos entre 1880 y 1914 cuando el problema nacional se extendió y radicalizó, abarcando un amplio espectro étnico y reivindicaciones nacionales: croatas, serbios, eslovenos, macedonios, checos, polacos, eslovacos, ucranianos, georgianos, bálticos, noruegos, finlandeses, irlandeses, albaneses, armenios, catalanes, vascos, gallegos, greco-chipriotas, flamencos y judíos. Se produjeron movimientos que reivindicaban la autonomía o la independencia.

3.5. Pacifismo y guerra.

La época de fin de siglo también vio surgir movimientos pacifistas; en 1864 16 países redactaron la Convencn de Ginebra para la creación de la Cruz Roja Internacional, ratificada en 1906 con sucesivas ampliaciones, para mejorar la suerte de los militares heridos en los ercitos en campaña. Otro proceso de paz internacional fue el dirigido por el zar ruso, Nicolás I, que parecía seguir la estela de la Santa Alianza del primer Alejandro; él consiguió reunir el La Haya en 1899 a 26 representantes de Estados para acordar la limitación de armamentos, además del reconocimiento del arbitraje como el medio más eficaz para resolver cuestiones…internacionales, aunque de momento no fuera un deber sino un derecho. La consecuencia inmediata fue la formacn de un tribunal internacional para arbitrar conflictos, con sede en el Palacio de la Paz pagado por Carnegie, rey americano del acero; en principio sólo fue efectivo para casos menores. También destaca la iniciativa de Alfred Nobel y la de Andrew Carnegie, con sendos premios para la paz internacional.
El juego de las alianzas fue iniciado por Bismarck para consolidar su imperio, sobre todo preocupado por Francia, buscando que no tuviera aliados. Georges Boulanger había predicado la Revanche por la guerra franco-prusiana, pero el problema de los alsacianos no era volver a Francia sino conseguir un gimen de igualdad con los restantes Estados alemanes, consiguiendo una cierta autonomía en 1911. Bismarck consiguió la Liga de los Tres Emperadores, con Austria y Rusia, vendiendo el peligro francés que no era otro que el de exportar el virus democrático. Pero resultó una liga difícil porque Rusia y Austria eran irreconciliables, ya que ambos tenían puestos los ojos en Constantinopla. Rusia vio el peligro de la política de Bismarck de provocación a Francia, y se negó a seguirla (1875); eso hizo que Bismarck favoreciera siempre en los Balcanes a Austria frente a Rusia, hasta que en 1885 esta última abandonó. Facilitó a la incorporacn de Italia como aliada formándose la Triple Alianza; Italia cubría con ello su temor al posible apoyo francés al poder papal, y protegía su anexión de Túnez en 1881. Rusia bus en París lo que había perdido en Berlín, y en 1891 llegó la alianza franco-rusa. Gran Bretaña acabó uniéndose a éstos a la muerte de Victoria y la llegada de Eduardo VII. Parecía un equilibrio duradero, pero en los Balcanes se encendió la mecha que hizo saltar el barril de pólvora europeo, según la profecía, y que llevó a la I Guerra Mundial, como parecían anunciar ya las guerras balcánicas de 1912-1913.