viernes, 20 de abril de 2012

La Roma Renacentista



Renacimiento artístico y el Humanismo en Roma 

El humanismo en Roma se vio influido por el pensamiento común Italiano[1].
Uno de los primeros y más importantes filósofos italianos fue Lorenzo Valla,  pionero de la crítica histórica y filosófica, que, conociendo las lenguas clásicas, pudo leer e interpretar documentos pasados que en ocasiones eran verdaderas farsas. La más famosa fue su crítica a la donación de Constantino[2]. En cuanto al arte, junto con la escuela florentina y la escuela veneciana aparece también la escuela romana. Los artistas más importantes de esta escuela son Rafael Sanzio y Miguel Ángel.

Rafael Sanzio

Aunque vivió poco, dejo una amplia obra que constituye la síntesis de las mejores cualidades de los pintores precedentes, unificada de manera magistral. De Masaccio aprende Rafael a dar equilibrio a las figuras, de Leonardo, la pureza del dibujo y los secretos del difuminado[3]; de Fray Bartolomé la firmeza de la composición. A todo esto, Rafael aportará una gran  riqueza narrativa. Es un gran retratista: Retratos de Julio II, de la Fornaria, Baltasar de Castiglione, etc., dotados de una aguda penetración psicológica. También prolifera en el tema de las Madonas, de un naturalismo idealizado: Madona del Jilguero, Madona de la Silla, Madona de la Paz, La Bella Jardinera, etc. Pero su gran obra serán las pinturas de las estancias vaticanas donde queda reflejado, entre otras cosas, la importancia de los filósofos clásicos para el Humanismo (la Escuela de Atenas).

Miguel Ángel Buonaroti


La obra pictórica de Miguel Ángel es, principalmente, una obra grandiosa, que tiende a lo dramático y exasperado al igual que su obra escultórica[4]. Miguel Ángel trasplanta al campo de la pintura los medios expresivos de la estatuaria. La máxima ilusión de relieve o el gesto patético, caracterizan el estilo pictórico de Miguel Ángel. Su obra maestra, el techo de la Capilla Sixtina, es una majestuosa interpretación del Génesis, en el que se representa a más de trescientas figuras de tamaño mucho mayor que el natural. Años más tarde, en la pared frontal de la misma Capilla, pinto su Juicio Final.
El siglo XVI, señala el apogeo de la pintura renacentista italiana y constituye una de las épocas más brillantes del arte universal. Esta situación es casi obligada, puesto que se juntan en el tiempo y el espacio algunos de los grandes artistas de todos los tiempos como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael y Corregio.
Así como Florencia ejerció la homogénea artística en la centuria anterior, ahora es Roma la que irradia al mundo entero el poderoso influjo de estos artistas. Los pintores posteriores se limitaron a seguir las normas trazadas por los grandes maestros.
Únicamente Venecia mantuvo un estilo original, basado en el intenso cromatismo y en una pincelada ancha decidida que buscaba llegar a una especie de vibración luminosa de colores. Hasta cierto punto esta ciudad permaneció al margen de la creación artística de los grandes maestros romanos.

Los reyes de Roma


Los Papas durante la Edad Media habían tenido un poder, en muchos casos, superior al de algunos emperadores y reyes europeos. Esto era así por que el pontífice era elegido directamente por Dios  y delegaba en él todo el poder religioso, era considerado sucesor de San Pedro, vicario de Cristo, primus inter pares dentro de la Iglesia y legítimo interpretador de la biblia.
Sin embargo, en la práctica, sus funciones excedían enormemente las competencias meramente religiosa y dominaba muchos aspectos de la vida secular. De hecho, incluso tenían un estado propio desde  el año 752  que podía competir social, económica y militarmente con otros países de Europa: los Estados Pontificios (mapa pág. 19)
Durante el Renacimiento los papas sufrieron un desprestigio enorme, aparte de por el cambio de mentalidad hacia una sociedad antropocéntrica, por que se dedicaban a satisfacer sus placeres personales y actuaban de manera impropia (lujuria, incesto, etc.).
Los Papas más importantes del Renacimiento fueron Alejandro VI, Julio II y León X.

Alejandro VI

Rodrigo Borgia. Nació en Valencia en 1431 y dirigirá la Iglesia entre 1492 y 1503. Rodrigo fue nombrado Cardenal diácono, un alto cargo dentro de la Curia Romana por influencias familiares (era sobrino del Papa Calixto III) y desde esa posición fue ganando influencias políticas hasta conseguir ser nombrado Sumo Pontífice. Su elección estuvo precedida, lo que ya venía siendo práctica corriente, de negociaciones económicas.
Una vez en el poder, Alejandro VI protagonizó un papado lleno de intrigas, conspiraciones y rumores. Valiéndose de argucias políticas, las guerras que había en la península y las tensiones políticas entre las familias de la aristocracia europea, logro aumentar su poder como Papa. Tuvo cuatro hijos ilegítimos[5] a quienes uso de manera hábil integrándolos en sus juegos políticos. El más trascendente fue César.
Su papado constituye la culminación de los males que venían aquejando al Pontificado, sin embargo, los éxitos políticos en lo referente a la defensa de Italia tapan de alguna manera su trasfondo oscuro.

Cesar Borgia

1498 – 1507. Fue el segundo de cuatro hijos ilegítimos del Papa Alejandro VI. Desde su juventud fue educado para ser miembro de la Iglesia, donde ascendió con una rapidez increíble (con poco más de 20 años ya era cardenal). Pero tras el asesinato de su hermano mayor, Juan, que era capitán general del Vaticano[6], pasó a ocupar el puesto y poco después renunció a sus votos para dedicarse a la vida militar.
Su eficacia militar fue legendaria, conquistó muchos territorios y ganó infinidad de batallas que siempre acababan beneficiando al papado. Aunque en el ámbito privado, al igual que su padre, era considerado una persona fría y calculadora. Le mataron en España con 31 años tras varios combates

Julio II

Giuliano della Rovere, “El Papa Guerrero” (1503 – 1513). Al igual que su predecesor, Alejandro VI, los lazos familiares jugaron a favor de Giuliano a la hora de incrementar su poder dentro de la Curia (era sobrino del Papa Sixto IV). Mantuvo una relación de enorme rivalidad con Rodrigo Borgia, y cuando este fue nombrado Papa tuvo que huir de Roma.
Su apodo se debe a su espíritu bélico. Su comportamiento era más el de un monarca absolutista, maquiavélico y maquinador que el de un Papa.
Mantuvo fuertes luchas, entre otros, con los Borgia, con Venecia y con Navarra.
Impulsó el mecenazgo protegiendo a artistas como Rafael o Miguel Ángel.

León X

Giovanni de Lorenzo di Médici (1513 – 1521). Segundo hijo de Lorenzo el Magnífico[7], fue elegido Papa con tan solo 38 años. Era todo un prototipo de hombre renacentista: culto, amante de las artes y demás placeres de la vida.
León X vivió en su pontificado una de las situaciones más tensas del catolicismo: la reforma de Lutero, por lo que tuvo muchos quebraderos de cabeza en ese sentido teniendo que tomar medidas como la excomunión de éste con la redacción de la bula Decet Romanum Pontificem en 1521.
En la política exterior su máximo logro fue evitar la conquista de Italia por parte de Francia. Sus métodos son discutibles (cambió de bando numerosas veces) pero muy efectivos.
Siguiendo la línea de su predecesor, León X intentó hacer de Roma la capital del arte.

El Saco de Roma


La elección de Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico aumento enormemente su poder en Europa y, por consiguiente, las rivalidades con sus enemigos. Especial mente dura fue su rivalidad con Francia, y con rey Francisco I.  El inicio de las hostilidades se dio en el año 1521, cuando Francia decidió atacar al emperador aprovechando sus problemas con los comuneros en España[8], aunque no tuvo éxito. Otro gran golpe que recibió Francisco I fue la pérdida del Milán por las tropas imperiales, y sus intentos por reconquistarlo fueron en vano. A finales de 1524, el propio Francisco I encabezó un ataque para recuperar el Milanesado, pero fue derrotado y apresado por las tropas españolas. Para recuperar su libertad, se vio obligado a firmar un tratado humillante por el cual se comprometía a entregar el ducado de Borgoña a Carlos, renunciaba a sus pretensiones sobre Nápoles y Milán, y contraería matrimonio con la hermana del Emperador, Leonor[9]. Sin embargo, al llegar a Francia se negó a cumplir los acuerdos alegando que había sido obligado a firmar el tratado. El Milanesado fue devuelto a sus antiguos posesores, los Sforza, bajo la protección imperial.
La influencia obtenida entonces por Carlos en la península itálica fue tan grande que el Papa Clemente VII, junto con los estados italianos independientes[10] formó, junto con Francia e Inglaterra la Liga de Cognac o la Liga Clementina[11]. Atacaron a las tropas españolas situadas en el Milanesado. El emperador respondió enviando las tropas imperiales constituidas por 45.000 furiosos soldados[12] dirigidos por Carlos de Borbón. Los ejércitos se dirigieron hacia Roma y la sitiaron. El general murió durante el asalto, iniciado el 6 de mayo de 1527, y las tropas, sin jefe, se dedicaron al pillaje, a la destrucción y a la violación. El Papa se vio obligado a huir de su palacio y refugiarse en el castillo de Sant’Angelo[13]. Tras una semana de sitio, el Papa se vio obligado a rendirse ante las tropas imperiales. Siete meses después el emperador Carlos le concedió la libertad, tras ceder algunas plazas italianas y realizar el pago de 300.000 ducados para soldada del ejército.


[1] Capítulo 3.2: El pensamiento humanista en Italia
[2] La donación de Constantino era un decreto atribuido a Constantino I según el cual, al tiempo que se reconocía al Papa Silvestre I como soberano, se le donaba la ciudad de Roma, así como las provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente, creándose así el llamado Patrimonio de San Pedro. Valla pudo demostrar definitivamente en 1440 que se trataba de un fraude de la curia romana a través del análisis lingüístico del texto demostró que no podía estar fechado en la época de Constantino.
[3] El sfumato es una técnica inventada por Leonardo que consiste en dar un efecto vaporoso que se obtiene por la superposición de varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporcionando a la composición unos contornos imprecisos, así como un aspecto de vaguedad y lejanía.
[4] Su David es una escultura de mármol blanco de 5.17 m. de altura. 
[5] Juan Borgia, César Borgia, Lucrecia Borgia (de la que se dice que tenía relaciones incestuosas con su padre y su hermano César) y Jofre Borgia. Todos ellos son hijos de Vannozza Cattanei, la principal de las amantes de Rodrigo Borgia.
[6] César anhelaba el puesto de su hermano, por lo que se ha llegado a decir que le quitó de en medio para obtener sus propósitos.
[7] Lorenzo siempre quiso extender el poder de si familia al Vaticano, y lo consigue al fin con su hijo Giovanni, seguramente a un alto precio económico.
[8] El problema de las comunidades castellanas tuvo lugar entre 1520 y 1521, cuando un grupo de sublevados pidieron al rey el cese del desvió de dinero interno para sus actividades en el extranjero: “...pedir al rey nuestro señor tenga por bien se hagan arcas de tesoro en las Comunidades en que se guarden las rentas destos reynos para defendellos e acrecentarlos e desenpeñarlos, que no es razón Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reynos en las de otros señoríos que tiene...” (Archivo General de Simancas). Estos conflictos terminaron con la derrota de los comuneros en la batalla de Villalar el 23 de abril de 1521 y la ejecución de tres de sus líderes más representativos: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado.
[9] Para asegurarse de que el rey de Francia cumplía todo lo acordado en el tratado, mantuvo en cautiverio a los dos hijos mayores de Francisco: el delfín y el duque de Orleans.
[10] Venecia, Florencia y Milán
[11] Hasta entonces, las alianzas internacionales se habían creado con el fin de detener el avance de los franceses, pero el 2 de mayo de 1526, motivada por la acumulación de poderes de Carlos V, se crea esta primera alianza contra la casa Habsburgo.
[12] Hay que tener en cuenta que las tropas de Carlos V llevaban tiempo sin cobrar y estaban indisciplinadas, lo que explica que estuvieran ansiosos de botín.
[13] Hay que destacar el papel heroico de la guardia suiza a la hora de cumplir con su obligación. Los soldados lucharon ante la basílica de San Pedro en defensa del papa, retrocediendo hasta los escalones del altar mayor. De los 150 guardias sólo sobrevivieron 42 pero entre sus enemigos las bajas fueron de 800. Los guardias supervivientes formaron un círculo alrededor de Clemente VII, ayudándolo a escapar a Sant’Angelo. En recuerdo de la heroica defensa de la vida del papa, cada 6 de mayo juran sus cargos ante el papa los nuevos alabarderos y toman posesión los ascendidos.

Renacimiento y Humanismo en Italia


Italia: La cuna del Renacimiento



En Italia las comunas oligárquicas que antiguamente seguían un modelo político republicano, darán paso a “principados” monopolizados por las familias más poderosas de la ciudad (como los Medici en Florencia, los Sforza en Milán o los Papas en Roma). Este fraccionismo italiano es fomentado por el papado, que no desea el desarrollo de un poder fuerte cerca de las fronteras de los estados pontificios. La historia italiana de este período está marcada por las guerras de poder internas del país. Los partidarios del poder papal recibieron el nombre de güelfos[1], y los partidarios del poder de los emperadores, el de gibelinos.  Pero pese a la debilidad que supone esta situación, es de Italia de donde salen las formas de pensamiento revolucionario que caracterizan la época, y que son acogidas ávidamente por las restantes cortes europeas.El surgimiento de estas nuevas monarquías y principados tendrán como consecuencia la aparición de cortes palaciegas que actuarán como verdaderos focos de mecenazgo para el mundo de la cultura[2]. El Renacimiento en Italia tiene tres grandes focos: Florencia, Roma y Venecia. El esplendor de Florencia se debe principalmente a los Medici[3], una familia de banqueros y en especial a Lorenzo el Magnífico[4]. El poder de los Medici sobre Florencia se vio interrumpido cuando accedió al poder el conservador Savonarola. Sus seguidores fueron abundantes[5] y de talante muchas veces fanático. Le arrebató el poder a los Médici y creó las famosas hogueras de las vanidades, donde quemó numerosos libros y obras.  Sin embargo, el nuevo papa, Alejandro VI, se alió con los aristócratas y persiguieron tanto a Savonarola como a sus seguidores. Finalmente, todos ellos fueron aprisionados como herejes y Savonarola fue quemado en la hoguera en la plaza de Florencia.


El pensamiento humanista en Italia 


Se plantea una nueva educación en Italia: los estudios de humanidades (studia humanitatis). Todo lo referido a la palabra y la escritura toma una gran importancia, como la retórica. Se produce una exaltación de las lenguas clásicas: latín y griego[6]. La gente pudiente tenía libros en casa e, incluso, bibliotecas. También se crean bibliotecas públicas para que todo el que quiera pueda consultar los libros. En Italia se pueden distinguir dos corrientes de pensamiento humanista: la escuela veneciana y la escuela florentina. En Florencia proliferaba una visión del mundo platónica en la que tienen mucha importancia algunos traductores de griego como Georgios Gemistos. Antes de marcharse de Florencia, Gemistos había preparado intelectualmente un joven que era hijo del médico de Cosme de Medici. Durante doce años, Cosme de Medici colaboró con Ficino en su traducción de Platón[7]. Cosme fundó la Academia Platónica florentina[8] en la que se impartieron las enseñanzas de Platón. Al principio no eran más que reuniones de amigos para discutir temas literarios, y no fue más allá del grupo de eruditos ligados a la familia de los Medici. Sin embargo, fue imitada en otras ciudades de Italia y posteriormente en todas las naciones de Europa. Uno de los integrantes más importantes de la Academia era también el miembro más joven: Pico della Mirandola quien, pese a morir muy joven (a los treinta y un años) quedó como el intelectual más grande de su tiempo[9].El centro humanista de Venecia es la gran imprenta de Manucio[10], quien inventa el libro de bolsillo. La visión veneciana es más Aristotélica, siguiendo, al menos en parte, la filosofía de Averroes. Los mayores centros de la imprenta se encontraban en Venecia, Basilea, París y Amberes y la transmisión de los textos se hacía a través de las rutas comerciales (mapa pág. 11).Otro gran filósofo importantísimo de la época fue Nicolás de Maquiavelo (1469 – 1527). En 1498 se le nombró canciller del Consejo de la Signoría de Florencia. Inmediatamente pasó a secretario de Estado, cargo en el que se mantuvo durante 15 años. En este tiempo se le encomendaron 23 misiones diplomáticas que Maquiavelo llevó a cabo con gran sagacidad y "savoir faire". Maquiavelo se declaró enemigo de los Médici, por lo que cuando éstos regresaron al poder en Florencia fue depuesto de su cargo y desterrado, en el año 1512. El papa León X le amnistió por lo que pudo regresar a Florencia. Sin embargo, poco tiempo después murió. Se cree que fue envenenado. Maquiavelo escribió entre otras obras El Príncipe, dedicado al Gran Duque de Médici, donde exponía sus principios acerca del buen gobierno. Su ideario político es resumido con frecuencia en la conocida frase "El fin justifica los medios".



[1] El poeta Dante Alighieri perteneció a una facción de este grupo: los güelfos blancos, que tuvieron numerosas disputas (en las que resultaron perdedores) con los güelfos negros.
[2] Serán estos mecenas los que harán posible la aparición del Renacimiento y el Humanismo ofreciendo protección y dinero (gentil auspicio) a los pensadores y artistas (se trata de una cultura muy cara). Los mecenas más importantes fueron los Medici en Florencia, los Sforza en Milán y los papas en Roma.
[3] Los Medici fueron unos brillantes cancilleres que, si bien no respetaban la vida ni la hacienda de ningún ciudadano, establecieron una gran libertad de pensamiento, convirtiendo Florencia en una ciudad en la que se podían desarrollar, con una inmunidad relativa, los estudios humanísticos.
[4] Fue un gran patrón de la artes, encargando trabajos a Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y Botticelli. Lorenzo también fue un talentoso músico y trajo a Florencia a algunos de los compositores y cantantes más famosos del momento, como Alexander Agricola, Johannes Ghiselin, y Heinrich Isaac.
[5] Uno de los seguidores de Savonarola fue el pintor Rafael Sanzio, quien realizó un cuadro poniendo de manifiesto la injusta persecución que sufrió el dominico.
[6] “(…) la (lengua) griega, sin la cual es vergüenza que una persona se califique de sabio”: François Rabelais: Gargantúa y Pantagruel (1532 – 1564).
[7] Para Marsilio Ficino, Sócrates y Platón habían sido tan dignos de recibir la revelación de la verdad como los propios evangelistas.
[8] Sus miembros más destacados eran Cosme de Medici, Marsilio Ficino, Benedetto Varchi, el hijo de Cosme, Lorenzo de Medici, el arquitecto León Baptista Alberti, Cristoforo Landino (el más anciano del grupo) y Pico della Mirandola (el más joven)
[9] Para Marsilio Ficino, el hombre era vicario de Dios, una imagen de Dios, nacida pan regir el mundo y que podía pretender todas las cosas. Pico della Mirandola, puso en boca de Dios la siguiente frase: «Tú, que no estás sujeto a ningún límite, determinarás por ti mismo tu propia naturaleza, según tu libre voluntad.»
[10] Aldo Manucio (1449 – 1515). Una de las ambiciones de Manuzio era evitar que las obras de la literatura griega cayesen en el olvido o la pérdida física, por lo que las convirtió en sus principales proyectos de edición

Lutero: Reforma y Contrarreforma




A principios del siglo XVI, el malestar general y la opinión que el pueblo tenía en cuanto a la Iglesia y sus dirigentes, hacían inevitable una reforma. Desde hacía tiempo, nadie discutía los abusos morales[1] o eclesiales del clero, ni la avaricia, corrupción o la ignorancia de los eclesiásticos. Sin embargo, la tarea de afrontar un gran cambio en el corazón de una institución tan poderosa y jerarquizada como era la iglesia era sin duda un trabajo demasiado grande y complejo, por lo que la reforma llegó únicamente en un momento en el que las circunstancias no podían dar más de sí. Toda esta situación fue criticada por humanistas de la época como Erasmo de Róterdam[2], pero sin ofrecer alternativas[3]. La figura decisiva en el ámbito religioso del siglo XVI fue Lutero.
Martín Lutero (1483 – 1546): nació en Eisleben, Alemania, en una familia campesina. Estudió filosofía nominalista (nota 3) en la Universidad de Erfurt y teología en Wittemberg. Es esencial para entender, no solo la evolución del reformismo, sino también la contrarreforma. Lutero centra su reflexión en la predestinación[4] y, mediante la constante lectura de la Biblia, le da la clave para la salvación. En una epístola de San Pablo a los romanos lee: “el justo se salva por la fe” (Rm 1,17), lo que interpreta como que el simple hecho de creer o tener fe es el camino de la salvación[5]. Estas conclusiones limitan enormemente el papel mediador de la Iglesia así como el del purgatorio (nota 14).
Es posible que una de las causas que le hicieran decidirse a tomar cartas en el asunto fuera su visita a Roma en 1511, cuando sufrió una grave crisis de fe y vocacional al observar de primera mano la corrupción de la cabeza de la Iglesia. Así, varios años después, en 1517, redacta sus 95 tesis[6] sobre las indulgencias y las clava, el 31 de Enero, en la puerta de la iglesia de la universidad de Wittenberg. Es el comienzo de la Reforma Luterana.
Las reacciones no tardaron en aparecer: en 1518, se “invitó” a Lutero a retractarse de sus palabras, pero este, apoyado por sus seguidores, no lo hizo. En 1521, la dieta de Worms[7] lo exilió y decretó la quema de sus libros. Lutero pudo esquivar la condena con ayuda de su amigo, el príncipe elector Federico el Sabio y con ayuda de otros pensadores como Felipe Melanchton pudo continuar su obra[8]. Así se sentaron las bases de la religión Luterana: la predestinación del hombre, una relación más directa del hombre con Dios sin necesidad de intermediarios, una Iglesia más modesta e igualitaria y una liturgia más participativa.
Este inicio de reformas envalentonó a otros que siguieron los pasos de Lutero creando doctrinas aparte, como Thomas Münzer y los anabaptistas, Juan Calvino y el calvinismo, o el anglicanismo en Inglaterra, motivado por el rey Enrique VIII.
Entre 1545 y 1648, la Iglesia inició un periodo de cambios que han sido denominados como contrarreforma. Sin embargo, algunos historiadores niegan que fuera una simple respuesta a la reforma iniciada por Lutero, sino que fue algo que sucedió al margen de esto y que se habría dado en cualquier caso.
Las principales medidas de la contrarreforma fueron:
  •  El Concilio de Trento: convocado por el papa Pablo III entre 1545 y 1563. Sus principales acuerdos fueron la magnificencia e infalibilidad del Papa, el refuerzo al culto de la Virgen y los Santos y la importancia de la transustanciación (la transformación del pan y el vino en carne y sangre)
  •  La Compañía de Jesús o los jesuitas: fundada en 1540 por Ignacio de Loyola tenía misión educativa y evangelizadora y además de los votos de pobreza, obediencia y castidad, tenían un cuarto de total sumisión al Papa.
  • Se reactiva la Santa Inquisición (pág. 8).
  • Se redacta el El Index librorum prohibitorum et expurgatorum: el índice de libros prohibidos por la Iglesia o Índex.



[1] En la coronación del papa Alejandro VI, para honrarle, el pueblo romano construyó un arco de triunfo con la inscripción: “La Roma de los Césares fue grande, ésta de los Papas lo es más; aquéllos eran emperadores, éstos son dioses”. Aunque la autoría de este escrito no puede atribuirse al Pontificado, si es cierto que los Papas se sentían omnipotentes y con derecho sobre los reyes; lo cual se demuestra con el lenguaje usado en sus bulas y excomuniones.
[2] Erasmo (1466 – 1536) criticó duramente a la sociedad eclesiástica de su tiempo, pero no tomó partido ni se decidió por ningún bando alegando estar en la posición de erudito observador, por lo que fue criticado tanto por católicos como por protestantes. Se dio la situación, de hecho, de que el Papa Adriano VI, que era casi su compatriota, le ofrecía un capelo (título de cardenal) al tiempo que Lutero le pedía por carta que se uniera a la causa reformista. A estas peticiones Erasmo respondió rehusando el capelo del Papa y a Lutero le dijo que, deliberadamente, no había leído sus escritos.
[3] Otros humanistas que criticaron a la Iglesia fueron, por ejemplo, el inglés John Wyclif y el alemán Jan Hus.
[4] La predestinación era una teoría de San Agustín que plantea que sólo Dios elige al que ha de alcanzar la salvación.
[5]Sé pecador y peca fuerte, pero sé aún más fuerte en tu fe y alegría en Cristo” (Martín Lutero).
[6] Se pueden resumir las 95 tesis sobre las indulgencias en seis puntos fundamentales: 1. Las indulgencias solo tienen valor para liberar de las penas que la Iglesia ha impuesto a través del Papa o sacerdotes. Estas penas solo se aplican a los vivos puesto que los muertos ya son libres de las leyes de la Iglesia. 2. El cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho al perdón completo aún sin cartas de indulgencias. Dios le ha concedido la libertad que nadie le puede quitar. 3. Es preferible hacer obras de caridad y suplir las necesidades de su hogar que comprar indulgencias. 4. Es doctrina humana predicar sobre el valor de las indulgencias. Lo cual es solo una forma de sacarles el dinero a los pobres. 5. Incurren en blasfemia aquellos que afirman que la Indulgencias son el inestimable don de Dios, que si San Pedro viviera hoy no podría conceder mayores gracias o que la cruz con las armas papales equivale a la cruz de Cristo. 6. ¿Porqué el Papa, cuya fortuna es mayor que la de los más grandes ricos, no construye de su propio dinero la basílica de San Pedro, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes? ¿Por qué si el Papa puede sacar del purgatorio a las personas, no lo vacía sin pedir dinero, solamente por amor cristiano? Se debe enseñar que si el Papa conociera los excesos de los predicadores de indulgencias preferiría vender la basílica de San Pedro o reducirla a cenizas antes que construirla con la piel y huesos de sus ovejas
[7] Fue una asamblea integrada por los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico y presidida por el emperador Carlos V.
[8] Fue decisivo para la difusión de su pensamiento (así como para muchísimas otras cosas) el que posiblemente sea el invento más importante de la era Moderna: la imprenta. Fue creada en el año 1440 aproximadamente, por Johannes Gutenberg. Fue el principal medio de difusión de ideas desde su invención hasta la aparición de Internet y fue crucial para la redacción y distribución de algunos de los textos más importantes de la Historia, como la Enciclopedia de Diderot y d’Alembert (siglo XVIII).

Renacimiento y Humanismo


El movimiento cultural renacentista


El renacimiento es un movimiento artístico, literario, social y cultural que se desarrolla principalmente entre el siglo XIV y mediados del siglo XVI que supone un resurgir de la cultura clásica. Este pensamiento está impulsado en gran medida por el desarrollo de la revolución comercial, propulsora inicial del poderío de las ciudades. Algunos pensadores de la época empiezan a plantear teorías nuevas que difieren del pensamiento tradicional:
Juan Duns Escoto o Guillermo de Ockham  rechazan el equilibrio entre la fe y la razón que había intentado establecer Tomás de Aquino. Ockham defiende que las palabras o las ideas carecen de realidad y sólo es real el individuo, al que se le puede llegar a conocer de forma empírica. Este nominalismo propició, entre otras cosas un desarrollo de las matemáticas (Oresme, Dumbleton, Bradwardine o Buridan). También impulsó a algunos teólogos a escudriñar los textos bíblicos (Gerson)
 A partir de los siglos XI y XII Europa redescubre a los clásicos al tiempo que la iglesia empieza a sufrir un descrédito a causa de sus vanas discusiones teológicas, alejadas de los verdaderos problemas del pueblo, su comportamiento feudal y sus enfrentamientos políticos con el Sacro Imperio.
Los escritores y pensadores expresan una nueva moral en la que el compromiso activo dentro de la vida pública adquiere una gran importancia.
El principal impulso que tuvo el Renacimiento con la literatura lo dio Petrarca (1304 – 1374), con el redescubrimientos de obras de Cicerón como De Senectute[1]. Los intelectuales de la época quedaron fascinados por la figura de Cicerón: un hombre totalmente independiente que plantea su vida y su obra como una entrega total a la sociedad, a la “res publica”.
Algunos de éstos intelectuales, como Coluccio Salutati o Leonardo Bruni, presentaron a Cicerón y su concepto de individualidad y libertad como un ejemplo a seguir.

Humanismo: el pensamiento renacentista


El mayor cambio producido en el paso entre la Edad Media y la Moderna es el fin del monopolio de la cultura y el pensamiento por parte de la Iglesia. Esta secularización de la razón propició enormemente el desarrollo del pensamiento renacentista, que dejaba de estar sometido por la Iglesia para pasar a los intelectuales de la época, quienes empezaron a usarlo para el desarrollo de lo humano[2] en detrimento de lo divino[3]. La principal característica del Humanismo es la valoración del individuo frente a la masa[4].Este nuevo pensamiento influyó en la mentalidad de hombres importantes de la época como Cristóbal Colón o Leonardo da Vinci que compartían la inquietud por descubrir, crear y progresar. La aplicación práctica de este espíritu plantó el germen de la aparición de la ciencia moderna[5].
Otro cambio que se produce son las distintas fuentes filosóficas: mientras que en los siglos XIII y XIV las fuentes habían sido básicamente cristianas (apoyándose en Aristóteles), el siglo XV  hay una vuelta a los clásicos (que si bien no habían sido ignorados totalmente por los medievales, si habían sido adaptados a la visión teocéntrica de la época), es el “siglo de Platón”.
Con el Humanismo la moral cristiana queda relegada a un segundo término, dando paso a una visión matemática del universo y al espiritualismo  idealista de Marsilio Ficino.
El Humanismo se propaga rápidamente por toda Europa, ya que despierta un gran interés en los monarcas y hombres cultos de todos los países. Un factor fundamental en la propagación de estas ideas fue la invención de la imprenta.
Mucha gente acudía a Italia para visitar las escuelas humanistas, entre las que destacan la de Vittorino de Feltre y la de Guarino de Verona.
Es importante señalar que este Humanismo sólo llegó a las minorías cultas.


[1] Petrarca también fue el gran redescubridor de Vitruvio, sin el cual no podríamos entender el arte renacentista tal y como es.
[2] Visión individualista y antropocéntrica (“El Hombre es la medida de todas las cosas”: Protagoras). Petrarca o Poggio (siglo XIV) fueron precursores del pensamiento humanista, recordando al hombre el valor de sus propias cualidades y su papel central en el conjunto del universo
[3] La visión teocéntrica y colectiva de la sociedad que imperaba durante la Edad Media.
[4] Durante la Edad Media, la conciencia popular era una conciencia colectiva: no existía la individualidad, todas las personas habían sido creadas por Dios y todas tenían que servir a Dios. Esta mentalidad impide la posibilidad de avanzar en cualquier terreno cultural, ya que el hombre por sí mismo no es nada, y por tanto no puede inventar (la capacidad de la creación es únicamente propiedad de Dios). Prueba de este pensamiento se da en la importancia de los copistas medievales. No hay apenas obras nuevas, todo lo bueno ya ha sido creado con anterioridad (con los clásicos) y como el hombre no puede crear, lo único que puede hacer es transmitir los conocimientos tal y como han ido llegado de los antiguos, ajustándolos a la visión cristiana.
A finales de la Edad Media, este pensamiento va cambiando progresivamente. La sociedad pasa de ser teocéntrica a ser antropocéntrica, pero sin marginar a la religión, que sigue siendo muy importante. El hombre pasó de formar parte de un colectivo a tener importancia por sí mismo.
[5] La creencia en la capacidad de conocer por sí mismo llevo a científicos como Copérnico (1473 – 1543) a defender su teoría del sistema heliocéntrico o a Miguel Servet (1511 – 1553), quien fue quemado en la hoguera tras descubrir la circulación de la sangre. Por no hablar de Leonardo da Vinci, quien hizo numerosos estudios y tratados sobre pintura, escultura, ingeniería, arquitectura, etc.

Política y Economía en la Europa Renacentista




A finales de la Edad Media, especialmente en el siglo XIV se produce un fuerte bajón demográfico provocado principalmente por la Peste Negra de 1348. Sin embargo, durante los siglos XV y XVI se produce un crecimiento de la población que favorece el aumento de gente joven[1].
Los numerosos conflictos de finales de la Edad Media[2] acabaron con la resistencia nobiliaria, que finalmente acabó cediendo ante el poder monárquico. A partir de 1450 llegan a los principales tronos europeos dinastías fuertes (Habsburgo, Valois, Tudor, etc.). Esto provoca el final progresivo del feudalismo[3] ya que los nuevos monarcas son capaces de imponer su soberanía sobre los poderes feudales[4]. Los nuevos monarcas intentarán homogeneizar sus reinos en el ámbito religioso, político, económico[5], social y cultural. Esta centralización queda reflejada en la aparición de las primeras capitales de los estados europeos (París, Londres Lisboa o Madrid), que fueron necesarias para la administración del estado debido a la burocratización y complejidad de los nuevos estados modernos. Toda esta nueva administración era muy difícil de financiar, por lo que los monarcas tuvieron que encontrar la forma de sufragar al estado, por ejemplo, con la venta de títulos honoríficos o solicitando préstamos a los grandes banqueros europeos (los Fugger, los Spinola, etc.).
Las sociedades renacentistas, cuya población vivía principalmente en aldeas, eran básicamente agrarias[6] (aproximadamente el 85% - 90% de la población se dedicaba a la agricultura). Aunque también tuvieron mucha importancia las manufacturas[7], especialmente la textil, la minera y la naval. Gran importancia tuvieron también las rutas comerciales dentro de toda Europa, que estaba dividida en áreas comerciales, siendo una de las más importantes la controlada por la Liga Hanseática[8].


[1] Esto es una de las razones que hicieron posible este cambio de mentalidad: la sociedad joven es más activa que la anciana y está más dispuesta a impulsar los cambios sociales.
[2] Los conflictos más importantes fueron la Guerra de los Cien Años (1337 - 1453) entre Francia e Inglaterra, la posterior guerra civil en Inglaterra (la Guerra de las Dos Rosas: 1455 - 1485) o la Guerra de Sucesión Castellana (1475 – 1479).
[3] El feudalismo era el sistema político característico de la Europa medieval. Consistía en un estado fragmentado en el que la soberanía se repartía entre los nobles (territorios señoriales), el clero (territorio de abadengo) y el rey (territorio de realengo), quedando este último como un señor feudal más. Por esta razón, la legitimidad de la corona dependía en gran medida de la capacidad del rey para mantener a los señores feudales bajo control.
[4] Es importante señalar que estos monarcas absolutistas contaban con el apoyo del pueblo llano, quienes los veían como una garantía de paz. Se puede observar en este hecho un incipiente nacionalismo.
[5] Durante los siglos XIII y XIV, aparecen tímidamente en Europa los primeros síntomas del sistema capitalista o liberalismo económico, cuya característica principal es la mínima intervención del estado en la economía, limitándose estas a defender las libertades del individuo. En este proceso intervienen algunos factores como la aparición de la burguesía o el triunfo de las monarquías absolutistas.
[6] Era una agricultura extensiva, con utilización de barbecho, que giraba en torno al trigo, la cebada, el maíz y el cereal. Se comerciaba con el excedente. En cuanto a la agricultura, los animales más importantes eran la cabra, la oveja (muy importante por su lana), la vaca y el cerdo.
[7] Estaban agrupadas en gremios, los cuales controlaban la calidad y los precios de los productos, pero no favorecían lo más mínimo a la innovación.
[8] Fue una federación de ciudades del norte de Alemania y de comunidades de comerciantes alemanes en el mar Báltico, los Países Bajos, Noruega, Suecia, Inglaterra, Polonia, Rusia, parte de Finlandia y Dinamarca, así como regiones que ahora se encuentran en Estonia y Letonia.

La Iglesia durante la Baja Edad Media




El cristianismo, que desde su aparición había sido una religión marginada e incluso a veces perseguida, había obtenido por fin el reconocimiento de la sociedad romana a principios del siglo IV, con la publicación del Edicto de Milán[1]. Pero la victoria definitiva del cristianismo se produce en el año 391 cuando se completa la oficialidad de la religión católica en el Imperio romano tras la promulgación del Edicto de Tesalónica[2] con leyes muy duras en contra del paganismo.
A partir del siglo XI y el siglo XII, se introducen en el cristianismo una serie de innovaciones dogmáticas que tuvieron gran transcendencia: la imposición del rito romano[3], el celibato, el hallazgo del papel del purgatorio en la religión[4], la mariolatría (La intensificación del papel de la Virgen María) y la institucionalización de los sacramentos[5].
Otro elemento característico del cristianismo medieval fueron las cruzadas. Su objetivo era la recuperación de los Santos Lugares que se encontraban en manos de los “infieles”. Estas alianzas militares en la Europa cristiana empezaron a partir del Concilio de Piacenza, en 1095, impulsadas por el Papa Urbano II. En total hubo ocho cruzadas oficiales entre este año y el año 1291 con la caída del último bastión cristiano en Tierra Santa: la ciudad de Acre.  Estas expediciones eran llevadas a cavo por las órdenes militares[6].
Por último, la institución más importante surgida a partir de la Iglesia fue la Inquisición. Es como se denominaba al colectivo de organismos que actuaban en los diferentes países cristianos[7] y se dedicaban condenar la herejía. La Inquisición medieval fue establecida en 1184 con la publicación de la bula Ad abolendam del Papa Lucio III. Los inquisidores impartían duros castigos físicos a los que consideraban herejes. En el año 1252, el Papa Inocencio IV autoriza mediante la bula ad Extirpanda el uso de la tortura para hacer confesar de sus crímenes a los reos, pero recomendando a los torturadores que no se excedieran hasta el punto de mutilarlos o matarlos.
En Roma, la Congregación del Santo Oficio fue creada en el año 1542 por el Papa Pablo III. Su principal tarea fue desmantelar y atacar a las organizaciones, corrientes de pensamiento y posturas religiosas que minaran la integridad de la fe católica, y examinar y prohibir los libros que se considerasen ofensivos para la ortodoxia. Al principio, la actividad de la Inquisición romana se limitaba a Italia, pero el 1555, el Papa Pablo IV comenzó a perseguir a numerosos sospechosos de heterodoxia, entre los que se encontraban varios miembros de la jerarquía eclesiástica.


[1] El Edicto de Milán (Edictum Mediolanense) fue promulgado en el año 313 por los emperadores Constantino I el Grande (c.272 – 337) y Licino (c. 250 - 325). En la primera parte del edicto se establece el principio de libertad de religión para todos los ciudadanos y, como consecuencia, se reconoce explícitamente a los cristianos el derecho a gozar de esa libertad. En la segunda se decreta restituir a los cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscados por las autoridades romanas y vendidas a particulares durante las persecuciones que sufrieron en el pasado.
[2] El Edicto de Tesalónica (Cunctos Populos) fue publicado en el año 380 por los emperadores Teodosio I el Grande (347 – 395) y Valentiniano II (371 – 392). Su objetivo es proclamar la religión católica como la religión oficial del Imperio Romano: “(…) Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos (…) creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo(…) Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía.” [“MPPP. Gratianus, Valentinianus et Theodusius AAA. Edictum ad populum verbis Constantinopolitanae”]
[3] El rito romano es el  rito litúrgico usado por la Iglesia. La Oración Eucarística “fue modificada y reconstruida substancialmente en algún momento entre los siglos IV, VI y VII”: [Adrian Fortescue]; Este rito ha sido modificado varias veces por los papas, siendo el más actualizado de promulgado en el concilio Vaticano II  (1959) por el papa Juan XXIII.
[4] El purgatorio es una especie de estadio intermedio entre el cielo y el infierno. La importancia que se le da a partir de ahora a este elemento favorecerá la función intermediadora de la Iglesia a través de las oraciones y misas e incrementará el papel de los santos.
[5] Especialmente la penitencia y la comunión pascual, que se plantean como trámites anuales que el fiel ha de cumplir ante su párroco y confesor. Los sacramentos, sobre todo los que significan cambios vitales (bautismo, matrimonio, extrema unción), y los rituales funerarios, cohesionaban fuertemente a la sociedad local.
[6] Las órdenes militares eran sociedades de caballeros cristianos (miles Christi), que eran mitad monjes y mitad soldados. Las más relevantes fueron la orden del Santo Sepulcro, los Templarios y los Hospitalarios. En España destacan las de Santiago, Calatrava y Alcántara.
[7] La Inquisición Española fue fundada en el año 1478 por los Reyes Católicos a imitación de otras instituciones del mismo tipo surgidas en otros países, con la característica de que estaba ligada a la monarquía. Las actividades principales de la Inquisición Española se centraron en la búsqueda de falsos conversos, influyó en la expulsión de los judíos en 1492 y la de los moriscos en 1609, una dura represión contra el protestantismo y ejerció de censora para defender los intereses del cristianismo. También fue importante la “caza de brujas” fruto del sentimiento supersticioso de la época, que acabó con la vida de muchas mujeres. El inquisidor español más famoso fue Tomás de Torquemada, prior de los Dominicos de Segovia, que fue inquisidor entre 1481 y 1498.